Juan Mayorga lleva un tiempo atraído por la cartografía, estableciendo paralelismos con esta ciencia y el teatro. Hoy martes disertará, con motivo de la Semana Teatral de la Fundación Juan March, sobre esta relación que ha plasmado en tres obras recientes: El cartógrafo, Los yugoslavos y un breve texto, 581 mapas, cuya lectura ofrecerán el día 28, también en la Fundación, los actores Clara Sanchis y Pere Ponce. Mayorga, además, estrena hoy en París, uno de sus textos más célebres, Cartas de amor a Stalin, dirigida por Jorge Lavelli. Y sus obras siguen atrayendo a directores y actores de medio mundo, pues en Delaware se representa Himmelweg y en Atenas Animales Nocturnos.
P.- ¿Sobre qué versa su conferencia?
R.- Voy a hacer una alusión al texto de El cartógrafo, a una frase que contiene y que dice que los mapas siempre responden a una pregunta que alguien se ha hecho, algo que ocurre también en el teatro. La cartografía es una ciencia que me permite establecer una correspondencia con el teatro y plantear algo que ya he dicho muchas veces: que, como los mapas, ninguna obra es neutral, está hecha a base de datos seleccionados en función de una idea y, por tanto, está constituida por preguntas morales y políticas.
P.- ¿Y, en su opinión, cuál sería la función del teatro?
R.- Un cartógrafo es alguien que pone a la ciudad ante un mapa, pero este mapa puede intentar ser realista u ofrecer una imagen de las ciudades invisibles o utópicas o alternativas a la ciudad en la que se vive. En realidad, todo esto me sirve para presentar mi idea del teatro: yo siento que el teatro, desde sus orígenes, tiene por función estar a la escucha de la ciudad, pero no reproducir su ruido, sino ofrecer otra construcción que permita a los ciudadanos verse de otro modo.
P.- ¿De qué le viene este interés por la cartografía?
R.- Desde pequeño me preguntaba por qué nuestro país siempre aparecía pintado rosa o amarillo, pero hace tres años tuve una experiencia única en Varsovia, que de alguna manera cuento en la obra El cartógrafo. Me perdí en la ciudad y acabé en una sinagoga, viendo una exposición de fotografías del ghetto y, luego, intenté buscar en mi mapa de turista aquellos lugares que salían fotografiados. Fue cuando me di cuenta de que los mapas no solo hablaban de un descomunal asesinato, también de la desaparición de un mundo de vida.
P.- ¿Qué otros textos tiene pendientes de escenificar?
R.- Ahora estoy trabajando con Clara Sanchis y Pedro Miguel Martínez en La lengua a pedazos, en el que imagino un encuentro entre Teresa de Jesús y un inquisidor. Estamos haciendo una trabajo a la argentina, yo dirijo también y modifico mi texto constantemente, dependiendo del trabajo con los actores. Es una producción sine die y está siendo muy gozosa, porque tras una lectura en el Ateneo nos dio la sensación de que la obra podría tener un mayor alcance.