Kim Dotcom rodeado de modelos durante la presentación de Mega. Foto: AP

Cual Venus emergida de las olas, Kim Dotcom ha vuelto a la vida pública sin escatimar en pirotecnia. Acompañado de azafatas en escueto uniforme militar, el doble semicírculo de su silueta se asomó a todas las pantallas para anunciar, como si se tratara del millonario protagonista de Iron Man, el advenimiento de su nueva criatura, Mega. Llega el portal para albergar contenidos en la red bajo una promesa publicitaria más bien manida en la que se ofrece al usuario un futuro mucho más perfecto que aquellos días vividos en la desaparecida Megaupload. "Mejor, más rápido, más fuerte y más seguro" son las máximas de la consigna.



De momento, ha reinado el caos. La página estuvo colgada este lunes y muchos de los nuevos usuarios (eran más de un millón 24 horas después de su lanzamiento) alertaban de algunos males que el multimillonario confinado en Nueva Zelanda y a la espera de juicio no había logrado solventar, como la velocidad, la imposibilidad de subida simultánea de archivos o la obligación de usar el navegador Chrome. A ello se suma, por ejemplo, el precio más elevado para la cuota de usuario, protagonista absoluto del nuevo modelo. Porque esta es la clave más allá de la legalidad o no de Mega o de sus cualidades si las tiene, que la voltereta de Dotcom dota al internauta, al particular, de una mayor responsabilidad. Se sustituye el anonimato del viejo Megaupload con claves de usuario y con la visibilidad de la IP de cada cliente, que ahora debe introducir un código para desencriptar cada archivo y que decide con quién quiere compartirlo. Así las cosas, ni los administradores de Mega ni nadie que no posea la clave podrá acceder a los archivos subidos. Dotcom, en resumen, se pone una venda sobre los ojos y sigue su camino subido en su enésimo Porsche.



Casi todo el mundo en los foros especializados habla de que, por estas razones, el invento no alcanzará la ausencia de limitaciones a la que llegó su predecesor, aunque le agradecen, por ejemplo, la desaparición de la publicidad. Pero todo estas cuestiones no eximen al portal de ser un nuevo golpe para algunas industrias culturales, como el cine y la música, ya de por sí mancilladas, y especialmente en el caso español, al que hay que sumar otros males como la subida del IVA. Vamos, que los nuevos preceptos de Mega no implican que el portal no pueda convertirse en un nuevo ágora pirata. Obvio.



Es cierto que tanto la industria como las entidades de gestión de la propiedad intelectual han ido dando sus pasos y que en el último año ha aparecido una red de servicios legales para el usuario, muchos nacionales, que permiten, por ejemplo, el visionado de una película en la red a un precio razonable, pero también lo es que la cultura va siempre unos pasos por detrás del ratón de personajes como Dotcom. La sensación, una vez más, es que este tipo de noticias les pillan algo despistadas, que se repiten los discursos y no las alternativas.



José Manuel Tourné, portavoz de la Coalición de Creadores y presidente de la Federación para la Protección de la Propiedad Intelectual asegura, en cambio, que ambas entidades estaban desde hace tiempo prevenidas para la llegada de Mega: "Lo que sucede es que a priori no podemos presumir que lo que quiera hacer Dotcom sea ilegal. Ellos alojan contenidos con el consentimiento de sus titulares y hasta ahí no podemos suponer su ilicitud. Sin embargo, cabe pensar que sus actividades no vayan a estar lejos de lo que ya hacía, por eso hay también que mirarlo con cautela. Si ha habido Gobiernos, como el de Ghana, que se han negado a que este señor opere desde allí será porque también tienen esta presunción".



