La celebración apasionada le pertenece a Novak Djokovic, finalista de Roland Garros tras remontar 3-6, 6-3, 7-6, 6-2 en 4h11m a Rafael Nadal en una noche histórica y convertirse en el primer tenista que tumba al español dos veces en el templo de la tierra batida, negándole la oportunidad de superar el récord de títulos de Grand Slam de Roger Federer (ambos con 20). Así, el triunfo deja al serbio en una posición privilegiada: si gana el domingo a Stefanos Tsitsipas, Djokovic recortará distancias con su máximo rival en la carrera por ser el mejor tenista de siempre (18 a 20 en grandes) y tendrá la opción este mismo año de colocarse en la primera posición (en caso de coronarse en Wimbledon y en el Abierto de los Estados Unidos). Antes, un partido para toda la vida con desenlace de consecuencias desconocidas. El rey Nadal ya no juega en París. [Narración y estadísticas]
“Estoy triste porque he perdido en el torneo más importante de mi temporada”, se arrancó Nadal con la derrota todavía caliente. “Los años pasan y las opciones de ganar no son eternas, y esta era una oportunidad importante”, prosiguió. “No he sido capaz de marcar las diferencias como otras veces. Sé que puedo jugar mejor en esta pista, pero me he dejado todo lo que tenía, mentalmente y físicamente”.
“Es uno de los partidos que recordaré durante mucho tiempo”, le siguió Djokovic. “Es el mejor partido que he jugado en París, seguro. Además, el ambiente ha sido extraordinario”, prosiguió. “Ganarle a Rafa en su pista es algo muy especial”.
“¡Rafa! ¡Rafa! ¡Rafa!”, canturreó la mayoría del público antes de que los jugadores saliesen del vestuario, tomando parte en el partido. “¡Nole! ¡Nole! ¡Nole!”, gritó la grada media hora después, viendo que Nadal estaba destrozando al serbio en el marcador (5-0) y que la batalla deseada por todos podía quedarse en un combate resuelto por un KO en el primer asalto, como en la final de 2020. La mayor explosión de alegría, sin embargo, llegó pasadas las diez de la noche, cuando la organización anunció que las autoridades francesas habían permitido que el encuentro se acabase con público (“Merci Macron!”, recitaron a coro al conocer la decisión antes de entonar La Marsellesa), haciendo una excepción para ignorar el toque de queda vigente en Francia (a las once) y permitir así a la gente quedarse hasta el final.
La rivalidad más repetida de la Era Open (58 enfrentamientos incluyendo el del viernes), uno de los mayores espectáculos del mundo del deporte, comenzó con un primer juego en el que ocurrió de todo: Djokovic se fabricó dos bolas de break, mordiendo al resto desde el principio, Nadal las salvó con un par de buenos saques, cometió una doble falta y terminó llevando a su rival a fallar un remate a placer, con toda la pista abierta. Vivencias pasadas, recuerdos dolorosos, heridas sangrando. Dejar escapar esa oportunidad llenó de dudas la cabeza de Nole e impulsó a su rival hacia un tramo del cruce irreal: el mallorquín le propinó un 5-0 de parcial al número uno, pero estuvo lejos de ser una paliza porque cada punto se discutió acaloradamente.
Durante media hora, Nadal jugó a una intensidad de otro planeta. Apoyándose en sus piernas, el español cumplió con la base que había planeado junto a su equipo para medirse a Djokovic: jugar profundo, tirar largo, mandar la pelota muy cerquita de la línea de fondo. A partir de esa premisa, el número tres se encontró cómodo para llevar el mando de los peloteos y desarboló a su oponente desde la variedad, mezclando las direcciones en sus ataques (varios drives paralelos muy buenos combinados con otros cruzados) para construir puntos cargados de sentido con muchísima habilidad.
En lugar de dejarse ir, la elección fácil, el serbio decidió luchar, posiblemente para alimentarse de esa reacción en la segunda manga. Con todo en contra, Djokovic ganó su primer saque de la tarde (1-5). Abortó dos pelotas de set de Nadal y le rompió el saque a su contrario (2-5). Superó una tercera y celebró otro turno de servicio ganado (3-5). Obligó, finalmente, al mallorquín a exprimirse para hacerse con el primer parcial, negándole otros tres puntos de set (siete en total) antes de inclinar la rodilla.
Entonces, el cruce se endureció todavía más.
“Idemo! Idemo!”, se animó Djokovic con el puño cerrado después de abrir con break el segundo set. “¡Vamos!”, le contestó Nadal tras cerrar la brecha inmediatamente. Con el encuentro moviéndose en un carrusel de emociones desatadas, Nole se aferró a una versión estable para nivelar el duelo y creció nutriéndose de la confianza que le dio acertar a las líneas, desatado en tiros ganadores por el costado del revés, y apostar por la misma jugada: atraer a Nadal a la red con una dejada para luego ponerle a correr hacia el fondo con un globo.
A las tres horas de partido, un aviso: bienvenidos a la jungla. Con un set para cada uno, Nadal invirtió la tendencia escapando de una situación peliaguda. El español le rompió el servicio a Djokovic cuando su rival sacaba para ganar el tercer parcial, lo que le habría dejado a uno de la victoria. A continuación, tuvo que salvar una pelota de break para poner el 6-5. Fue un juego lleno de tensión que vio al español golpearse el pecho mirando a su banquillo y al serbio maldecir palabras en su idioma, con el rostro desencajado por la preocupación mientras salvaba un punto de set camino del desempate que gobernó por un milímetro de diferencia.
Físicamente al límite, Nadal no pudo mantener el break con el que abrió el cuarto parcial y encajó seis juegos seguidos (de 0-2 a 6-2) que le abrieron las puertas de la derrota. Así escaló Nole hasta uno de los retos más díficiles de su deporte: acabar con el español en Roland Garros. Y por segunda ocasión.