Josefina Molina. Foto: El Mundo
Es la tercera mujer en recibir el Goya de Honor. La Academia dedica esta semana un ciclo a su filmografía
PREGUNTA.- Se licenció en la Escuela de Cinematografía en el año 69, ¿qué recuerdos tiene de aquellos primeros años?
R.- Tuve excelentes compañeros y profesores. Guardo un recuerdo estupendo de la Escuela, que para mí fue un momento muy enriquecedor y decisivo en mi vida. Era tanto mi entusiasmo y mis ganas, que me pasaban desapercibidas algunas actitudes misóginas, algunas bromas de escaso gusto y la desconfianza general sobre mis posibilidades y mi futuro.
P.- ¿Era entonces difícil para una mujer adentrarse en el mundo del cine? ¿Lo es hoy?
R.- Indudablemente ahora el número de mujeres que intentan dar su visión del mundo a través de su obra cinematográfica aumenta. Lo que ha cambiado es, después de mucho esfuerzo, que ya no sea una excepción el que una chica sea directora de cine. Sin embargo, en cuanto a la visibilidad todavía se valoran menos las películas de mujeres, todavía las directoras trabajan con presupuestos menores y sus películas se publicitan menos. Se nos juzga según patrones masculinos y no se escuchan nuestros mensajes con la misma atención. Los hombres creen saberlo todo, incluso sobre nosotras, y se sorprenden cuando nos expresamos con libertad y nuestro discurso difiere del de ellos. He repetido muchas veces la obviedad de que para ver el mundo en relieve hacen falta los dos ojos. Ya es hora de dar nuestro parecer a través del cine y los medios audiovisuales sobre la situación de este planeta, sobre la sociedad que nos rodea, en busca de una manera más amable y razonable de vivir.
P.- Su obra también está muy ligada a la televisión de los años setenta...
R.- Realmente aprendí mi oficio trabajando en TVE. Allí me di cuenta de que la televisión era un medio de expresión estética tan personal como podía serlo el cine y una salida profesional tan digna como cualquiera, a la que, por supuesto, tenía derecho. Me tomaba mi trabajo muy en serio desde una responsabilidad ética y didáctica y al mismo tiempo experimentaba en busca de mi propio estilo.
P.- Supongo que aquella televisión no se parece en nada a la de ahora.
R.- Eran otros tiempos y no siento nostalgia de aquella televisión. Teníamos muy pocos medios y estábamos atados por una censura absurda. Luego las cosas fueron cambiando y entramos en el reinado de las audiencias, por cierto que no existe mayor censura que la de las medidoras de audiencias. Aparecieron las cadenas privadas... Si me permite extenderme un poco, le diría que hay un discurso que me irrita bastante: el de los que justifican cualquier barbaridad de una cadena privada por el hecho de que está para ganar dinero. Así que "ganar dinero" se convierte en la excusa perfecta para huir de la responsabilidad que tienen, porque tienen esta responsabilidad: la de no mentir, y la de cuidar la salud mental y la dignidad de los espectadores. Siento mucho decirle que no soy optimista en este asunto, ya lo he dicho en alguna otra ocasión. Y ahora, cuando empezábamos a tener un contrapunto en la televisión pública, con informativos neutrales y fiables y ofertas culturales sin publicidad que la convierten en líder de audiencia, le dan la puntilla quitándole de un golpe 200 millones. ¡Claro! a lo mejor es que se necesitan para tapar algún agujerito de la "presunta" corrupción al Este de la península.
P.- ¿Por qué dejó de dirigir?
R.- El cambio generacional: vi que había mujeres listísimas y de mucho talento que tomaban el relevo. Y por otra parte las sandeces que oía en boca de algunos productores me quitaban las ganas... En definitiva no lo dejas tú, hacen que lo dejes porque te ponen muy difícil hacer lo que realmente quieres hacer y hay una edad en que ya no estás dispuesta a perder tiempo - en realidad ya no lo tienes- luchando o transigiendo con condiciones de trabajo con las que no estás de acuerdo. Tienes otros intereses.
