Minutos después de que Rafa Nadal anunciase su baja para el Masters 1.000 de Montecarlo, Carlos Alcaraz comunicó que él tampoco acudirá al torneo que inaugurará la temporada de tierra batida. El motivo es una doble lesión: una artritis en la mano izquierda y molestias en la columna.
Alcaraz vuelve a parar por las secuelas del partido de semifinales del Miami Open ante Jannik Sinner, en el que fue derrotado por el italiano. Se pierde Montecarlo, el único Masters 1.000 que las grandes raquetas pueden 'saltarse', y tendrá menos tiempo para preparar su gran objetivo: Roland Garros.
Los últimos 12 meses han sido los mejores de Carlos Alcaraz, logrando títulos y registros que ya le reservan un sitio en la historia del tenis con solo 19 años: es el más joven en alcanzar el número 1 del mundo de todos los tiempos y en ser campeón, desde Nadal, de un Grand Slam (US Open). Pero, como siempre en la vida, todo tiene un precio. El del tenista palmareño ha sido en forma de problemas físicos.
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Hay que remontarse un año atrás, al mejor tramo de Alcaraz en tierra batida de todo 2022. Carlitos empalmó los títulos del Godó y del Mutua Madrid Open. Fue tras la final del torneo de la capital, el segundo Masters 1.000 que ganaba en su carrera, cuando tuvo que parar por primera vez.
Alcaraz arrastró una leve esguince de tobillo desde el partido de cuartos de final en Madrid ante Nadal. Aún así, pudo ganar y seguir compitiendo. El dolor lo fue arrastrando y, para colmo, una ampolla en el pie derecho se le infectó antes de la final. La noche de antes a su partido contra Zverev por el título la pasó "fatal, en palabras del propio Carlos, y jugó con un dedo del pie dormido por el tratamiento médico que recibió para paliar las molestias. Tras su victoria, tuvo que parar y se perdió el Masters 1.000 de Roma.
Los problemas siguieron para Alcaraz tras Roland Garros. El español solo pudo llegar hasta cuartos de final, donde cayó en cuatro sets ante Zverev. En algún punto empezaron sus problemas en el codo derecho, que le dejaron sin jugar en Queen's y mermaron su preparación de cara a Wimbledon.
Un vendaje en el codo acompañó a Alcaraz durante todo su paso por el slam londinense, antes y durante el torneo. Carlos se amoldó a las molestias y al hecho de haber tenido poco tiempo para trabajar sobre la hierba. Como en Roland Garros, un mal arranque en su partido de octavos contra Sinner le lastró y le obligó a despedirse de Wimbledon.
Cerró el verano volviendo a la tierra (finalista en Hamburgo y Umag) y con un paso tímido por los Masters 1.000 norteamericanos (Canadá y Cincinnati), pero lo mejor del año estaba por llegar en Nueva York. Su victoria en el US Open le catapultó a la cima del tenis mundial.
La resaca, lógica, del título se hizo larga y a Alcaraz le afectó el ruido de fuera, el aquí para allá al que se vio sometido por los compromisos con las marcas y la atención mediática. Se notó en sus últimos torneos del año, hasta que en París-Bercy 'reventó'. Ni siquiera pudo terminar su partido contra Holger Rune tras sufrir "un desgarro muscular en la musculatura oblicua interna de la pared lateral abdominal izquierda". Así despedía la temporada, en lo alto del ranking y sin poder jugar la Copa de Maestros ni la Davis.
Mazazo antes de Australia
Tras seis semanas de recuperación, Alcaraz volvió al trabajo con muchas ilusiones puestas en el Abierto de Australia. Esas ganas de volver a competir le pasaron factura solo unos días antes del viaje que tenía programado rumbo a tierras aussies. En un entrenamiento, fruto de un gesto forzado, sufrió una lesión en el músculo semimembranoso de la pierna derecha que le dejaba sin jugar el Slam ni defender un número 1 que perdería por primera vez por la victoria de Novak Djokovic.
Alcaraz no volvería a competir, por tanto, pasados más de 100 días de su último partido oficial. Lo hizo en Buenos Aires, torneo que inicialmente no tenía planeado jugar y que incluyó en su calendario para ocupar el hueco dejado por Australia. Ganó allí y en Río, una semana más tarde, volvió a jugar la final -que perdió ante Cameron Norrie- donde sufrió una distensión en el isquiotibial de la misma pierna que había tenido tocada. El esfuerzo, de nuevo, pasaba factura con esta pequeña recaída.
El palmareño se quedó sin jugar en Acapulco, aprovechando esa semana para descansar y centrarse ya en la importante gira norteamericana que estaba por venir. Le vino bien el respiro y poder prepararse con calma para el cambio a la pista dura. Ganó en Indian Wells por primera vez tras arrollar a Medvedev y recuperó su número 1. Esa versión dominante la mantuvo en Miami, donde defendía corona y solo ganar le valía para volver de allí en lo alto del ranking.
Alcaraz cayó en semifinales contra Sinner, al que ganó una semana antes en California y con el que se augura una rivalidad que será un clásico del tenis. Carlos aguantó hasta el final, pero se le vio acalambrado. Este martes se conoció que tenía molestias musculares en la columna y también padecía una artritis postraumática en su mano izquierda. Le toca renunciar a jugar en Montecarlo.
Al cuidado de Alcaraz
El último año ha sido tan impresionante como exigente para Alcaraz. Así lo ha notado su cuerpo, que ha sufrido diversos problemas físicos en siete partes diferentes. Ninguna lesión grave -lo peor fue el desgarro abdominal-, pero un aviso sobre la necesidad de dar con un equilibrio en la explosividad de su juego, que al fin y al cabo es la esencia de su juego, y cuidar su físico.
También es cierto que Alcaraz, que es joven no lo olvidemos, ha pasado por un impresionante proceso de cambio físico hace no tanto. De tener el cuerpo de un niño pasó al de un hombre musculado, seguramente de los más impresionantes del circuito. De 2021 a 2022 ganó 5 kilos de masa muscular, pasando de 76 a 81 kg La transformación era necesaria para competir con los mejores, pero requiere de un mimo absoluto.
Cuidados no le faltan a Alcaraz. En la JC Ferrero Equelite tiene a su disposición a grandes profesionales que trabajan para el centro y que en el último año se han centrado en él. Tiene a su propio doctor, Juanjo López Martínez, que es el que le dice cuándo hay que parar, y un fisio, Juanjo Moreno, que no se despega de él durante todos los torneos.
Detrás hay más fisios y preparadores (y hasta una psicóloga) que, junto a Juan Carlos Ferrero y Antonio Martínez Cascales, sus entrenadores, forman un equipo completo. La preocupación ahora es acabar con los problemas físicos, midiendo los niveles de exigencia y frenando según qué momentos el ímpetu de un jugador que rebosa ambición. Alcaraz vuelve a darle al pausa: recargar para luego ganar.