Historia, historia e… historia. Al ganar a Anett Kontaveit (doble 6-4) el domingo en Guadalajara, Garbiñe Muguruza se clasificó para las semifinales de las WTA Finals, se citó con Paula Badosa el martes (nunca se han medido dos españolas en la cita que reúne a las ocho mejores tenistas del año) y garantizó la presencia de una jugadora nacional en la final, algo que no ocurría desde Arantxa Sanchez Vicario en 1993.
Obligada a ganar después de que Karolina Pliskova venciese a Barbora Krejcikova por la tarde, Muguruza jugó un partido serio para imponerse sin sufrimiento a la estonia, que sumaba 12 victorias consecutivas y había ganado 28 de sus últimos 30 partidos.
Kontaveit, clasificada como primera de grupo después de amarrar el triunfo en sus dos primeros encuentros, perdió su saque al comienzo de cada set y padeció horrores para encontrar las buenas sensaciones con su drive, con el que produjo un desatino tras otro. Muguruza, que salió a jugar con colmillo retorcido para hacerse con el objetivo, creció con su servicio (salvó las tres pelotas de break a las que hizo frente), vivió de los errores de su contraria y abrochó el pase a las semifinales con merecimiento.
Ante una pista abarrotada, con la que conectó desde el primer día, Muguruza corrigió un camino que empezó mal: el primer día perdió en tres sets ante Pliskova, el segundo remontó para sobrevivir al límite contra Krejcikova y el tercero se exhibió frente a Kontaveit, teóricamente la contraria más difícil del grupo.
Lo que viene ahora, claro, es una fiesta: Muguruza y Badosa peleando por una plaza en la final del torneo de maestras. Casi nada.