P.- Los mejores del cine español tienen este Goya de Honor ¿Con quién le hace más ilusión compartirlo?
R.- Aparte de con Rafaela Aparicio e Imperio Argentina, dos actrices de mucho talento, únicas mujeres en la lista, es un honor para mí compartirlo también con Rafael Azcona, Miguel Picazo y Juan Antonio Bardem.
P.- La mayor parte de su filmografía, o la más importante, pertenece a los años 80, ¿podría valorar el cine de aquella época?
R.- Realmente hice mi primera película en la década de los 70, la segunda, la tercera y la cuarta en la de los 80 y el resto en la década de los 90. En medio he filmado en 35 y 16 mm unas 20 horas para televisión lo que vendría a ser el equivalente a unas nueve películas y también están repartidas a lo largo de tres décadas. No me gusta mirar al pasado y siento verdadera curiosidad por el futuro, por eso quizá no soy capaz de valorar una década de nuestro cine en que, como en todas desde que pertenezco a esta profesión, hemos pasado del triunfalismo a la depresión sin solución de continuidad. Somos así en este país. Las dos percepciones de la realidad son, a mi juicio, esquemáticas y mentirosas.
P.- ¿Cuál de sus títulos habla más y mejor de usted como directora?
R.- Si le digo la verdad, como en el chiste del maestro oriental, no lo sé pero tampoco me importa mucho. Los seres humanos hacemos lo que podemos mientras vivimos. Para más una vida no es suficiente. Mejor será que contesten a su pregunta los que hayan visto mi trabajo.
P.- El cine actual, y en especial el español, atraviesa una gran crisis. ¿Qué opina de asuntos como la piratería, las ayudas al cine, etcétera? En fin, de todo ese ruido que siempre nos obliga a hablar mucho de leyes y de dinero y poco de lo que realmente importa, el cine en sí.
R.- En crisis está todo el sistema mundial y el cine no podía escapar. Estamos al principio de una revolución de las formas de consumo a causa de las nuevas tecnologías. Todo va a cambiar mucho. El modelo de espectador también. Las viejas fórmulas que se utilizaron para salir de viejas crisis ya no van a ser posibles. Tiene usted razón, hay muchísimo ruido y quizá poca visión de futuro. Deberíamos hablar más de lo que representa para un país como el nuestro, la transmisión de nuestra cultura, de lo que somos, a través del audiovisual, en los distintos soportes tecnológicos actuales y venideros. Quien no sepa utilizar este leguaje, innovarlo, desaparecerá. Pero los creadores, necesariamente, tienen que ver compensado su trabajo. Hay demasiados parásitos que viven a su costa y en este país parece que vamos en cabeza.
P.- ¿Qué películas españolas disfrutó más el pasado año? ¿Tiene alguna que sea su predilecta para los Goya?
R.- Le debo al trabajo de Icíar Bollain, tanto en También la lluvia, como en Katmandú. Un espejo en el cielo el placer de ver buen cine tal como yo lo entiendo. Me gustaría llamar la atención sobre dos películas documentales: Las constituyentes, de Oliva Acosta y Escuchando al juez Garzón, de Isabel Coixet. Estas son las que más me han interesado.
P.- Defienda el cine, explique por qué le gusta, por qué los espectadores deben seguir sentándose en la butaca y ver una película en una sala.
R.- ¿Usted podría explicar por qué ama lo que ama? Yo amo el cine que se proyecta en una sala porque su magia me ha hecho feliz, porque me ha enseñado el mundo y me ha despertado la capacidad de reflexión y solidaridad. Esta forma de ver el cine está muy vinculada a mi vida desde mi adolescencia. Pero tengo que decirle que creo mucho, ahora que hay posibilidades diversas, en que cada espectador debe ver cine como, donde quiera y de la manera que más disfrute.