A Carlos Moyà no le gusta un pelo lo que ve. Diego Schwartzman, El Peque, tiene 4-4 y 15-40 en el primer set del cruce de cuartos de final que le mide a Rafael Nadal en el Abierto de los Estados Unidos. El español lleva grogui más de 15 minutos porque solo así se explica que pase de ganar 4-0 a enfrentarse a dos pelotas de break para perder su quinto juego consecutivo. Que Nadal reaccione y se haga con la primera manga no soluciona su futuro en el duelo. En el segundo set, sacando con 5-3, Schwartzman le arrebata el servicio y en un suspiro se pone 5-5. Es la misma historia de antes que termina exactamente igual, con el mallorquín abrochando el parcial y acercándose a una victoria (6-4, 7-5 y 6-2) que le cuesta mucho más de lo que dice el marcador.
Nadal ataca el encuentro siendo tremendamente consciente de la oportunidad que tiene por delante. Las eliminaciones de Novak Djokovic y Roger Federer, obviamente, han multiplicado su candidatura al título de campeón. Que ninguno de los tenistas que quedan vivos en el cuadro (Matteo Berrettini, su próximo contrario, y Daniil Medvedev o Grigor Dimitrov, los protagonistas de la otra semifinal) sepa lo que es pelear por un trofeo grande subraya aún más a Nadal como claro favorito a hacerse con su cuarta corona (2010, 2013 y 2017) en el torneo.
Esos pensamientos, quizás, no le hacen bien al español. Así, y pese a que le endosa a Schwartzman un 4-0 de entrada, Nadal no juega un tenis maravilloso ni hace nada extraordinario para merecer esa ventaja. Al argentino le vale con reducir su abultado número de errores no forzados para meterse en el partido y desnudar las carencias de su rival, que tuerce el gesto un par de veces antes de sacar porque el público no para de moverse, que está incómodo con la pelota en juego, que dedica miradas de preocupación a su banquillo.
De un bocado, Schwartzman gana cuatro juegos consecutivos (4-4) y se fabrica dos puntos de rotura para ponerse 5-4 y servicio. El argentino, que ha dejado de cometer fallos, aprovecha las pelotas cortas de Nadal para atacar a tumba abierta y de línea en línea. Es un tenista devorando a otro. El pequeño atropellando al grande. Schwartzman poniendo en grave peligro al número dos mundial, que sale indemne por un motivo: puestos a sacar la garra, llegado el momento de enseñar los dientes, hay pocos mejores que Nadal.