Novak Djokovic desquició a Daniil Medvedev durante la final del Open de Australia. El serbio no dio opción al ruso en el segundo set, que terminó con el joven jugador tirando la raqueta contra la pista de la Rod Laver y rompiéndola. La impotencia inundó al aspirante al título del primer Abierto del año y lo pagó su herramienta de trabajo. Fue una de las imágenes del partido que pudieron disfrutar un gran número de personas que llenaron las gradas.
Fue el momento clave de la gran final ya que el ruso no levantó el vuelo desde ese momento. Djokovic empezó a maniatar a un Medvedev que se veía incapaz de poder darle la vuelta a la situación. Eso hizo que el tenista del este perdiera los nervios y estallase su raqueta contra el suelo. Estaba despediciando su segunda oportunidad de conseguir un grande después de su tropiezo en la final del Abierto de Estados Unidos de 2019 y lo sabía.
Esto provocó que toda la grada reaccionase ante el gesto del ruso. Estaba desquiciado y buscaba descargar la frustración que acumulaba, tal y como hizo Djokovic en la semifinal. A este le sirvió más, pero no hubo manera de tener esa misma reacción. La Rod Laver se mantuvo a puerta cerrada durante cinco días entre la primera y la segunda semana de la competición como consecuencia del confinamiento en Melbourne. Este domingo había un 80% de aforo.
Arrancó Djokovic a un ritmo vertiginoso tras colocarse 3-0, pero había respondido rápido el ruso e igualó la contienda. Esta se mantuvo hasta el 5-5, donde la eficacia de Djokovic al resto le sirvió para romper el marcador y apuntarse un primer acto, que luego que acabaría siendo definitivo, porque ahí minó la fortaleza del aspirante. El moscovita de 25 años no se rehízo y se desesperó con la brillantez de su oponente.
El final
El público intentó traer de vuelta a un desaparecido Medvedev que acarició una temprana rotura que se le acabó escapando y la cual dio alas a Djokovic para cerrar rotundamente el último parcial por 6-2 tras casi dos horas de lucha. El ruso ponía fin a una meritoria racha de veinte victorias y diez de ellas conseguidas frente a miembros del top-10 que le situó como uno de los tenistas más en forma y por lo tanto "el hombre a batir", como había asegurado el serbio en rueda de prensa.
Al ruso le pasó factura la presión añadida que generó tanto su gran estado de forma como las palabras de Djokovic, después de cometer treinta errores no forzados que le condenaron en su intento de destronar al rey del 'major' australiano. Su tropiezo significó otra decepción para una nueva generación que se muestra incapaz de asaltar el dominio del serbio, Nadal y Federer en la última década. Por contra, 'Nole' de seguir así, incluso podría sobrepasar este mismo año al suizo y al español en la lista de máximos ganadores de títulos de Grand Slam.
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