Rafa Nadal ha hecho historia en Melbourne. Después de semanas y meses de sufrimiento por las lesiones y por la Covid-19, el balear se marchará de Australia con el título bajo el brazo. En realidad lo hará con dos, pero el más importante es ese Grand Slam que le sirve para poner el número 21 en su palmarés, uno de los mejores de la historia del deporte.
El tenista balear ya no tiene a nadie por delante en esa carrera por ser el jugador con mayor número de grandes entorchados en la historia del tenis masculino. Eso es algo que nunca había experimentado en su carrera profesional. Siempre fue en persecución de Roger Federer hasta llegar a los 20 del suizo y ver como Novak Djokovic les recortaba el terreno a los dos.
Pero ahora ha conseguido lo que ningún hombre había logrado en la historia del tenis, poner el 21 en su contador. Y todo después de una épica batalla contra un combativo Daniil Medvedev que puso a Rafa contra las cuerdas. Le llevó a jugar cinco sets en una batalla histórica que superó las cinco horas de duración.
Con alternativas para los dos jugadores, los cánticos del público, la presencia del fisio en la pista y hasta con el susto de una espontánea que saltó a la Rod Laver Arena para añadir más dramatismo a la noche australiana. Rafa y Daniil comenzaron un domingo y el de Manacor levantó su título el lunes. Eso ayuda a valorar con perspectiva el éxito logrado.
Sin embargo, toda lucha titánica tiene un momento que decanta la balanza. Y esta no ha sido menos. El punto en el que todo cambia y en el que un jugador que va dos sets arriba y que tiene encaminado el tercero para sellar una victoria fácil, se da cuenta de que su rival está enfrente y que ha venido a pelear. Ese momento le llegó a Medvedev en el tercer set.
El ruso se llevó la primera manga sin apuros y puso la final a su favor a las primeras de cambio. Ya en el segundo, Nadal recuperó sensaciones y demostró seguramente su nivel más alto de juego de toda la tarde. Al menos en cuanto a dominio. Consiguió romper el saque de Daniil para ponerse primero 4-1 y después 5-3. Sin embargo, no consiguió rematar y la segunda manga se marchó a los Urales en el tie-break.
El punto de inflexión
Nadal estaba contra las cuerdas después de haber tenido la oportunidad de empatar la contienda y encarar un partido mucho más sencillo. Y a mediados del tercer set se rozó la tragedia. Con 3-2 a favor del ruso y saque para Nadal, Medvedev consiguió tres bolas de break para acariciar el 4-2. Era un momento que le hubiera dado el partido en caso de sumar un punto más. Hubiera sido la puntilla para un Rafa completamente desdibujado, que no era capaz de meter primeros y al que la bola no le corría absolutamente nada.
Sin embargo, Nadal tiró de casta y corazón y consiguió igualar la contienda y darle la vuelta al set. Consiguió empatar a tres y arrancó ahí un parcial de tres juegos a uno que terminaron dándole la victoria en el set por 6-4. En el cuarto, repitió el mismo marcador y consiguió llevar una final que tenía perdida hasta el quinto y definitivo.
Ahí llegó la ansiada victoria, aunque no sin sufrimiento. Como recordaba su tío y exentrenador Toni Nadal después del partido, volvió a estar en un quinto set de la final de Australia con break a favor, y de nuevo lo había desaprovechado. Tras conseguir romper el saque de Medvedev tuvo dos oportunidades de ganar el partido. Tanto al servicio como al resto, no fue capaz de llegar a esos seis juegos que hubieran puesto fin a la agonía. Era la enésima vez que cedía en el choque.
Pero con Rafa, si cede, siempre hay una vez más para levantarse. Así lo hizo para asegurarse el tie-break al ponerse 6-5 y lo repitió una vez más poniendo el definitivo 7-5 para poder sentir una vez más lo que es ganar un Grand Slam. 17 años después del primer Roland Garros, algo que nadie había hecho en la historia del tenis. 13 años después de aquel de 2009, su primer y único Abierto de Australia hasta la fecha. Y el 21, el que le sitúa en la cúspide de la historia del deporte de la raqueta.
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