Una confesión: soy creyente. Creo que cada cierto tiempo el talento de un novelista se cruza con la maestría de un dibujante para entusiasmarnos. Por eso no me importa admitir que he disfrutado mucho leyendo el cómic El hombre garabateado, del tándem Lehman-Peeters. Y eso que la portada me producía emociones encontradas. La combinación de magia ancestral y problemas cotidianos provoca el interés inmediato y nos zambulle en un thriller conquistado por tres personajes femeninos: Maud (abuela), Betty (madre) y Clara (hija).
La investigación de secretos de familia vinculados a tradiciones olvidadas se torna imprescindible ante la aparición de una criatura amenazante. Para lo cual madre e hija se embarcan en un viaje iniciático que arranca en un París cosmopolita e invernal y les lleva a recorrer pueblos y villas desconocidos para ellas. La acción se dosifica en un crescendo continuo: persecuciones mortales, angustiosas tramas paralelas, mansiones misteriosas.
Atenazados por las circunstancias de las protagonistas se desmenuzan pormenores de ritos paganos europeos ciertamente sobrecogedores. El tono sombrío, en ocasiones casi gótico, de la ilustración refuerza el carácter siniestro de algunos momentos, escenas gore incluidas. Mientras que en cada viñeta una sencilla mirada o un gesto torcido transmite la ansiedad de la incertidumbre.
Visualmente provocadora por momentos y cargada de detalles que invitan a la relectura, esta novela gráfica lleva dentro más de lo que de un thriller al uso se espera. Sobre todo porque al pasar la última página una sensación se apodera del momento: estamos a merced de fuerzas desconocidas. Y a mí eso, más que entretenerme, me da que pensar.