Élmer Mendoza. Foto: Enrique Serrato
El escritor mexicano participa en el Festival Hay de Segovia
Pregunta.- ¿Qué le empujo a repetir con El Zurdo Mendieta?
Respuesta.-Es muy difícil ponerle punto y final a una novela policiaca. Su territorio es tan vasto que cuesta acotarlo. Cuando terminé Balas de plata, tenía muchas cosas en la cabeza, muchos hilos que no estaban agotados y que había tenido que abandonar porque debía poner un punto y final. Así que nada más acabar ya me puse a planificar la segunda.
P.- ¿Y habrá tercera?
R.- Mis amigos insisten. A mí me agrada la idea. Lo de las sagas es una tradición de la novela negra. Cuando tienes un personaje que funciona, no es mala idea desarrollarlo y construirle un universo cada vez más amplio y más detallado. Soy muy supersticioso y no me gusta adelantar lo que voy a hacer, pero hay algunos lectores que han estado implicados muy directamente en la guerra contra el tráfico de drogas en México y me han contado cosas de mandos militares que me han dejado frío. El Zurdo debe entrar ahí.
P.-¿Cree que Calderón arrojó a los leones a la policía y al ejército cuando declaró la guerra al narco?
R.- Fue muy imprudente. No había estudiado al enemigo y tampoco hizo un cálculo de los costes sociales. La guerra parece simplemente un asunto mediático y está resultando un fracaso absoluto, aunque ahora se ha atendido una iniciativa que los mexicanos llevamos pidiendo desde hace mucho tiempo: el enjuiciamiento a los militares. Y también Calderón ha solicitado a la ONU y a los Estados Unidos su colaboración para combatir el tráfico de drogas y de armas. Si nos acusan de ser una estación de tránsito, deben implicarse también ellos para evitarlo.
P.- Carlos Fuentes reivindica la legalización de las drogas para solucionar el problema. ¿Es de la misma opinión?
R.- Eso es como decir nada. El narcotráfico es un negocio para los Estados Unidos. Un negocio que abarca muchos sectores. Por ejemplo, el de la construcción de juzgados y de prisiones, que se deben avituallar, y equipar con computadoras, con abogados... Ellos no la van a legalizar nunca.
P.-¿Por qué Sinaloa se ha convertido en epicentro de esta actividad ilícita, el lugar de donde provienen los capos más poderosos?
R.- No hay que olvidar que el narco nació de un acuerdo entre las fuerzas del orden y los Estados Unidos en los años 40, para abastecer a los soldados que estaban en la guerra de heroína y mantenerlos así animosos. Muchos de los que combatientes americanos en el Día D asaltaron las playas de Normandía bajo los efectos de heroína producida en México. Ese acuerdo dio pie luego a una industria que está muy arraigada en Sinaloa y que ya forma parte de nuestra cultura. Lo de ahora no es circunstancial es algo que viene de hace 70 años.
P.- Algunos le tildan de oportunista, de aprovechar el tirón mediático de la violencia en México para escribir este tipo de novelas...
R.- Y otros me consideran el inventor del género. Mi primera novela sobre este asunto, El asesino solitario, la escribí en 1999, antes de que empezara la guerra.
P.-¿Qué le parece que alguien como Pérez-Reverte se refiera a usted, aparte de como "su amigo", como "su maestro"?
R.- Es algo espeluznante, que me quita la respiración. Ya tenemos muchos años como amigos. Hemos compartido muchas dudas y muchas certezas cuando escribíamos nuestros libros. Me emociona muchísimo que lo diga alguien como él, un escritor tan serio, tan trabajador, tan creativo.
P.- ¿No teme que los lectores no mexicanos se pierdan bastantes detalles al no entender los numerosos coloquialismos que emplea?
R.- Yo he tenido experiencias horribles con los traductores. Seguro que se les pasarán cosas, pero uno no puede despojar a sus personajes de su habla, porque en ella está gran parte de su identidad.