Lluìs Pasqual. Foto: Ros Ribas.
Esta tarde se estrena en La Scala de Milán su montaje de 'La donna del lago' de Rossini.
Pregunta.- Usted siempre ha reconocido divertirse haciendo Rossini. ¿Cuánto cambia la experiencia cuando se trata de una ópera seria, como La dama del lago?
Respuesta.- Pienso que el Rossini que maneja perfectamente la carpintería del teatro musical cómico es muy distinto del compositor de lo que se ha dado en llamar música "seria". En el primer caso el libreto y la música confluyen en la misma línea de acción. El Rossini "serio" corresponde más a una concepción neoclásica del espectáculo operístico: la música se sobrepone a la palabra y a la propia narración para ponerse al servicio de la voz humana, y es en ese sentido que el belcanto en su zenit más absoluto son más música y sentimiento que narración.
P.- Se trata de su primer contacto dramatúrgico con Walter Scott. ¿Cómo ha planteado la puesta en escena?
R.- En ese mismo sentido se centra la puesta en escena, porque la acción se sitúa en un viejo y bellísimo teatro abandonado por donde vagan errantes los personajes de la acción a quienes contempla un coro contemporáneo: nosotros ante la música. Cualquier elemento de la puesta en escena está pensado para valorar la partitura y el sentimiento musical que expresan los cantantes.
P.- Vuelve a La Scala de Milán, un teatro muy "especial" en cuanto a estrenos se refiere. ¿No le intimida un público tan imprevisible?
R.- Este es mi segundo título en La Scala y mi tercer espectáculo. El primero fue Gianni Schicchi en 1996, que se retomó en 2004. Creo que a uno le impresionan esos teatros como cliente, como espectador, lo mismo que sucede con un gran restaurante. Lo que pasa es que nosotros entramos por la puerta de atrás directamente a la cocina y las cocinas, excepto en el tamaño se parecen todas...
P.- Este año se cumplen tres décadas desde su debut operístico. ¿Qué diría que ha aprendido en este tiempo entre bambalinas?
R.- Sobre todo me ha servido para confirmar, que es también una forma de aprender, algo que aparentemente va en contra de mi profesión pero que en realidad no es así, y que se podría resumir en una frase: un ciego puede asistir a una representación de ópera y se quedará con una parte substancial del espectáculo; un sordo, no.
P.- El reparto es de primera: Juan Diego Flórez, Joyce DiDonato, Daniela Barcellona... ¿Se entiende bien con los divos?
R.- Desde siempre es sabido, aunque eso no produzca ningún morbo, que el único problema que se puede plantear con los llamados "divos" es de agenda, para encontrar los tiempos razonables de ensayo. Por lo demás, es tan fácil trabajar con Plácido Domingo o con Juan Diego Flórez como con cualquier corista. Es más, cuando alguien está dotado de talento y es generoso con su arte, como acostumbran a serlo los que llegan a un gran nivel en su carrera, generalmente también lo es con los demás, y sobre todo en los ensayos.