“Necesito sacarme esto de dentro porque duele”. Andy Murray eligió una foto suya de pequeño para decirle al mundo a través de su cuenta de Instagram que está pasándolo muy mal, que quiere volver a jugar y no puede porque la cadera derecha sigue sin permitírselo, que no ve la salida del túnel en el que lleva demasiado tiempo encerrado. El martes por la tarde, el británico anunció su renuncia al torneo de Brisbane, donde debía reaparecer oficialmente tras seis meses alejado de las pistas (desde los cuartos de final de Wimbledon) y dejó en el aire su futuro: el campeón de tres grandes se quedará unos días en la ciudad e intentará disputar el Abierto de Australia (arranca el día 15 de enero), pero tampoco descarta regresar a casa y quizás someterse a una operación que lleva tiempo esquivando.
“Estoy pasando una época muy difícil con mi cadera”, se arrancó Murray. “Me han recomendado un tratamiento conservador desde el US Open y he hecho todo lo que me han pedido para volver a la pista y ser competitivo”, prosiguió el ex número uno mundial. “He jugado algunos sets entrenando con jugadores de nivel en Brisbane, pero eso no ha funcionado para alcanzar el estado que quiero. Obviamente, seguir con la rehabilitación es una opción, darle más tiempo a mi cadera. Pasar por el quirófano es otra posibilidad, pero desearía evitarla porque las opciones de éxito no son altas como me gustaría”, añadió. “Es algo que podría llegar a considerar, pero espero que no sea así”.
Murray llegó a Brisbane tras jugar un partido de exhibición en Abu Dhabi, que Roberto Bautista le ganó por 6-2. Fue la primera toma de contacto con lo más parecido que tuvo a la competición en casi seis meses, y salió mal porque el británico evidenció problemas para desplazarse, una cojera preocupante en sus movimientos, sobre todo por el costado derecho. Así y todo, el campeón de tres grandes se montó en un avión convencido de jugar en Brisbane.
“Salvo que ocurra algo extraño en los próximos días, algo que vaya mal, no me veo retirándome del torneo por culpa de mi cadera”, había dicho Murray el domingo en la rueda de prensa previa a su debut. “Necesito jugar partidos para ver exactamente dónde me encuentro en estos momentos”, avisó entonces. “Está claro que me encantaría volver a ser el número uno del mundo, pero ahora mismo lo único que quiero es jugar. Cuando te privan de jugar es cuando te das cuenta de lo importante que es. Desmoraliza mucho saltar a pista y darte cuenta de que no tienes el nivel necesario para competir a un nivel alto”.
Durante los dos días que se entrenó en Brisbane, Murray no encontró lo que buscaba. Si las sensaciones con Bautista en Abu Dhabi fueron negativas, las que el británico sintió en Australia siguieron por la misma línea: incapacidad para correr y apoyarse con seguridad, dolor en la cadera y frustración por un proceso al que sigue sin verle un final claro.
“He elegido esta foto mía como el niño pequeño que hay dentro de mí, que quiere jugar a tenis y competir”, escribió Murray en la publicación de Instagram. “Lo echo mucho de menos y daría lo que fuera por volver”, reiteró. “No me he dado cuenta hasta estos últimos meses de todo lo que amo este deporte”.
A los 30 años, las siguientes decisiones de Murray son muy importantes para conocer qué camino sigue su carrera de ahora en adelante. El británico permanecerá dos días en Australia y cuando llegue el fin de semana decidirá si se queda para intentar disputar el primer Grand Slam de la temporada o si regresa con el quirófano muy presente en su cabeza.
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