Pedro Casablanc (Sevilla, 1963) está íntimamente ligado al Teatro de la Abadía. Forma parte de la primera generación de actores que desarrolló su formación en la institución dirigida por José Luis Gómez, entre los que también se encuentran interpretes de la talla de Carmen Machi o Beatriz Argüello. Ahora regresa a casa ya curtido en mil batallas para celebrar los 20 años de este escenario madrileño y lo hace de la mano del director del Festival d'Avignon, Olivier Py, en Hacia la alegría, una obra que forma parte del proyecto europeo Cities on Stage/Ciudades en Escena, una ambiciosa colaboración internacional que centra la mirada teatral sobre la ciudad. En Hacia la alegría un hombre se levanta en mitad de la noche, movido por una especie de presentimiento que le empuja a vestirse y a correr por la ciudad. Es un arquitecto que ha perdido la energía espiritual necesaria para la creación artística. Es Pedro Casablanc en un tour de foce que merece la pena.
Pregunta.- ¿Cuándo llegó este proyecto a sus manos?
Respuesta.- Mi participación en esta obra surgió a raíz de mi trabajo en la comedía francesa Le Prix Martin de Eugène Labiche que representamos en el Théâtre de l'Odeón en 2013. Mi trabajo en esta obra interesó a Olivier Py y se puso en contacto conmigo. Además contaba con el aval de José Luis Gómez en el Teatro de la Abadía. Estuve hablando con Olivier en París y en seguida nos pusimos de acuerdo. Fue todo muy natural.
P.- ¿Qué significa para usted ponerse a las órdenes de Olivier Py?
R.- Lo que esta obra significa para mí, más que ninguna otra cosa, es la posibilidad que me brinda de celebrar los 20 años de vida del Teatro de la Abadía. Yo fui uno de los que lo abrí con compañeros excelentes como Beatriz Argüello o Carmen Machi por eso es muy especial para mí... Después la oportunidad de trabajar con Olivier Py es un lujo porque es un director que además es un intelectual, músico, poeta... Tiene muchas habilidades fuera de lo común y está abriendo caminos.
P.- ¿De qué trata Hacia la alegria?
R.- Es un texto que tiene una gran carga filosófica y crítica. Apunta a la mercantilización y al consumo... Al hastío que produce en la clase alta tenerlo todo a disposición. A la falta de identidad y de valores y al aprecio a la fama que hay en la sociedad. Es un viaje en una noche, similar al que se produce en el Ulises de Joyce. Un tipo sale de casa, anda y va reflexionando acerca de sus 50 años de vida, de unos éxitos que no le han colmado de la felicidad y la alegría que buscaba en origen. La obra también se detiene a meditar acerca de lo artificial que es todo y la ingente cantidad de mentiras que necesitamos para sobrevivir. Pero también es un manifiesto de alegría mística que pretende llegar a las esencias, a la infancia.
P.- ¿Qué retos le planteaba este papel?
R.- El papel es un autentico tour de force por el hecho de estar solo en escena durante una hora y diez minutos y sobre todo porque es un trabajo muy físico. No solo tengo que hablar sin parar sino que tengo que correr, saltar... es casi una danza hablada. Para ello es trascendental la excelente música de Fernando Velázquez. Este hombre, durante la obra, llega a un estado animal donde cree que ha alcanzado cierta independencia de sus ataduras. Hay un grito de libertad muy interesante de interpretar.
P.- Esta obra forma parte de la iniciativa Ciudades en Escena. ¿Cuál es la idea que aporta la obra sobre la ciudad?
R.- La ciudad en Hacia la alegría es un depósito o contenedor de personas, de libertades, de esperanzas y de angustias cada vez más sometido al consumo, a la banca, a la corrupción... Un espacio donde es complicado pararse a disfrutar de lo sencillo. La imagen no es nada positiva sino triste y oscura.
P.- ¿Tiene la escenografía un peso importante en la obra?
R.- Bastante pesada sí que es... [Risas] Es una gran escenografía que cumple a la perfección su cometido. Es muy cinematográfico y da pie a un juego de sombras casi neorrealista. Es una obra que igual se podría hacer sin nada pero la admiración de Py por Wagner y por lo sacro la hace muy operística, en continuo movimiento.
P.- ¿Por qué cree que el monólogo es un género tan de moda?
R.- Me parece que el inconsciente colectivo es el responsable de que los directores se pongan a hacer monólogos. Debe de ser una confluencia astral porque no creo que se deba a la crisis o a que sea más barato.
P.- ¿Cómo ve la situación del teatro en la actualidad?
R.- A nivel de espectadores está difícil llenar un teatro. Además, cada vez hay más talento pero menos apoyo institucional. Dicen que estamos remontando pero con Ruz Barcenas nos costó llenar el Teatro del Barrio. La gente prefiere quedarse en casa. Después me da pereza el tema del 21 %, ya se ha dicho todo. Tenemos un gobierno que no necesita la cultura. Todas estas renuncias a Premios Nacionales me parecen una respuesta muy clara al gobierno pero creo que no les afecta.