Para Tourné y las organizaciones que representa, el problema real no es la existencia de cerebros como Dotcom ni las nuevas formas que pueda adoptar la distribución gratuita y presuntamente ilegal de contenidos en la red, sino la laxitud de Gobiernos como el español ante estos asuntos. "En los países de nuestro entorno funcionan leyes que logran reducir la piratería. Esto no ocurre aquí. A las pocas semanas de cerrar Megaupload se confirmó una reducción notable de las descargas ilegales pero está comprobado que, pasado el tiempo, la piratería superó los niveles que había alcanzado antes de la desaparición de aquella web. Simplemente, los contenidos se trasladaron a otros alojadores y las descargas ilegales recuperaron su pulso y siguieron creciendo con el aumento del número de internautas. En España estamos pidiendo unas reformas legales que no son más que la implementación de las directivas europeas sobre estos temas. Que penalmente se pueda perseguir al señor que facilita dispositivos contra los sistemas anticopia es normal en Europa pero no aquí, donde hay procesos parados desde 2006, discrepancias entre jueces y una fiscal que dice que las descargas desde la perspectiva del usuario no son ilícitas. Esto sólo ocurre en nuestro país", protesta.



Insiste Tourné en que la intención de las sociedades de derechos de autor no es criminalizar al usuario, sino a quien hace caja con portales como Mega. Para exponerlo, construye una metáfora: "Dotcom se queja de que lo que él hacía no es diferente de lo que hacen otros proveedores de contenidos, pero quienes lo acusan lo hacen porque es él quien incentivaba a los usuarios para alojarlos y compartirlos en su web. Quiere funcionar como un guardamuebles, él alquila el trastero pero no es su problema si el cliente decide meter en él droga. Luego, además, se quita la responsabilidad de la llave, eso será cosa de quien lo tenga en alquiler, que ya verá cuántas copias hace y a quién se las da. Todo bien si lo que se guarda y se comparte está autorizado por su dueño, ¿Pero y si no?".



Enrique Cerezo, presidente de EGEDA (Entidad de Gestión de los Derechos de los Productores Audiovisuales) es mucho más tajante en su veredicto para Dotcom: "Culpable. Lo verá como lo quiera ver pero legalmente no tiene ninguna razón. Si eso fuera legal, entonces todos deberíamos dedicarnos a lo mismo que él, ¿no? ¿Cree que puede seguir haciendo lo que le da la gana con obras que tienen unos titulares y unos dueños? No, no puede ser, hay que perseguirlo y es lo que volveremos a hacer desde EGEDA, denunciar este tipo de portales, para lo que esperamos contar con el apoyo de toda la cultura española. No es justo que lo que es ilegal en la vida real sea legal en la red. ¿De verdad vamos a seguir defendiendo que todos vean todo gratis y que encima un señor cobre por ello?



Sobre la lentitud de la que se ha acusado a la industria a la hora de crear nuevos modelos de consumo de cultura, Cerezo opone que existen ya numerosas alternativas, pero coincide con Tourné en que por mucha prisa que se den, son los Gobiernos los que deben poner trabas a los piratas. "Estamos trabajando en todo lo que podemos pero esto sólo lo puede combatir el Gobierno, como ha sucedido en Francia. Los sistemas de comunicación son una gran alternativa para productores, autores, directores, músicos... pero va a llegar un momento en el que no podamos hacer nada, porque se va a acabar utilizando ilegalmente todo lo que se ha creado hasta ahora. Cada país tiene que combatir a este tipo de empresas y personajes que, en contra de lo que se piensa, no trabajan por amor al arte sino porque ganan muchísimo dinero".



Tourné también abunda en los esfuerzos de la industria en el que considera "un momento crucial para el acceso de la sociedad a los contenidos culturales". En su opinión, sitios como el recién nacido Me siento de cine, que arroja información de 20 plataformas digitales que se dedican en España a la distribución legal de películas en la red (en algunos casos incluso para el consumo gratuito), habla de estos nuevos sacrificios. Y concluye: "También la música está trabajando en este sentido. Las entidades de gestión nos sumamos a todo el proceso para cobrar los derechos de remuneración según la ley pero el primer paso lo dará la industria, que con cierta heroicidad está generando una oferta cada vez más atractiva en un ambiente muy hostil".