Parece mentira pero ésta es la primera exposición de este fotógrafo incombustible que ha trabajado en los dos principales periódicos -empezó en El País hasta que lo dejó por El Mundo en 1995-; ha sido comisario de muestras de otros fotógrafos como José Manuel Navia o Ramón Masats -quien le "devuelve" ahora la pelota encargándose junto con Alberto Anaut de esta selección- y ha fotografiado a lo largo de sus 37 años cámara en mano a políticos -de Adolfo Suárez a María Teresa Fernández de la Vega-, actores -de Sara Montiel a Penélope Cruz-, intelectuales -de Cela a Vargas Llosa-, artistas -Antonio López-, directores -Pedro Almodóvar-, banqueros, jueces, médicos... Todos ellos están en esta muestra que, organizada por la Comunidad de Madrid, dentro de la sección oficial de PHE 2014, podrá verse en la sala Alcalá 31 hasta el 27 de julio. También, por primera vez, se publica un libro con sus imágenes. Y es que Chema Conesa (Murcia, 1952), que ha editado volúmenes de casi todos los fotógrafos españoles como responsable de Colección PHotoBosillo de La Fábrica y de muchos internacionales -W. Eugene Smith, Dorotea Lange-, tampoco tenía libro. "Yo exponía todas las semanas con mi trabajo en prensa -dice- y luego como comisario y editor me he centrado en cosas que me interesaban más que mi trabajo". A pesar de todo, asegura que todo este "autobombo "se lo toma ahora con naturalidad. Pregunta.- Comisario de muchas de las exposiciones de los grandes fotógrafos españoles, no ha querido hacer la selección de su propio trabajo para la ocasión, ¿por qué? Respuesta.- Precisamente por eso. Sé que el fotógrafo es el peor comisario de uno mismo así que me he puesto en manos de los comisarios de la exposición. En realidad, creo que la fotografía deja de ser del fotógrafo y pasa a ser del público, y que el fotógrafo debe de dar un paso atrás. Alberto Anaut y Ramon Masat son viejos conocidos. Anaut ha sido mi jefe en el periódico y en La Fábrica y a Masats le he comisariado dos veces. Así que, ¿quién mejor que ellos? P.- Retratos de papel. ¿A qué viene el título? R.- Son retratos hechos para ser impresos en papel. De hecho, es la primera vez que los veo ampliados a este tamaño y a esta calidad. P.- ¿Y cómo las ve con este nuevo estatus de obra expuesta? R.- La fotografía vive aquí con una especie de soledad necesaria. Dentro del periódico va apoyada por los textos que le otorgan una connotación literaria. Aquí está desnuda, muestra personajes que permiten recordar, que vemos ya como icono de lo que han sido y de lo que fue su imagen publicada. Convertimos en iconos públicos a los personajes que fotografiamos. Ahora son solo fotos y no portadoras de mensajes. P.- Aunque ha hecho otro tipo de imágenes, mandan los retratos, ¿no se siente un poco retratista de la corte? R.- Me siento representante de una época determinada en la que he tenido la fortuna de trabajar para los dos periódicos importantes y eso me ha permitido acercarme a personajes a los que he llegado por representar a un medio no por ser yo. La ventaja es que accedo a ellos y la desventaja es que soy anónimo: ninguno se acuerda hoy de mí, en todo caso recordarán el trabajo periodístico. La mayoría son retratos hechos en el contexto de una entrevista y realizados en los 15 minutos que solemos disponer cuando acaba el periodista. P.- Pero eso fue al principio, luego empezó a realizar un retrato más pensado, más preparado. ¿A qué deja paso la espontaneidad de aquellas fotos? R.- Al montaje, a la cinematografía. Esto es parte de la evolución de los suplementos dominicales que, con el tiempo, empiezan a demandar que el personaje interprete algo. Es parte de la sociedad del espectáculo en la que vivimos y en la que el derecho a la interpretación inunda el derecho a la información. Entramos casi en el terreno de la publicidad. Es una evolución en todos los medios. De la sobriedad del disparo al 'qué hago, quién me peina, de qué me visto'. P.