Nacho Mastretta. Foto: Sergio González

La orquesta Mastretta toca el domingo en el Auditorio de Tenerife y el día 14 en el Museo Reina Sofía de Madrid. Después estarán en Vic y el festival vizcaíno Musikale, para volver al madrileño Café Central

Para que el público se divierta, han de hacerlo también los que están sobre el escenario. Con la orquesta de Nacho Mastretta (cántabro nacido en Barcelona en 1964) ese trasvase está garantizado: sus nueve miembros se lo pasan en grande tocando juntos. El capitán del barco es un músico polifacético: intérprete, compositor, creador de bandas sonoras y productor ocasional. Sus piezas instrumentales vieron la luz por primera vez en 1998 y un año más tarde se estrenó como compositor de bandas sonoras, entre las que figuran las de Looking for Fidel (Oliver Stone) y El gran Vázquez (Óscar Aibar). En 2006 dio un giro a su carrera al crear la orquesta con la que actúa desde entonces, en la que tiene absoluta prioridad la emoción de crear algo vivo y en continuo cambio.



Pregunta.- ¿A qué se parece más su banda, a un grupo de marineros remando siempre en la misma dirección o a un combate amistoso de talentos?

Respuesta.- Nosotros hacemos música popular; aunque componga yo las piezas, lo que importa es que cada músico incorpore su personalidad a las melodías que toca. Eso es lo bonito de ver entre nosotros, lo que construimos entre todos gracias a las influencias y la forma de entender la música que tiene cada uno.



P.- ¿Cuánto tiene usted de patrón en ese barco?

R.- A nivel de interpretación yo me comporto como cualquier otro músico. En el proceso previo, lo que busco es la sorpresa y que haya emoción en lo que tocamos. Lo importante no es marcarse un objetivo, sino esperar que el objetivo surja mientras tocas la música. Cuando planteo una pieza para el grupo pretendo que los músicos me sorprendan, que aporten algo que yo no me esperaba cuando estaba en casa trabajando con las piezas. Eso es lo bonito de trabajar en grupo.



P.- ¿Dónde queda todo eso en la era de la grabación con instrumentos virtuales en la soledad del home studio?

R.- El oído se acostumbra hoy a escucharlo todo ya muy cerrado, con el ritmo y la dinámica fijos y un tempo constante, hecho por una máquina. Esto limita mucho las posibilidades de sorpresa de la música. Cuando oyes algo que no está tan pulido, siempre están ocurriendo cosas y es mucho más divertido. Lo primero para mí es el divertir al público, si a partir de ahí consigues cosas más profundas o cuestiones artísticas más elevadas, bienvenido sea.



P.- Aunque toca multitud de instrumentos, usted se formó como pianista. ¿Cuál era su asignatura preferida en el conservatorio?

R.- Lo que más me gustaba del conservatorio era cuando mi maestra tocaba las piezas que yo tenía que aprender, sobre todo las sonatas o piezas más musicales que no eran tan técnicas. Al cabo de los años me he preguntado por qué me pasa eso, y es porque en la música lo más importante es escuchar al otro. Por eso ahora sigo disfrutando mucho con los músicos que están conmigo.



P.- ¿De todas sus facetas como músico, con cuál se queda?

R.- Sin duda, la que más me hace disfrutar es la interpretación en directo, aunque las demás son muy especiales: componer me encanta y trabajar con otros ámbitos artísticos es algo divertidísimo. Ahora estoy en la compañía de teatro Impromadrid, el año pasado estuve con una bailarina en el Reina Sofía y también he participado en improvisaciones de poesía.



P.- En alguna ocasión ha comentado que espera vivir de los derechos de autor en un futuro. ¿Le preocupa el porvenir de la propiedad intelectual?

R.- La propiedad intelectual es una conquista que ha llevado siglos. Mucha gente ilustre peleó toda su vida por poder vivir de su trabajo, entre otros Dickens. En una sociedad libre y democrática es imprescindible que se proteja la autocrítica y la única manera de hacerlo es protegiendo al dramaturgo, al músico, al cineasta... Otra cosa es discutir en torno a cómo se ejercitan esos derechos y cómo se distribuye el dinero, y en ese punto resulta obvio que las cosas no andan bien.



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