Charo López
La actriz estrena Ojos de agua, una pieza escrita y dirigida por la compañía Ron Lalá que revisita la historia de La Celestina de Fernando de Rojas
Pregunta.- ¿Cómo surge la idea de rescatar la figura de la alcahueta más conocida por todos?
Respuesta.- La obra es tan atractiva, tan preciosa y tan querida por el público... el caso es que cuando me encontré con el autor, Álvaro Tato, me preguntó qué me gustaría hacer, le conté por encima lo que me apetecía, de qué hablar y salió La Celestina. Escribió un texto muy del estilo de Ron Lalá, que para mí, no tengo pudor en decir que me parece una pieza soberbia casi tan hermosa como En un lugar del Quijote, anterior a esta. Es una maravilla porque es el personaje de la Celestina pero contado a través de un juglar, que soy yo, que no es la Celestina. No es la Celestina sino a propósito de la Celestina. Todo lo que un juglar puede decir y cantar sobre el amor, la pasión, la muerte, el sexo... es una tragicomedia, lo cual la convierte en una pieza atractiva. Para mí es la obra más difícil y más adorable que he hecho nunca.
P.- ¿En qué reside la dificultad de este personaje?
R.- Tiene la dificultad, de que aparte de ser un monólogo de 30 folios, habla en castellano antiguo. No puro porque entonces no habría quien lo dijera pero tiene una agüita o dos y esta es la dificultad. Tampoco es una historia narrativa que tenga desarrollo, centro o final como en la comedia tradicional. Es en torno a mil sucesos que lo ocurren a la Celestina y también la suerte de releer la obra interpreto a Sempronio, Melibea, a Calisto. Es una gozada. Es un regalo que me ha hecho la profesión y Ron Lalá, por encima de todo.
P.- Ron Lalá parecía la compañía perfecta para llevar a cabo este proyecto. ¿Cómo ha sido trabajar con Yayo Cáceres y Álvaro Tato?
R.- Es un grupo emergente que empezó hace 10 años haciendo cosas pero siempre un poco en la sombra, ellos no han tenido voracidad de entrar en los medios, han ido creciendo, aprendiendo y de pronto han hecho tres o cuatro obras seguidas estupendas. Siglo de Oro, En un lugar del Quijote y esta, que me parece que es la cumbre, Ojos de agua. Además, Yayo Cáceres es un director que te da mucha libertad pero te exige también mucho. Creo que las escenas, aunque presumo de haber hecho obras bonitas, las escenas más hermosas me las ha montado él, que tiene un vuelo especial. Y me he sentido muy bien y me siento con ganas de salir a trabajar.
P.- También hay música en directo durante la obra
R.- Hay mucha música, guitarra y voz. Son tan buenos... Uno es músico y el otro músico, cantante y actor, los dos muy jóvenes. Hay cuatro generaciones, la de Yayo, la generación Ron Lalá, los chicos a los que han formado y yo, que soy la yaya. Hemos conjugado muy bien y como yo soy la única chica, me han tratado fenomenal. Ser chica a veces es muy bonito.
P.- De hecho Ojos de agua comienza tres años después de lo que cuenta Fernando de Rojas en su obra.
R.- Exactamente. Es todo pura imaginación porque podría haber empezado seis o siete después. Lo importante es que gira en torno a un personaje profundamente rico, hondo, es lista, pérfida. Es de todo la Celestina, alcahueta, sabia, un personaje tan importante del teatro clásico, a la altura de El Quijote. A la altura o más.
P.- Ella, al fin y al cabo, es víctima de su propia astucia
R.- Claro, pero es que ella dice 'hice mi labor, mi vida'. Hizo lo que hoy hacemos, hacer nuestro trabajo y ser independiente. Es un personaje moderno. Es una mujer libre y, como tal, bruja. Sus reyes son su vida, a ella no la domina nadie, ella sirve para ir enganchando a unos con otros, haciendo amores y desamores. Es una alcahueta y hechicera, lo es todo.
P.- Se habla del amor y la belleza, que son dos conceptos universales, pero que a medida que la sociedad se ha desarrollado, han cambiado nuestra forma de gestionar estos conceptos. Caminamos hacia la superficialidad. ¿Qué tiene que decir sobre esto el personaje?
R.- Creo que sí, lo que sería el brillo de esta función es cómo el personaje del juglar, que va contando todo, de pronto decide desdramatizar la belleza, la muerte y valorar al mismo tiempo la juventud, la mocedad, pero poniendo en entredicho que la mocedad se entera a medias de lo que pasa en el mundo. Que la mocedad no cuenta con que un día van a ser ancianos. El precio de la belleza es tener la lucidez de que se va a perder. Es un combate a brazo partido para que eso no ocurra y es una locura porque si uno siempre desea ser joven y bello ha perdido la batalla de la vida. Celestina es una mujer tan sabia que disfruta con la juventud de los demás. Ella ha llegado a la vejez y asume, la quiere y la disfruta. No echa de menos la juventud, recuerda su vida y sabe que fue guapa y joven pero su vida, cuando la sorprende de anciana, sigue viviendo de sus negocios, sus líos y trapicheos. No para.
P.- En esta pieza está huyendo de algo, de sus pesadillas
R.- Ella llega a un monasterio herida porque ha habido una situación... En efecto, ella sigue soñando que la persiguen con antorchas, que la van a quemar en vida, que, por otro lado, es la obsesión de toda bruja. Y ahí empieza la obra Ojos de agua.
P.- Ahora que están a punto de estrenar esta pieza, ¿ve algún tipo de mejora en el panorama teatral?
R.- Creo que pese a todo el teatro está saliendo adelante, se están haciendo buenas obras y la gente está trabajando. Imagino que sigue habiendo muchas dificultades y problemas. El teatro sigue siendo la hermana fea y tonta de la cultura pero pese a eso es una maravilla lo que está surgiendo, todos los grupos emergentes, etc. Me parece fabuloso. Pese a todo, están las salas llenas y hay una variedad enorme de géneros. El teatro está herido pero nunca va a estar herido de muerte, es imposible.