Ilustración: Ulises
¿Qué libro tiene entre manos?
No cantaremos en tierra de extraños de Pérez Zúñiga.
¿Ha abandonado algún libro por imposible?
Hace poco tuve que dejar uno, pero no por malo sino porque era demasiado bueno. Tanto, que invadía mis pensamientos nocturnos con las angustias de los personajes. La montaña mágica, de Thomas Mann, nada menos...
¿Con qué personaje le gustaría tomar un café mañana?
Con Virginia Woolf, claro. Aunque quizás ella prefiera un té. Y al atardecer. Me gustaría darle las gracias.
¿Recuerda el primer libro que leyó?
Fue uno de Ana María Matute, y yo tendría unos 10 años. Alguna vez he intentado averiguar cuál, sin éxito.
¿Cómo le gusta leer, cuáles son sus hábitos de lectura: es de tableta, de papel, lee por la mañana, por la noche...?
Leo todas las noches, en papel. Me gusta creer que la buena literatura se infiltra en mis sueños. También leo mucho en las giras, pero ahí en ebook, para no llevar peso.
Cuéntenos alguna experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.
La lectura de Una habitación propia. Me descubrió cosas de mis antepasadas que explican algunas averías de mi presente. Sentí rabia y dolor, pero me dio mucha fuerza.
La diatriba de Woolf no hace falta actualizarla, ¿no?
El lugar en el mundo de hombres y mujeres ha cambiado mucho, desde aquel 1928 londinense, pero el peso del patriarcado sigue marcando nuestras conductas.
¿Qué se siente dentro de la piel de esta mujer/símbolo?
El inmenso placer de trasmitir a los espectadores la lucidez fulgurante de su pensamiento libre, salvaje, elocuente.
¿Hasta qué punto el teatro puede combatir injusticias como la discriminación sexual?
“No soñéis con influir en los demás”, dice Virginia Woolf. Probablemente tenga razón. Aunque tiene gracia que lo diga precisamente ella, que con este texto nos agita, nos revoluciona y nos transforma. Lo veo en los espectadores.
¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?
Cuando voy a un concierto de música contemporánea, por ejemplo, dejo que el compositor haga de mí lo que quiera, a ver qué pasa. Unas veces no pasa nada. Otras, viajo a lugares desconocidos de mi propia intimidad.
¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?
De Escher, por ejemplo. Me gusta la suavidad con que nos vuelve locos, con sus perspectivas imposibles.
Ejerza de crítica de la última exposición que visitó.
Hace poco estuve en Venecia y, huyendo del turismo, acabé en una exposición de vidrio finlandés. Resulta que los finlandeses son buenísimos con el vidrio. Las obras eran sensuales, curvas, de colores suaves, atravesadas por la luz. La firmeza, la fragilidad y la transparencia del cristal producen una extraña calma. Nos alegra el espíritu.
¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?
Sabemos que es imposible que una crítica sea objetiva, eso hace que relativicemos el asunto. Cuando la crítica no es buena, pero es respetuosa, puede ser útil. Te ayuda a ver lo que has conseguido trasmitir con tu trabajo, y lo que no. Aunque me resulta chocante el poder que los críticos nos dan a los actores, para lo bueno y para lo malo; como si no tuvieran presente la importancia del director.
¿Recuerda la película que ha visto más veces?
El récord está entre Vértigo y To be or not to be. Me las sé de memoria y aun así siempre me sorprenden.
¿Le gusta España? Denos sus razones.
A ratos. Especialmente la vida que se hace en la calle. La facilidad para hablar de cualquier cosa con desconocidos. Y ese sentido del humor absurdo nuestro, que últimamente parece un poco en peligro. Carezco de cualquier clase de sentimiento patrio, pero me gusta vivir aquí.
Denos una idea para mejorar nuestra situación cultural.
¿Cambiar de gobierno? Este no puede hacer más daño a los trabajadores de la cultura que ahora mismo, sin excepción, sobreviven a base de talento propio y un esfuerzo titánico.