El dramaturgo y director Juan Carlos Rubio. Foto: Sergio Parra
Su obra 'Arizona', en torno a la inmigración, los fanatismos y el miedo al otro, se estrena hoy en el María Guerrero en un montaje de Ignacio García | Además, dirige 'La monja alférez' en el María Guerrero
Pregunta.- Escribió Arizona en 2005, cuando a España todavía le sonreían las cosas. Vaya si ha cambiado el panorama...
Respuesta.- Sí, te das cuenta de que la vida es circular. Entonces éramos una potencia y estábamos acostumbrados a que llegaran inmigrantes aquí buscando una vida mejor. Ahora somos nosotros los que tenemos que irnos, es una paradoja. La escribí al hilo de una noticia que hablaba de unas patrullas ciudadanas de Estados Unidos que vigilaban la frontera para "reflexionar con sus vecinos del sur", o sea, para impedirles el paso a los mexicanos ilegales. Me pareció una imagen muy teatral y me sirvió para hablar de fronteras físicas y mentales. Cumple las dos misiones del teatro, entretener y ser una crónica.
P.- Arizona funciona como una gran metáfora.
R.- Sí, una metáfora del miedo a lo desconocido, un miedo que se puede concretar en ese mexicano que viene a "invadirte" o en la persona con la que vives. Habla de los fanatismos, de la falta de capacidad para cuestionar... es una obra que se pregunta qué son las fronteras, por su artificialidad. Es un texto con muchas capas, porque tiene humor, ironía, música, drama...
P.- Es su obra más social.
R.- Sí, pero yo no lo llamaría teatro social. Quiero decir que todo el teatro lo es en cuanto a que un autor elige una historia y la cuenta desde su punto de vista. Pero sí es un teatro comprometido.
P.- Se está viendo más dramaturgia de este corte, relacionada con problemas políticos, sociales y económicos.
R.- La cartelera de Madrid es múltiple y tiene muchas obras comprometidas, pero lo comprometido no siempre es lo más visible. De todas formas, la comedia también puede ser una buena herramienta para abordar temas serios y en esta obra también hay humor. Ignacio García ha hecho un fabuloso montaje con dos actores en estado de gracia. Estoy feliz y orgulloso.
P.- Y además tiene su montaje de La monja alférez en el Español. Nada de crisis en su planeta.
R.- Estoy muy contento, sí, no puedo quejarme. El público ha conectado muy bien con La monja alférez y yo he disfrutado mucho dirigiéndola.
P.- Hoy hay mucha gente en la escena que se reinventa. ¿Usted por qué decidió que sería también director además de autor?
R.- Lo de dirigir no es nuevo, empecé en 2005 con Humo. Al principio me resistía pero luego me ha atrapado. No lo hice por necesidad sino por el placer de reencontrarme con los actores de manera más directa. Cuando tienes intérpretes tan preparados y magníficos como ha sido mi caso en La monja alférez eso te ayuda dirigir, es sano e interesante para un actor dirigir, para un director escribir... no deben ser compartimentos estancos. Debemos ocupar el lugar del otro, algo que está muy relacionado con Arizona.
P.- Hace unos meses me decía que los escenarios estaban huérfanos de dramaturgos españoles. Parece que ha cambiado esta situación en poco tiempo.
R.- Me desdigo y me alegro mucho de que uno se queje de que las cosas y las cosas vayan mejorando. Se ha demostrado que al público le encanta el teatro español, igual que pasa con las producciones españolas para televisión. Ernesto Caballero ha hecho en lo público una programación muy volcada en España, digna de aplauso. Me parece fundamental que un teatro nacional apoye a nuestra dramaturgia.