Días antes del arranque de Wimbledon, Conchita Martínez recibió una llamada de teléfono de Garbiñe Muguruza para pedirle ayuda. La española, finalista del torneo en 2015, acababa de conocer que su técnico Sam Sumyk tenía que volver de urgencia a Los Ángeles por asuntos familiares y necesitaba a alguien para sentarse en su banquillo durante el tercer grande de la temporada. La elección de Martínez, que estos días vive más tranquila porque no hay eliminatorias de Copa Davis o Copa Federación a la vista, tardó un segundo en convertirse en una realidad: la seleccionadora española pasó de estar pensando en las vacaciones a ponerse el chándal blanco en Londres.
“Cuando se decidió que Sam no podría llegar a Wimbledon, la persona que se me vino a la mente fue Conchita”, confesó la número 15 del mundo. “Hemos compartido mucho tiempo juntas y no solo en Copa Federación. Ella me entiende como jugadora porque ha salido a la pista. Me aporta una visión diferente: puede saber cómo me siento, las ganas que tengo de hacerlo bien… Siempre ha habido buen rollo, lo pasamos bien y de momento las cosas funcionan. Al final, no podía escoger para un Grand Slam a alguien que no me conociera o que no tuviera experiencia”, insistió la campeona de un grande. “Todo mi equipo cree que puede sumar y yo también estoy convencida de ello”.
En agosto de 2015, y tras poner fin a una relación profesional de cinco años con Alejo Mancisidor (su entrenador de toda la vida), Muguruza viajó sola al Abierto de los Estados Unidos y le pidió a Martínez que le echase una mano. La aragonesa acababa de ponerse a los mandos del equipo de Copa Davis, dando la sentencia de muerte al enconado caso Gala León, y tenía el teléfono echando humo y la cabeza a punto de explotar. Por eso, Conchita supervisó lo que hizo Garbiñe, aunque nada que ver con la relación que han acordado para este Wimbledon.
“Sí, esto es diferente”, explicó la ex número dos del mundo a este periódico. “Ahora mismo ya no viajo a más torneos con la federación porque no hay eliminatorias y en Estados Unidos estaba inmersa en la Davis, acababa de empezar como capitana”, recordó la aragonesa. “Entonces, le dije a Garbiñe que iría a sus entrenamientos si podía, pero que no le aseguraba nada. Cuando esta vez me lo preguntó, hablé con la federación y no hubo problemas a la hora de aceptar”.
La asociación de Muguruza y Martínez reúne a una finalista de Wimbledon (la jugadora, en 2015) y a una campeona (la entrenadora, en 1994). Es, además, una interesante apuesta para el torneo, donde la española debería aspirar a todo aunque no esté atravesando un buen momento, incapaz de gestionar toda la presión que apareció con la llegada de su primer título grande (Roland Garros 2016), sin rumbo fijo desde entonces.
“Yo no voy a cambiarle nada de su juego”, avisó Martínez sobre sus planes con Muguruza. “Ha entrenado muy bien, ha jugado una buena primera ronda y hay que seguir. No sé si puede mejorar algo en el día a día. Es una cuestión de estar encima, de lidiar con situaciones difíciles para que saque lo mejor que tiene. Si puede sacarlo en cada partido tendrá oportunidades de hacer cosas importantes seguro”.
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