Lara Almarcegui. Ilustración: Luis Parejo
Documenta descampados y cataloga terrenos baldíos. Habla de la ciudad y de sus márgenes. Es el campo de batalla de Lara Almarcegui (Zaragoza, 1972), una de nuestras artistas más internacionales. Toneladas de sensatez.
Viaje alrededor de la luna de Julio Verne, y el último de Banana Yoshimoto.
¿Hay alguno que haya dejado por imposible?
El hombre sin atributos. Pero lo retomaré alguna vez.
¿Con qué escritor o artista le gustaría tomar un café mañana?
Lina Bo Bardi.
¿Cuántas veces va al teatro al año?
Dejé el teatro.
Cuéntenos la experiencia cultural que le cambió su manera de ver la vida.
La primera vez que vi arte contemporáneo y descubrí que el arte actuaba con la realidad: el arte tenía mucho más poder de lo que nunca había soñado y las posibilidades que se abrían eran inimaginables.
¿Padece el arte de descrédito?
Pensaba que había colas para entrar en la Tate Modern o el Reina Sofía...
¿Qué tópico del arte contemporáneo demolería?
Eso de que el arte contemporáneo es complicado. Me resulta mucho más directo e inmediato que cualquier otra forma artística tradicional.
En 2013 nos dijo que el pabellón español de la Bienal de Venecia pesaba 650 toneladas. ¿Cuánto pesa ser una artista española?
Lo más importante es trabajar donde te dejen, pero sí que hay momentos en los que me pesa el pasado colonial español...
¿Ha encontrado algún tesoro en alguno de los descampados que ha fotografiado?
Cabañas para gatos callejeros construidas por una vecina con fama de loca.
Uno de sus proyectos fue meterse en el subsuelo de Madrid. ¿Cómo es? ¿Hay vida ahí abajo?
Es arcilloso y húmedo. Tan blando y flexible que hay bolsas de agua de arcilla que explotan por las paredes.
¿Pecamos de hacer mala prensa del arte español? ¿Nos tiramos piedras sobre nuestro tejado?
Lo grave no son las críticas violentas al arte español sino la falta de apoyo cuando empiezas: la ausencia de escuelas, el no poder ver arte contemporáneo porque no hay exposiciones, el desierto.
Una vez que dijo que el artista es un chivo expiatorio...
Es una frase de mi amigo David Maroto referida a cómo el populismo de Holanda ha creado chivos expiatorios para generar unidad; primero, la tomaron contra el Islam, luego contra el sur de Europa, para terminar contra la cultura. Volvieron a la sociedad contra el arte ayudando así al gobierno a justificar los recortes. En resumen, que por mucho que se odie una exposición, nunca hay que dar argumentos al gobierno para que recorte en cultura.
¿Tiene amor u odio por la arquitectura?
Necesito entender cómo se construye el espacio que me rodea pero, a la vez, tengo un rechazo visceral al exceso de construcción. En conferencias de arquitectura, sudo de rabia en la silla, ese cabreo me pone a trabajar.
¿Qué música está escuchando? ¿Es de iPod o de vinilo?
Radio clásica. Todos los domingos hay un concierto.
¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?
La crítica me acerca al trabajo de los otros como espectadora.
¿Es usted de las que recela del cine español?
Al contrario.
¿Cuál es la película que ha visto más veces?
Zabriskie Point y su final con el contenido del Hotel resort tras la explosión flotando sobre el cielo azul: el pollo, la nevera, todos los objetos en trocitos suspendidos en el aire.
¿Qué libro debe leer el presidente del Gobierno?
Walden de Thoreau debería de ser leído por todos con urgencia.
¿Le gusta España? Denos sus razones.
Estoy a gusto, igual sólo porque he nacido aquí. Hay muchos aspectos que prefiero de otros países.
Regálenos una idea para mejorar nuestra situación cultural.
Tengo tanta manía a centros comerciales y parques temáticos que les responsabilizo tanto de la destrucción de la ciudad y del espacio público como del estancamiento de la cultura que sufrimos hoy.