La soprano Ángeles Blancas.
La soprano protagoniza en La Fenice de Venecia una nueva producción de la ópera 'Lou Salomé' en homenaje al director y compositor Giuseppe Sinopoli.
Pregunta.- ¿Cómo surge este proyecto?
Respuesta.- Este verano participé en Bregenz en un Andrea Chénier instalado sobre un escenario flotante en el lago Constanza. El paisaje era idílico y la noche, perfecta. Después de la representación me ofrecieron encarnar a Lou Salomé. Y no lo dudé un instante.
P.- ¿Cree que se salda una cuenta pendiente con la memoria de Sinopoli?
R.- En cierto modo sí. El montaje no sólo coincide con los diez años de su desaparición, también con los treinta del estreno de la ópera en el Nationaltheater de Múnich. Desde entonces no se ha vuelto a representar. El fantástico montaje de La Fenice lleva la firma de varios miembros de la Facultad de Diseño y Artes del Instituto Universitario de Venecia, con Luca Ronconi y Walter Le Moli a la cabeza.
P.- ¿Hasta qué punto la partitura está impregnada de la complejidad psicológica del personaje?
R.- Se trata de un rol exigente y arriesgado, tanto en la parte vocal como en la interpretativa. Hablamos de una mujer de fuertes convicciones, que luchó toda su vida por poder actuar de acuerdo a sus ideas, a su necesidad de libertad, a su insaciable inquietud. Entabló amistad con Wagner y Freud, y algo más que eso con Nietzsche, Paul Rée y Rilke.
P.- No es la primera vez que la vemos embarcarse en un proyecto operístico de estas características. ¿El riesgo y la satisfacción van unidos?
R.- De alguna manera sí. Todas las óperas, de cualquier periodo, son un acto de superación. Se podría decir que tengo cierta adicción a los retos.
P.- Hace poco protagonizó el estreno de La cabeza del Bautista de Enric Palomar en el Liceo de Barcelona. ¿Qué otros estrenos tiene pendientes?
R.- La evolución de mi voz me está permitiendo abordar nuevos repertorios. Pronto debutaré Tosca y Madama Butterfly, tengo El caso Makropulos pendiente y haré también las Cuatro últimas canciones de Strauss.
P.- ¿Quién dijo que los cantantes de ópera sólo tenían que cantar?
R.- ¡Yo no, desde luego! La verdad es que estamos expuestos a mucha presión. Debemos cantar, sí, pero también actuar, correr y hasta nadar si lo pide el guión. Tenemos que guardar la línea y mantener cierta imagen. A veces me gustaría desdoblarme como en la escena aquella de Don Giovanni...
P.- ¿Qué otro remedio le queda?
R.- Mi plan b es decir que no, que también es muy sano. (Risas)