Esther y Oscar Tusquets, de adultos y niños.
Publican el libro de conversaciones sobre su infancia y adolescencia 'Tiempos que fueron'
Pregunta.- ¿Es cierto que las memorias de su hermana le habían despertado alguna contrariedad y quería corregirla en algunos puntos?
Oscar Tusquets: ¡No, qué va! No hubo contrariedad alguna, solamente observé que recordábamos algunas cosas de forma bien diferente y Esther propuso que escribiésemos ambas versiones. No se trata de enmendar sino de dar una visión alternativa.
P.- ¿Qué cree que aportan estas conversaciones respecto a lo que ya ha escrito sobre su infancia y su juventud?
Esther Tusquets: La verdad es que este libro, de todos los que he escrito, es el que menos claro tengo qué es. No ha surgido de plan premeditado, sino que se ha ido construyendo sobre la marcha. Hemos hecho lo que nos ha dado la gana. He intentado eludir todo aquello en que se pudiera solapar con los anteriores. A mí me ha cambiado mucho la imagen de mi familia en algunos aspectos. Y creo que es muy interesante cómo vemos cada uno la relación con nuestra madre.
P.- Usted siempre dice que a él lo quiso mucho más, y, además, no tienes muy claro que a ti te quisiera.
E. T: Sí, mi madre lo adoraba. Eso ya lo sabía, pero hablando ahora con mi hermano me he dado cuenta de hasta qué punto era generosa y tierna con él. Y no, no tengo muy claro que me quisiera.
P.- ¿Está de acuerdo, Oscar? ¿Esa visión le hace justicia a su madre?
O. T: Nuestra madre ha sido una fuente de complejos y de inspiración para Esther. Como todo buen escritor no se trata de que la haga justicia. La venera y la odia en exceso.
P.- ¿Y su padre?
E. T: Era mucho más ecuánime a la hora de repartir los afectos entre los hijos. Aunque era un hombre muy difícil de entender. No creo que ninguno de los dos llegáramos a entenderlo bien nunca. En nuestra familia siempre ha sido complicada la comunicación, porque casi todos, en lugar de hablar, farfullamos. Lo bueno de mi padre es que era muy tolerante y permisivo. Si le pedías dinero, por ejemplo, no estaba preguntándote para qué lo necesitabas. Y siempre nos ha dejado hacer lo que queríamos.
P.- ¿Ve a su hermano como a un amigo?
E. T: Nos llevamos cinco años y eso se notaba en la infancia. El máximo grado de complicidad empezó cuando fundamos Lumen, en el trabajo conjunto en la editorial. Viajábamos mucho en coche. ¡A mí me encanta viajar en coche! Y antes era una maravilla, sin tanto tráfico. Íbamos juntos a la feria de Frankfurt. Ahí me sentía muy cercana de mi hermano.
O. T: A mí en realidad lo que se me da bien no es la arquitectura, ni la pintura, ni la escultura... ¡Es organizar viajes! Creer que los padres pueden ser amigos de sus hijos es una simpleza. No sé si los hermanos lo pueden ser. No sé, no lo tengo claro...
P.- ¿Cuáles son los rasgos de la personalidad de su hermana que más valora?
O. T: La sinceridad, la libertad, ser ella misma en todas las circunstancias.
P.- ¿Y usted, Esther?
E. T: Lo que más me gusta es que siempre me divierto con él. Yo soy alguien que se aburre mucho con la gente, por eso lo valoro tanto. Ante un cuadro, un libro, una película, mi hermano siempre te plantea teorías e ideas muy originales, que nunca antes has escuchado, muy creativas. Y además no es nada vanidoso.
P.- ¿Y lo que menos soportáis el uno del otro?
O. T: De mi hermana lo soporto todo pero me enerva un poco lo que en el libro denomino su buenismo zapateril.
E. T: Su violencia verbal (no física, él nunca ha pegado a nadie), la protesta constante y la agresividad. Aunque yo también peco de lo mismo: no somos nada diplomáticos. Si alguien nos parece tonto, no podemos disimular.
P.- ¿Hay posibilidad de que esta conversación se amplíe a los tiempos posteriores a la universidad?
E. T: A mí lo que me pide el cuerpo ahora es volver a la ficción; novelas, que, aunque den menos dinero, me da igual.
O. T: Pues Dios dirá, pero es difícil porque nuestras vidas surcaron mares algo diferentes a partir de entonces.
* Nota: El nombre Oscar ha sido escrito sin tilde por expreso deseo de su portador.