Manuel Longares. Foto: Montero Peláez / Galaxia Gutenberg.
El escritor ha publicado la novela El oído absoluto (Galaxia Gutenberg) y firmará ejemplares esta tarde, a las 18 horas, en la librería Pérgamo de Madrid, en el marco de la Noche de los Libros.
Pregunta.- Tratándose de un libro sobre el mundo de la literatura, ¿por qué ha elegido como título una habilidad musical?
Respuesta.- Las artes se emparentan y complementan. Oído absoluto me parece una expresión muy acertada para definir lo atinado, y además la literatura tiene una música que a veces no llegamos a captar.
P.- La musicalidad y la exquisitez son dos cualidades de su prosa, ¿le da a la forma la más importancia que al contenido?
R.- Sí, porque la literatura debe dar primacía al lenguaje. Si el lenguaje no funciona, da igual la historia que haya detrás.
P.- ¿Dedica mucho tiempo a corregir lo escrito en busca de esa perfección?
R.- Depende, hay días en que uno está mejor que en otros. La misión del escritor es presentar la página corregida. Yo si no termino de arreglar un párrafo no puedo pasar al siguiente.
P.- En las primeras páginas, un personaje opina que "siempre hay bronca en el mundo de las letras". ¿Usted lo ve así?
R.- Ya no, se ha atenuado mucho la controversia. Los cafés literarios de hoy no tienen nada que ver con los de principios del siglo XX. Hoy la gente va a lo suyo, es más civilizada.
P.- ¿No era más interesante cuando se armaban aquellos debates enardecidos entre los literatos?
R.- Interesante es leerlo hoy, cuando confortablemente instalado te acercas a la vida mísera de los demás, pero creo que interesante no ha sido nunca. La literatura ha arrastrado esa mala leyenda de los escritores bohemios, había mucha gente que se metía en el mundillo porque no tenía otro sitio donde meterse.
P.- En aquellos tiempos el que quería ser escritor se lanzaba a los cafés como los toreros espontáneos se tiraban al ruedo. Eso también ha cambiado mucho, ¿no?
R.- Sí. Ahora se ha hecho todo más profesional. La existencia de talleres de escritura era impensable hace siglo y medio, ahora se estudia para ser escritor como se estudia para ser abogado.
P.- También la literatura ha sido siempre un mundo lleno de personalidades extravagantes como las que aparecen en su novela. ¿Salirse de lo convencional es algo muy ligado a la literatura?
R.- Lo que tiene el escritor (o va dejando de tener a medida que se profesionaliza el oficio) es una libertad de costumbres que siempre ha resultado extravagante e incluso menospreciado por la sociedad. Pensemos que hace no muchos siglos estaba prohibido enterrar a los cómicos en sagrado.
P.- En El oído absoluto alude sin nombrarlo a Ortega y Gasset, al que se refiere como "el mejor escritor de la Madre Patria". ¿Qué supone para usted Ortega en el panorama literario español de la primera mitad del siglo XX?
R.- Ortega no solo fue un escritor fuera de serie y creador de escuela, sino un personaje muy importante en el manejo de la cosa pública. Ningún intelectual posterior ha tenido su influencia.
P.- En aquella época había mucho analfabetismo pero da la impresión de que la cultura y especialmente la literatura tenía más prestigio que hoy, cuando el nivel educativo es infinitamente superior al de entonces. ¿No es una contradicción?
R.- La literatura va perdiendo peso social porque la gente ya no la necesita. De todas maneras permanece un núcleo fiel a la literatura. Nunca ha habido tanta gente que quiera dedicarse a ella, hay talleres de escritura y clubes de lectura por todas partes. Parece contradictorio, quizá cambie la situación cuando todos estos que estudian para escritores lleguen a serlo.
P.- El tema principal del libro es la transmisión de la pasión por la lectura. Esta tarea recae en buena medida en los profesores de literatura. ¿Fallan ellos o falla el sistema educativo?
R.- No creo que sea culpa del profesorado. La sociedad nuestra es así, tiene mucho respeto por la literatura pero no compra un libro. Así funcionan las cosas, yo tengo mucho respeto por los maestros, muchos críticos literarios son profesores de instituto.
P.- En su libro aborda la represión que ejerció el franquismo sobre los escritores y los intelectuales. Si han perdido peso, ¿cree que en nuestros tiempos una dictadura los perseguiría hoy con el mismo afán?
R.- La derecha española nunca ha encajado bien la literatura, las artes o el teatro. No hay más que pensar en la subida del IVA o en el asunto de la jubilación de los escritores. No es comparable a la persecución de la posguerra, cuando había que anunciar una obra de teatro sin decir el autor (esto le pasó a Benavente, por ejemplo). La derecha española debería aceptar la cultura con normalidad, la literatura no es per se un medio hostil a la derecha.
@FDQuijano