- Empezó en el periodismo primero de redacción y luego fotográfico, aunque ahora vea el partido desde casa: ¿Cómo ve el mundo del periodismo hoy? R.- Atravesando una grave crisis, como todos sabemos. Pero además de la crisis empresarial hay otra: el mundo se ha diversificado, es plural, y eso da pie a pensar que cualquiera puede ser periodista. Es un proceso paralelo al de la fotografía: antes el fotógrafo era un alquimista, un mago y ahora cualquiera hace fotos. Pero no todo el mundo tiene algo que contar. La fotografía es un lenguaje y tiene que haber algo que contar. Y lo mismo pasa en el periodismo: está vivo pero hay que separarse de la sociedad de consumo y de la rentabilidad a toda costa. Hay que volver a la idea de que una democracia sin periodismo no es democracia y el periodista debe ser siempre un profesional y un vigilante de la democracia. P.- Las fotos de un Jomeini exiliado en Francia, las elecciones de 1979, Tierno Galván, el accidente de avión del 83... ¿Cuál es la foto que más le impactó de aquellos años? R.- Las fotos todas son un momento mágico y con lo que te quedas es más con el personaje que con la foto. Ha habido buenas fotos pero en las el personaje no me ha dicho casi nada... Si tengo que elegir me quedo con un Miguel Delibes cazador en un día de bruma en el campo, cerca de Valladolid. P.- Director de la Biblioteca de Fotógrafos Españoles de La Fábrica, un proyecto abierto todavía y que ha editado libros de todos los fotógrafos españoles, ¿quién le queda? R.- Queda mucha gente porque hay una generación de fotógrafos magníficos que la crisis ha aplastado. Se han ido fuera a trabajar para otros medios. El Word Press Photo y las agencias internacionales los reconocen. Es una generación que tiene mucho que decir. P.- Comisario de exposiciones de fotografía y jurado de importantes premios, ¿qué valora en una fotografía? R.- Valoro la idea del fotógrafo, la mirada. La fotografía es una forma de mirar. Detrás de cada imagen hay una persona y es ese ojo al que me gusta premiar. No me fio de la foto impactante y maravillosa sino de la labor callada de una serie de fotos. P.- Estos últimos años se ha dedicado también a la labor ingente que ha sido recuperar y formar el Archivo fotográfico de la Comunidad de Madrid: ¿qué sorpresas le ha deparado? R.- La mejor sorpresa es que hay mucha fotografía maravillosa escondida. Lo peor es darse cuenta de que hay demasiados archivos sin posibilidad de conservación, de la inanición ante estos fondos. Parece mentira que no haya una Casa de la Fotografía en este país para conservar legados que están desapareciendo porque muchas familias no saben qué hacer con ellos o simplemente desconocen su valor. P.- ¿Cómo ha cambiado la fotografía con la aparición de la tecnología digital? R.- Ha cambiado sobre todo el talante de la gente. La fotografía digital es un homenaje a uno mismo. El selfie, por ejemplo, muestra claramente que la foto se hace para pasarlo bien, para disfrutar un momento y podo más. No hay que darle más importancia. La fotografía empieza cuando alguien tiene algo que contar. Todos sabemos escribir pero no todos somos escritores. P.- ¿Si tuviera que elegir a un fotógrafo español cómo maestro? R.- Catalá Roca es el maestro de maestros, el primero que empezó a imponer su visión personal a sus fotografías. A nosotros nos salieron los dientes admirando su trabajo. P.- ¿E internacional? R.- Hay mucho campo, pero si tengo que elegir a uno me quedo con Richard Avedon, por su fotografía como forma de autorretratarse. P.- ¿A quién le queda por fotografiar, alguien a quien no haya podido inmortalizar? R.- Me interesa todo el mundo. Estoy dispuesto a morir haciendo fotos. Espero que esto sea un impas y seguir fotografiando siempre, claro, que no sea una acción publicitaria. Yo busco algo más: poder opinar a través de las fotos, ese es el retrato que me interesa.
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