Teresa Lanceta en su estudio junto a sus tapices. Foto: Carol Diego
Teresa Lanceta (Barcelona, 1951) es una clásica desconocida. Desde el inicio de su carrera, los tejidos, los diseños geométricos y lo popular se entremezclan con la emoción y la complejidad de una investigación que parte de las comunidades de mujeres tejedoras del Atlas Medio. Apostaron por ella, a finales de los 80, dos galeristas también clásicos, Rafael Ortiz en Sevilla y Magda Bellotti, cuando su galería estaba en Algeciras. En 1990 llegó la mítica Buades y Fúcares, y diez años más tarde su gran exposición en el Museo Reina Sofía, Tejidos Marroquíes. Volcada en el discurrir discreto de la creación, sin prisas, la rescató del olvido mediático la comisaria Nuria Enguita en 2014. La llevó a la 31st Bienal de Sâo Paulo, la incorporó a la exposición La réplica infiel en el CA2M, y ahora orquesta su actual individual en La Casa Encendida. Titula esta vuelta con una despedida, Adiós al rombo, aunque dice que "no es un final". Le damos, pues, la bienvenida.
Vista de la exposición Adiós al rombo en La Casa Encendida
P.- Para usted esos tejidos son arte. ¿Cómo discernir lo que es arte de lo que no lo es? R.- Los tejidos son arte porque logran momentos álgidos de creación, transmiten un lenguaje y perviven a éste. P.- Así pues, ¿arte y artesanía están hoy al mismo nivel? R.- Más que hablar de niveles digamos que tienen responsabilidades y cometidos diferentes aunque coincidan en algunos casos. No es el procedimiento, ni la materia la que determina la diferencia sino la capacidad de trascender la propia propuesta. No obstante no me preocupa no deslindar sus límites. Los objetos, artísticos o no, son una forma de relación entre las personas por encima del tiempo y de fronteras. P.- Háblenos de eso, del tiempo y sus fronteras. Usted parece desacelerarlo. R.- No pienso tanto en la desaceleración sino en el tiempo vivido como algo continuo o discontinuo, en cómo dividimos el tiempo, fragmentándolo, partimos nuestra propia vida. Tejer me ha ayudado a adentrarme en el tiempo unitario, aquel que pervive en el tiempo medido. P.- El error es intrínseco al hecho de tejer, donde no suele haber marcha atrás. ¿En qué modo trabaja con el azar? ¿Qué importancia le da? R.- No hago dibujos preparatorios ni decido de antemano exactamente qué voy a tejer por lo que tengo que interiorizar la idea propuesta durante el largo tiempo de su ejecución. Si algo no me interesa o no era lo que tenía previsto, como modificar el tejido es difícil y laborioso, opto por incorporar los errores en la composición general modificando las decisiones iniciales. La lentitud de la técnica me impulsa continuamente a cambios en lo previsto, como en la vida. Ese es uno de los usos que le doy al azar en mi trabajo. P.- ¿Se ha sentido querida por parte de la crítica en todos estos años o ha sentido cierto olvido? R.- Ambas cosas. Me he sentido y me siento querida pero también he sentido el olvido y, sobre todo, la falta de compromiso con mi trabajo de una gran parte de la crítica de arte en la que incluyo la crítica de arte de corte feminista. P.- Es profesora y ese pulso formativo de los alumnos, cuando todo y nada ha empezado en su carrera como artista, es un motor increíble. ¿Qué consejos les da? R.- La enseñanza no es la principal parte de ese proceso de aprendizaje, por lo tanto intento no ser invasiva, no adelantarme a sus descubrimientos ni modificar sus propuestas porque tienen que aprender a ser y a hacer, y en algunas ocasiones no vemos la carga de futuro que proponen. Si obviamos el exceso de responsabilidad, la presión y la burocracia, la enseñanza es una actividad emocionante con la que se aprende mucho además, en ocasiones, es muy divertida. @bea_espejo