Es una imagen que lo dice todo. Sentado en el banquillo, Rafael Nadal se pega un botellazo en su rodilla derecha. Solo Juan Martín del Potro separa al número uno de la final del Abierto de los Estados Unidos, pero el rival es lo de menos. El español está frustrado porque desde hace rato siente un dolor intenso en el tendón rotuliano, y sabe que optar a la victoria así es imposible. Por eso, el final está claro desde casi el principio del partido: muy mermado, el mallorquín se retira tras perder el segundo set y el argentino se clasifica (7-6, 6-2 y abandono de su rival) para pelear por el título contra Novak Djokovic (6-3, 6-4 y 6-2 a Kei Nishikori) el próximo domingo en un pulso mayúsculo. [Narración y estadísticas]
“Odio retirarme”, dice Nadal minutos después del cruce. “He perdido una oportunidad de estar en la final del Abierto de los Estados Unidos, pero era algo limitante que me imposibilitaba competir. Cuando algo está mal y lo sigues apretando lo normal es que esté peor”, prosigue el balear. “No me sentía cómodo, no podía correr, no me podía apoyar, no podía hacer fuerza para sacar… “Es una parte importante de mi carrera. Solo me queda aceptarlo y seguir trabajando para cuando vuelva a ocurrir”.
Nadal se rompe a los 20 minutos. Con 2-2 y 0-15, el mallorquín nota un latigazo tras un peloteo largo y automáticamente se gira hacia la grada buscando a su equipo con mirada de preocupación. Entonces, el intercambio de gestos entre el jugador y los suyos avisa de lo que sucede luego: con 4-3, el campeón de 17 grandes le pide al fisioterapeuta que le coloque un vendaje en la rodilla, con 5-4 se lo quita porque le molesta y con 7-6 y 2-1 vuelve a intentar ponérselo en un último intento a la desesperada de salir adelante.
Al español, que se repone dos veces de un break en la primera manga (de 0-1 a 1-1 y de 4-5 a 5-5) y salva dos bolas de set (con del Potro sirviendo con 5-4), le cuesta sacar con normalidad, correr hacia delante y también recuperarse tras las frenadas que hace buscando defenderse de los poderosos golpes de su contrario. En consecuencia, este Nadal no es ni un 20% del Nadal de siempre, y aguantar es prolongar lo inevitable.
“Lo del final no ha sido un partido de tenis, sino un solo jugador jugando y el otro parado al otro lado de la pista”, se lamenta el balear. “No puedo compararlo con otras veces porque el dolor de rodilla es muy parecido siempre. Esta vez, era más intenso al aparecer tras un movimiento y no de forma progresiva”, añade. “Es mucho peor cuando ocurre así: rápido en un solo gesto y no poco a poco”.
A Nadal, que volverá a casa el sábado, le espera ahora un paso por la consulta del doctor Ángel Ruiz Cotorro para confirmar lo que ya imagina: que no estará en las semifinales de la Copa Davis entre España y Francia (del 14 al 16 de septiembre en Lille) para poder recuperarse y afrontar sin problemas la parte final de su calendario en Asia (Pekín y Shanghái) y Europa (París-Bercy y la Copa de Maestros de Londres). Posiblemente, con el número uno en juego.
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