La historia se reescribió un domingo de junio en París. La victoria de Novak Djokovic en la final de Roland Garros (6-7, 2-6, 6-3, 6-2, 6-4 a Stefanos Tsitsipas) convirtió al serbio en el primer tenista de la Era Open (desde 1968) capaz de celebrar al menos dos veces cada torneo del Grand Slam y le aupó en la carrera por el récord de grandes (20), que comparten Roger Federer y Rafael Nadal. A los 34 años, Nole sumó 19 trofeos de esa categoría y se colocó en una posición muy favorable para terminar quedándose la marca en solitario. [Narración y estadísticas]
Como había avisado, el aspirante jugó dejándoselo todo en la pista, y ahí está el primer parcial como ejemplo perfecto de resilencia. El griego no aprovechó un punto de set al resto (5-4) y perdió su saque a continuación (5-6), pero lo arregló logrando un break para forzar el desempate, evitando que Nole le echase el lazo a la primera manga. Después de comenzar 4-0 el desempate, Tsitsipas vio cómo Djokovic volvió a tener el set en la mano (6-5) y reaccionó demostrando poder a raudales: salvó la situación con un ace y se hizo con el primer set a lomos de su drive.
He venido a ganar, no a jugar.
“¡Tsitsi! ¡Tsitsi!”, gritó la Philippe Chatrier, animando al griego a seguir, a no desanimarse, a terminar el trabajo y celebrar la victoria. Y Tsitsipas, claro, se nutrió de la energía de la gente y arrancó la segunda manga rompiéndole el saque al número uno (2-0 de inicio), ampliando la ventaja cuando su contrario intentó reaccionar: en lugar de dejarse ir, le arrebató otro servicio (5-2) y se colocó a un pasito del triunfo.
En ese momento, el lenguaje corporal de Djokovic emitió señales muy preocupantes. Cansado, como si le pesase el cuerpo toneladas, el serbio compitió sin frescura y la claridad de ideas bajo mínimos. Con una sorprendente actitud de renuncia, Nole pareció estar fuera de la final, lejos del título, a mucha distancia de la versión de su rival.
Las cosas cambiaron de repente. Tras perder el segundo set, Djokovic se marchó al vestuario para pensar y al volver se llevó por delante a Tsitsipas. El griego que compitió en las tres mangas siguientes no se pareció en nada al que había dominado la final con puño de hierro hasta ese momento.
Por primera vez en 17 años, la final de Roland Garros llegó viva hasta el quinto set. Lógicamente, Djokovic encaró esa situación con viento de cara. Al igual que en los dos anteriores, arrancó con un break y mantuvo la inercia hasta el final para levantar por segunda vez en su carrera la Copa de los Mosqueteros.