Ilustración: Ulises
Con sus fábulas irónicas y metafísicas sobre las relaciones humanas, Denise Despeyroux (Montevideo, 1974) va asentándose en los grandes teatros. Su Tercer lugar fue uno de los triunfos escénicos de 2017.
Desaparecer de sí, de David Le Breton, y Acontecimiento, de Slavoj Zizek.
¿Ha abandonado algún libro por imposible?
Muchos. En general vinculo la lectura con el placer. Puedo abandonar libros sin complejo y sin despotricar contra el autor.
¿Con qué personaje le gustaría tomarse un café mañana?
Por ser fiel a un viejo amor, escogería a Rilke.
¿Recuerda el primer libro que leyó?
Dailan Kifki, de María Elena Walsh. En él aprendí que una tristeza de elefante es mucho más grande que una tristeza de persona.
¿Cómo le gusta leer, cuáles son sus hábitos de lectura: es de iPad, de papel, lee por la mañana, por la noche?
Papel, sin duda, y he heredado de mi madre el hábito de leer en el desayuno.
Cuéntenos alguna experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.
Lecturas tempranas como El existencialismo es un humanismo, de Sartre. Ahora lo encontraría obcecado y falto de matices, pero a los 18 años creí con fervor en su tesis y cambió mi visión de lo que podíamos hacer con nosotros mismos.
¿El tercer lugar es un territorio de paso obligado para cualquier pareja que quiera cuajar?
Sería más bien un espacio insólito que se alcanza muy pocas veces.
¿Cuál es la principal barrera que nos impide alcanzarlo hoy? ¿El desasosiego espiritual de una época marcada por el narcisismo?
Por lo menos suena lo bastante deprimente como causa probable.
¿Diría que su teatro es mayéutica en escena?
Simpatizo más con el procedimiento irónico que con la mayéutica. Prefiero ese momento en que el supuesto saber queda en suspenso. El reto está en trabajar con lo que la realidad se resiste a mostrar.
Su obra se va asentando en el circuito institucional. ¿Qué supone para usted esa nueva dimensión?
Me encanta oír eso aunque me sorprende. Me han producido dos veces en mi vida, y supongo que estoy en la mitad de mi vida.
¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?
Por supuesto que sí y claro que no. Depende.
¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?
El invierno, de Domenico Gnoli. En cualquier caso, agradezco tener originales de amigos como Juan Carlos Mestre.
Ejerza de crítica de la última exposición que ha visitado.
Tremenda la de Damien Hirst en Venecia. Fantasea con la recuperación del tesoro de un naufragio de hace 2.000 años. Había personas que lo creían cierto, o dudaban.
¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?
Yo cultivaba una visión de la crítica que tiene poco que ver con su ejercicio real, sospecho. Antes veía al crítico como una especie de salvador de la verdad que yace oculta en la obra, en la estela de Benjamin, y esperaba casi una revelación de orden metafísico. Con el tiempo, me he vuelto más prosaica.
¿Qué película ha visto más veces?
Probablemente haya sido E.T. Obligué a mis padres a llevarme al cine unas cinco veces.
¿Qué libro de teatro debe leer urgentemente el presidente del Gobierno?
Lo del presidente no tiene remedio. Podría consultar el I Ching en todo caso.
¿Le gusta España? Denos sus razones.
Aquí viven la mayoría de las personas que quiero y he logrado dedicarme al teatro.
Regálenos una idea para mejorar la situación cultural de este país.
Devolver a las humanidades en la enseñanza el prestigio y el tiempo que merecen.