Lola López Mondéjar. Foto: Siruela
La escritora publica Cada noche, cada noche (Siruela), una revisión del mito de Lolita de Nabokov, que pretende romper la imagen de historia de amor que tiene la narración.
Pregunta.- ¿Cómo surge esta vuelta de tuerca a la novela de Nabokov?
Respuesta.- Primero, porque es un camino trazado en la historia de la literatura, desde Cervantes con las novelas de caballería o Coetzee, que en Foe revisita a Robinson Crusoe. Este tipo de novelas me encantan porque te permiten abrir un panorama literariamente muy interesante, de juego intertextual, de trasladar o quitar la frontera entre realidad y ficción, de dotar de vida a personajes de ficción. La otra vía es personal, porque Lolita es una novela que ha estado muy presente en mi vida. La primera vez que la leí, caí en la interpretación mayoritaria de ver la narración como una historia de amor. Muchos años después me di cuenta de su verdadera cara y me sentí muy avergonzada, por lo que tuve la necesidad de saldar la deuda con la niña.
P.- La protagonista reflexiona sobre las demasiadas muertes que encierra Lolita, y afirma que esto no puede ser así.
R.- Llama la atención la existencia de muchísimas muertes en Lolita, como si Humbert Humbert no quisiera dejar testigos. Mueren hasta personajes totalmente secundarios sin ninguna relevancia en la trama. Así que pensé podía rescatar alguno para construir la trama, y así nace Dolores Schiller, el hijo de Lolita que en teoría muere y que yo resucito y convierto en hija.
P.- Hay varias incursiones en el texto de Nabokov, y de ahí está sacado el título, ¿por qué elige estas palabras?
R.- Me serví de esa frase de Nabokov porque es central en mi propuesta. En la relectura que yo propongo de la novela el pasaje donde aparecen esas palabras es fundamental, porque es una de las pocas veces que Humbert Humbert reconoce que ella sufría con sus abusos. "Porque cada noche, cada noche, Lolita se echaba a llorar no bien me fingía dormido". Ahí es donde rescatamos el sufrimiento de la niña, un sufrimiento que no ha sido trasladado nunca en la reflexión de la novela, se ha hecho caso omiso de él.
P.- Construye la novela en dos tiempos, una Dolores Schiller a los veinte años y otra actual, ¿por qué este planteamiento dual?
R.- Tuve muchas dudas sobre la estructura, me era difícil mostrar el tema. Me interesó mucho que la protagonista fuera bastante mayor para que pudiese hacer afirmaciones más rotundas. Centro la historia el año 2009, donde esta mujer, la hija de Lolita, está a punto de morir, porque me permitía dar cuenta de cosas que me importaba transmitir. Pero también en los 70, donde la joven que ella fue vive el momento agudo y dramático en el que se da cuenta de que su madre, a la que nunca conoció, es la Lolita de Nabokov. Eran dos momentos importantes. Podía haberlo dejado en la joven, pero no me permitía añadir el otro eje que es el de la muerte y la enfermedad que me importa mucho en esta novela.
P.- Hablando de este eje, la protagonista no relata la historia hasta sus últimos días, ¿por qué espera a un momento crítico, a estarse muriendo?
R.- Porque se siente más valiente en ese momento para contar la verdad. La reflexión de Lolita como una interpretación mayoritaria de historia de amor todavía dura hasta hoy en las diversas reediciones, lo que genera un pensamiento hegemónico del que es muy difícil salirse, y fue donde yo caí. Creo que la hija de Lolita investigó y se conformó con saber ella la verdad. Solo con la muerte quiere que la verdad se conozca, quiere descorrer ese velo. Ya no le importa, porque va a morir.
P.- No ha encontrado referentes de gente que se haya rebelado contra esa concepción hegemónica?
R.- Los únicos que he encontrado que tengan una interpretación diferente han sido Martin Amis y Juan Villoro, que se postulan en el lado contrario y afirman que Lolita fue una niña abusada. De hecho ésa es la interpretación que hubiera querido Nabokov que se le diera a la novela. Yo me adhiero a los tres y camino en esa dirección.
P.- Confrontar en las páginas centrales a Dolores Schiller, con Humbert Humbert es casi como enfrentarlo a Lolita, como ponerlo ante su víctima.
R.- Así es. Si Lolita hubiera podido se hubiera resistido a su abuso, y su hija va a saldar la deuda, a decirle "Usted es un violador". Además no lo puede perdonar porque él no se arrepiente, dice que volvería a hacerlo. En realidad ahí me importa mucho porque Humbert Humbert es un personaje. Lo volvería a hacer porque no tiene opción, está en su naturaleza.
P.- En esa conversación refleja esa diferenciación entre creador y personaje.
R.- Precisamente. Quería exponer la idea de cómo el creador puede estar movido por una obsesión idéntica a la de su personaje pero sin hacerla nunca realidad. ¿Por qué?. Precisamente porque es el personaje el que lo hace realidad. Esta es una diferencia rotunda en la vida de un escritor. Podemos exorcizar fantasmas, obsesiones y miedos, sin llevarlos nunca al acto, mientras que nuestros personajes sí lo hacen.
P.- Llama la atención la falta de deseo sexual de Dolores en contraste con su madre, cuya sexualidad le fue impuesta por Humbert.
R.- Ella es una mujer que no tiene deseo sexual, que ha explorado con hombres y mujeres para tratar de despertar ese anhelo y no lo ha logrado. La explicación que da, con la que ella se defiende de sí misma, es una explicación mágica, y es que la aversión de su madre le llegó a ella a través del cordón umbilical. Con esto trato de insistir en que Lolita tuvo una sexualidad invasiva e impuesta, y que el horror de esa sexualidad tiene efectos.
P.- La novela finaliza con un epílogo que pretende autentificar el texto, ¿por qué lo incluye?
R.- Por rizar el rizo. El epílogo es mentira, pero hago parecer que es verdad, lo que a mí me encanta porque establece un diálogo más imbricado entre la realidad y la ficción. Parto de la base de que no existe la no ficción, porque no podemos capturar la realidad con las palabras ni con la literatura. En todas las historias, hasta en las que relatan la realidad hay que inventar algo, porque nuestra memoria y nuestro pensamiento siempre construyen una realidad alternativa.