Emmanuel Carrère fue novelista en el más puro significado de la palabra hasta 1999. Cinco novelas a sus espaldas y otros tantos galardones habían convertido en un autor de éxito a este parisino nacido en 1957 e hijo de la politóloga francesa especializada en historia de Rusia Helène Carrère d'Encause. Pero hete aquí que un buen día Francia entera quedó sacudida por un brutal crimen múltiple a manos de Jean Claude Romand, un médico de prestigio que, en 1993, acabó con la vida de sus padres, sus hijos, su mujer y su perro, y a punto estuvo de matar también a su amante. Carrère, impactado por la salvaje actuación de su compatriota, decidió escribir su historia, que culminó con la obra El adversario (Anagrama, 1999), un libro a medio camino entre la investigación y la memoria personal, más cerca del gran periodismo norteamericano que de la ficción literaria.
Pregunta. Ese fue un punto de inflexión en su carrera ¿no es cierto?
Respuesta. Sí, con este libro introduje un doble cambio en mi trayectoria. Por un lado me alejé de la ficción y por otro empecé a escribir en primera persona, algo que no había hecho nunca. A partir de ahí mis obras posteriores han sido distintas, lo que no significa que no vaya a volver a la pura ficción. Sino que solamente me estoy dejando llevar por lo que creo que debo hacer ahora, es algo un poco instintivo.
P. Muchos lo comparan con A sangre fría.
R. Sí, la obra de Truman Capote fue muy inspiradora para mí, y me sirvió de referencia, sobre todo en lo que se refiere a la gran investigación psicológica para entender los mecanismos y resortes que llevan a un hombre a cometer semejante acto de brutalidad. Hice un exhaustivo trabajo de documentación, para recabar todo el material necesario, y realicé muchas entrevistas. Y todo eso lo alterné con una profunda introspección en mis memorias personales. Fue un libro muy complejo de escribir.
El adversario, llevado al cine hasta tres veces, fue su primer y definitivo paso hacia el alejamiento de la literatura como ficción, ya que a partir de ahí Carrère profundizó en su tratamiento de la memoria y la indagación personal, temas que se reflejan en Una novela rusa (Anagrama), en la que investiga el pasado ruso de su familia materna, y De vidas ajenas (Anagrama), una aproximación al dolor que ocasiona la pérdida de los seres queridos.
P. ¿Le aburre la ficción?
R. ¡No! Me gusta mucho la novela como lector y, quién sabe, quizás más adelante la retome, pero ahora estoy en un momento de mi vida en que necesito trabajar la ficción vista desde otro punto de vista. Ahora necesito mirar alrededor porque lo que ocurre fuera me interesa muchísimo, y eso luego me permite además mirar en mi interior.
P. ¿Este nuevo camino literario le permite conocerse mejor a sí mismo?
R. La escritura ya es en sí misma muy introspectiva, puesto que uno ha de buscar en su interior para dar sentido y profundidad a lo que cuenta. Y eso ocurre tanto en novela como en no ficción.
P. ¿En cuanto a técnica cuáles son las diferencias?
R. Los recursos literarios son los mismos, sólo que cuando se habla de personajes reales hay que asumir la gran responsabilidad que entraña el hecho de poder herir y molestar a dichas personas. Hay ciertos riesgos que hay que tener muy presente.
P. ¿Alguna receta para que un libro funcione bien?
R. Nunca me he planteado así la escritura. Cuando me dispongo a escribir sólo pienso en que el tema y la manera de acercarme a él me apasionen a mí, sólo así puedo acometer este trabajo, ya que cada historia me ocupa unos cuatro años. Abordo la escritura como la transmisión de mi propia fascinación por lo que estoy haciendo, espero conseguirlo y compartir eso con mis lectores. De modo que en mi caso en vez de hablar de recetas o fórmulas, habría que hacerlo de un motor que se enciende cada día y que me impulsa a escribir. Lo que sí hay son recursos técnicos y estilísticos para lograr que la lectura resulte fascinante para el lector, y éste tenga necesidad de seguir pasando páginas para meterse en la historia.
P. En el caso de Limónov, el personaje real protagonista de su última obra, ¿qué es lo que le suscitó tanto interés?
R. Yo había escrito algo sobre él anteriormente, de manera que ya había profundizado en su biografía. Y llegó un momento en que lo vi como un personaje de novela picaresca y de aventuras, y a la vez como el resorte que me permitía escribir un libro de historia sobre un periodo que me interesa muchísimo, que es el fin de la Unión Soviética y la Rusia postcomunista. Lo que me maravilló fue que Limónov me brindaba la posibilidad de hacer dos cosas a la vez, una novela de aventuras al modo de Alexandre Dumas y un libro de historia.
P. Pero está claro que la personalidad de Limónov le resulta irresistible.
R. Por supuesto, ya que, como le decía, su vida está repleta de aventuras y peripecias. Nació en 1943 y ha sido escritor y activista político. Fundó el Partido Nacional Bolchevique y luchó en la guerra de los Balcanes. Estuvo en la cárcel. Malvivió en París, como clochard, luego se marchó a Nueva York donde fue secretario de un millonario... En fin, su vida está salpicada de hechos imprevisibles e incoherentes que tan pronto te hacen verlo como un fracasado o como un héroe carismático. Esa complejidad es irresistible para un escritor, es un material de lujo.
P. ¿Él ha leído su libro?
R. Sí, naturalmente. Sé que está contento del resultado, y no lo oculta. Se ha encontrado con una gloria inesperada y eso le ha hecho muy feliz. Estaba olvidado para mucha gente, y ese renacimiento le encanta.
P. La tarea de investigación y documentación en Rusia no debió ser nada fácil.
R. En realidad yo llevo muchos años sintiendo una verdadera pasión por Rusia. La conozco muy bien, he leído mucho sobre ese país, lo he recorrido entero y he tenido infinidad de encuentros y experiencias allí. Así que me siento muy cercano al pueblo ruso, partiendo además de que mis raíces maternas están allí. Con todo ello, la aproximación a Limonov ha sido muy espontánea por mi parte, y el material necesario para escribir esta obra ha sido fácil de conseguir.
P. ¿Cuál diría que es el rasgo que mejor define la idiosincrasia rusa?
R. La pasión y el exceso en todo. No es un mito ni un cliché, es una realidad. Los rusos son así, excesivos, apasionados, agotadores, temperamentales y brutales.
P. ¿Qué está escribiendo ahora?
R. Estoy con dos historias, en la misma línea de alternar ficción con realidad, que serán dos libros distintos. Cuando uno no me sale, me voy al otro, y así van creciendo los dos. Pero están en una fase muy inicial todavía.
P. ¿Algún ritual a la hora de empezar a escribir?
R. Ninguno en especial, no soy muy maniático. Hay fases en que no escribo nada, sólo artículos o guiones, y eso me resulta relajante. Luego vuelvo a mis obras y paso un tiempo estudiándolas, dándoles forma y escribiendo a ratos. Y cuando ya verdaderamente cogen impulso suelo pasar una temporada en mi casa de la isla de Patmos, donde estoy muy aislado y trabajo muy bien.