Juan Gabriel Vásquez publica 'Las reputaciones' (Alfaguara)

El escritor colombiano publica 'Las reputaciones' (Alfaguara).

Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) dice que con cada uno de sus libros trata de rebelarse contra el anterior. Teniendo en cuenta que El ruido de las cosas al caer, la novela que precede a Las reputaciones, se alzó con el premio Alfaguara de Novela en 2011 y consiguió el beneplácito de la crítica, podría haberse previsto que su sucesora mantuviera ciertos patrones. Pero el escritor colombiano ha querido desmarcarse con una novela corta que rompe en formato, voz narrativa e intenciones con la anterior. En ella, el escritor colombiano retrata a Javier Mallarino, un caricaturista de gran prestigio, capaz de tumbar un gobierno con tan solo papel y lápiz. Sin embargo, su éxito a nivel tanto personal como profesional se pondrá en tela de juicio a raíz del inesperado encuentro con una mujer de su pasado.



Pregunta.- ¿Cuál fue el germen de esta novela?

Respuesta.- Las reputaciones surge de mi interés por la figura de Ricardo Rendón, un gran caricaturista colombiano que alcanzó mucha influencia y poder. Sus libros de caricaturas son una especie de historia oficial de la Colombia de los años 20. Yo tenía esos libros de pequeño y su trabajo me ha acompañado siempre. Por tanto, Rendón era para mí una especie de fantasma que siempre estuvo cerca. La primera idea era escribir sobre él pero después me di cuenta de que era más interesante crear a mi caricaturista en el momento presente para hablar de ciertos temas que me interesaban. Sin embargo, lo construí con la idea de que fuera heredero de Rendón.



P.- Hablamos de una obra que se podría calificar como novela corta. ¿Esto fue premeditado o simplemente surgió así?

R.- La novela corta es un género que siempre me ha gustado como lector. Es una familia donde hay libros muy importantes para mí como las novelas de Henry James o Saul Bellow. Desde La muerte de Ivan Ilich hasta El gran Gatsby. Cuando construí el personaje, por una cuestión de intuición, pensé que lo mejor era este formato pero la selección siempre es algo irracional. Piensas en lo que más le conviene a la historia pero es muy difícil explicar el proceso mental por el que se llega a una conclusión. Además, puede ser que te des cuenta de que te has equivocado.



P.- ¿Cómo entiende esta novela dentro de su obra literaria?

R.- Desde mi punto de vista hay dos tipos de novelistas. Por un lado, los que encuentran una misma manera de hacer las cosas como puede ser Javier Marías. Por el otro, quienes intentan rebelarse contra el libro anterior y eso es lo que me pasa a mí. Las reputaciones rompe con El ruido de las cosas al caer, mi anterior novela, en formato, voz narrativa e intenciones. La anterior era una narración de la historia de un país. Esta es una narración íntima con una memoria personal y privada. Pero las obsesiones sí que son las mismas: el pasado, la memoria, la vida...



P.- ¿Y cómo nos relacionamos cada uno de nosotros con nuestra propia memoria?

R.- Eso era lo que me preguntaba y, en realidad, no comencé a escribir pensando en estos temas. Las novelas normalmente son más inteligentes que los autores. Este tema no lo tenía previsto pero si surge hay que seguirlo. La historia comenzó como una reflexión de la vulnerabilidad de la imagen pero acabó convertida en un acercamiento a lo incierto de la memoria y sus trucos. El hecho de que podamos montar la memoria a través de recuerdos que puedan ser falsos y que es lo que ocurre cuando esto nos sucede.



P.- Mallarino es un caricaturista capaz de influir de manera palpable en la política del país. ¿Qué otorga a la caricatura este poder?

R.- En la tradición latinoamericana, que surge a partir del siglo XIX, quizá la figura más temida de los periódicos eran ellos. Su poder viene del humor. Un humor profundamente subversivo y corrosivo y, en muchas ocasiones, más dañino para un político que una columna. Este ingrediente afecta directamente a la máscara pública y a eso se refería el gran Rendón cuando definía la caricatura como un aguijón forrado de miel. Un humor incisivo pero rodeado de una sonrisa. Eso lo hace a veces molesto y penetrante pero muy eficaz.



P.- En su libro existe una clara tensión también entre la vida privada y la pública. ¿Vamos hacia un mundo en el que lo privado va a quedar barrido por las redes sociales, las nuevas tecnologías...?

R.- La distinción con la que hemos vivido tan cómodamente de vida pública y privada esta perdiendo sentido en este momento en el que una frase descuidada puede dar la vuelta al mundo en tres segundos. Todos somos ahora materia pública enfrentada al escrutinio de millones de personas lo que modifica las reglas de nuestra vida. Los políticos insulsos que tenemos son producto del miedo a este escrutinio. Incluso nosotros mismos nos estamos convirtiendo en esta clase de políticos insulsos. Nuestras reglas de convivencia se modifican sin remedio.



P.- Otra de las constantes de su obra es Colombia. ¿En qué momento se encuentra su país?

R.- Es un momento difícil pero interesante. Colombia acaba de salir de 8 años de un gobierno reaccionario e irrespetuoso con la democracia. El país se encuentra tocado moralmente y se enfrenta a debates muy importantes como el proceso de paz, la legalización de la droga o el matrimonio homosexual que implican a la sociedad civil y que van a definir en gran medida su futuro. Desde mi posición yo intento colaborar para que tome el rumbo que considero adecuado.



P.- Ha retomado hace poco su vida en Colombia tras residir en Barcelona. ¿Percibe un mayor optimismo en este momento en Suramérica en comparación con Europa?

R.- No lo sé. En Latinoamérica no se vive un momento social bueno. Nuestras democracias tiene un mal endémico que es la corrupción. El PIB sube pero no tiene utilidad práctica. Yo no soy tan optimista desde ese punto de vista. Por otro lado, Europa me preocupa mucho. El descontento con esta crisis se está convirtiendo en un debate acerca de cuestiones democráticos y los frentes extremistas se están expandiendo a gran velocidad. Esto es una consecuencia clara de la irresponsabilidad de los partidos democráticos.



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