¿Habrá dejado atrás todos sus fantasmas Garbiñe Muguruza? ¿Será 2017 un año clave en su carrera como opinan los técnicos? ¿Podrá la española tomar el liderazgo del circuito femenino y aprovechar el hueco actual? ¿Conseguirá a los 23 años asentarse tras todo lo que vivió hace unos meses? Antes del Abierto de Australia, las preguntas llegan todas seguidas, en tromba. Para las respuestas, en cualquier caso, todavía falta un tiempo.
“Yo tenía muy presente que otras jugadoras ganaban su primer Grand Slam y caían enseguida en la clasificación”, cuenta a EL ESPAÑOL Conchita Martínez, la seleccionadora nacional de los equipos de Copa Davis y Copa Federación. “Intenté hacer justo lo que tocaba, en términos de prensa, de compromisos fuera de la pista. Me marqué otro torneo muy cercano para mantener la confianza y la concentración”, prosigue la capitana, que estos días va de reunión en reunión para conformar los dos grupos que viajarán a Croacia (masculino) y a la República Checa (femenino) en unas semanas. “A veces, te puedes desviar fácilmente”.
Tras ganar Roland Garros en 2016, Muguruza se desvió con esa facilidad que dice Martínez. La aragonesa se coronó en Wimbledon 1994 y supo gestionar lo que se le vino encima. Garbiñe no, ni mucho menos. La número siete mundial pagó su primer título grande con una mala segunda mitad de año, llena de presión, malos resultados y caras largas. De golpe y porrazo, Muguruza descubrió lo que significa dejar de ser promesa para convertirse en realidad.
“Antes, llegabas a un torneo así y estabas muy motivada por el simple hecho de jugar, de formar parte de un evento histórico como es un Grand Slam”, asegura Garbiñe a este periódico en Melbourne. “Ahora vengo con el cartel de ser la que puede ganar el torneo. Cada vez que hablan de ti te relacionan con eso y todo el mundo te mira con otros ojos, pero que no suene negativo porque no lo es”, matiza la española. “Estoy igual de nerviosa que el año pasado. Tengo que manejar esa situación, buscar alguna manera para centrarme en otras cosas que no sean únicamente el resultado”.
Muguruza debuta este lunes contra Marina Erakovic. Podría cruzarse con Carla Suárez en octavos (la canaria se estrena contra Jana Cepelova, pese a que confirmó su participación en el torneo a última hora por una lesión en el hombro derecho). En el horizonte de los cuartos aparece Angelique Kerber, la número uno del mundo y según el ránking la gran rival a batir. En el circuito femenino, sin embargo, todo es relativo a día de hoy.
“Ahora mismo no hay una clara dominadora del circuito femenino”, apunta Martínez. “Kerber tuvo un gran año en 2016, pero hay que ver. Serena no tuvo una buena temporada para lo que acostumbra, dicho por ella misma. Después del Abierto de los Estados Unidos está mucho más vulnerable”, sigue la ex número dos mundial. “No veo una clara dominadora. Hay muy buenas jugadoras. Garbiñe puede, pero hay que ser más constante en diferentes torneos”, cierra la capitana española.
Muguruza es esa aspirante a todo, a cada grande que juegue y por supuesto también al trono, porque Serena tiene 35 años y Kerber ha amagado varias veces con romper la línea regular que mantuvo a final de año. El resto, claro, optan a lo mismo que Garbiñe, pero ella es la elegida del vestuario, la que por mimbres debería terminar sentada arriba del todo, la que debe subirse al tren y ya no bajarse.
“No sé qué tengo que sentir para estar preparada y ganar el título aquí”, dice Muguruza antes de iniciar el asalto a la copa en Melbourne, que es también el primer paso hacia el número uno. “He hecho una buena pretemporada y he entrenado bien cada día. Se supone que con eso debes estar preparada, pero muchas veces he tenido esa misma sensación y no he terminado ganando el torneo”, recuerda la española. “Pero una se siente mejor cuando llega con los deberes hechos”.
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