Jacobo Dicenta caracterizado como el Buscón.
El actor lleva a escena El Buscón, de Quevedo, en el Teatro Infanta Isabel de Madrid.
Pregunta.- ¿Cómo se llevan Jacobo Dicenta y don Pablos?
Respuesta.- Meterse en la piel del Buscón es un reto, al tratarse de un monólogo, y una experiencia fantástica. El texto de Quevedo es una delicia y la versión de Daniel Pérez es estupenda. Contamos la historia de este personaje al que me gusta denominar superviviente, no perdedor, que intenta salir adelante a pesar de los varapalos que recibe continuamente y hacer las cosas de manera honesta.
P.- Siempre que se lleva a escena un clásico de la picaresca decimos el tópico de que sigue vigente porque es un rasgo genético de nuestro carácter. Pero en la España de hoy parece más cierto que nunca.
R.- Los grandes clásicos son clásicos porque siguen vigentes. Pasan los siglos y el humano no cambia demasiado. Además, el espectador descubrirá en este Buscón frases concretas que demuestran que está más vivo que nunca, como cuando le dice su padre: "Quien no hurta en el mundo, no vive. ¿Por qué piensas que los alguaciles y jueces nos aborrecen tanto? Porque no querrían que, adonde están, hubiese otros ladrones sino ellos y sus ministros".
P.- Aparentar tener más de lo que se tiene es un tema que también aparece en El Buscón y que hoy nos sigue distinguiendo.
R.- Si nos referimos a eso que se dijo de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, no estoy de acuerdo. Nos han hecho vivir por encima de nuestras posibilidades. Los bancos nos han puesto por delante las hipotecas y nos han dicho: "Adelante, esto lo puedes pagar perfectamente". Aparte de eso, es cierto que la obra describe la vida en la corte y los inventos que hacían los caballeros para poder comer, cómo remendaban sus ropas y las reconvertían para sacarles partido. A veces no llevaban ni camisa, sólo el cuello, que era lo que se veía.
P.- ¿Qué lugar ocupa Quevedo entre sus clásicos preferidos?
R.- Uno de los primeros del escalafón. Hacer esta obra ha sido un redescubrimiento, o un descubrimiento, mejor dicho, porque realmente la primera vez lo leí obligado en la escuela, así que no me lo leí muy a fondo. Fomentar la lectura mediante la obligación no es eficaz. He descubierto verdaderamente el texto a raíz de este montaje. Quevedo tiene retranca, mala baba y una ironía fina, fina. Recomiendo a los espectadores leer la novela antes o después de ver la función. La gozarán como yo la gozo al subirla al escenario.
P.- ¿Cómo es esta versión de Daniel Pérez?
R.- Hemos seleccionado los episodios más importantes de la novela y que dramáticamente nos permitían ponerlo encima del escenario:su infancia, su estapa con el licenciado Cabra, su etapa en la Universidad de Alcalá, la visita a su tío en Segovia, que es muy heavy...
P.- De todos los lances y anécdotas de la vida del Buscón, ¿cuál es su preferido?
R.- Disfruto mucho haciendo la brutal descripción del licenciado Cabra, también cuando describo cómo los caballeros aparentaban en la corte, y la visita a casa del tío.
P.- El mágico prodigioso, Romeo y Julieta, Peribáñez y el comendador de Ocaña... Tiene bastante experiencia con los clásicos. ¿Los afronta de manera distinta que los textos contemporáneos?
R.- No, el enfoque es el mismo. Afortunadamente, el verso me resulta muy accesible y cercano. Intento que al espectador no le choquen las expresiones antiguas ni hablar en verso, y creo que lo consigo. Los conflictos de los personajes, de dónde vienen y adónde van, se trabaja igual en textos clásicos y contemporáneos.
P.- ¿Cómo ve la situación del teatro español usted que pertenece a una saga centenaria de nuestra escena?
R.- Por un lado veo que estamos mal con el 21% de IVA, pero aunque no fuera tan alto, hay mucha gente que no tiene dinero para comer. ¿Cómo van a ir al teatro? Los cines sólo se llenan cuando ponen las entradas a 3 euros. Yo cada noche agradezco enormemente salir al escenario y ver un montón de butacas llenas, es un esfuerzo cada vez más grande para el público. Por otra parte, veo una explosión de creatividad, sobre todo en formatos pequeños como Microteatro por dinero o La casa de la portera, que me hace amar aún más mi profesión.