“De tenis no hablo con nadie”. Antes de enfrentarse a Stan Wawrinka para buscar las semifinales del Abierto de los Estados Unidos, Juan Martín Del Potro tiene que volver a explicar algo que parece imposible: la reconstrucción de su juego, obligada por las tres operaciones en la muñeca izquierda, es una obra exclusivamente suya, sin entrenador, como se mueve por el circuito. Nadie le ha guiado. Nadie le ha abierto los ojos. Nadie le ha ayudado. El argentino, que con su buen torneo ya ha roto la barrera del top-100 (pase lo que pase en el cruce contra Wawrinka será 63 del mundo el próximo lunes, una subida de 79 puestos), es un gigante autodidacta.
“Con el revés cortado he encontrado otra forma de jugar”, reflexiona Del Potro, forzado a mejorar ese tiro por las operaciones en la muñeca y el dolor que todavía siente al pegar duro con el golpe a dos manos. “Cuando los otros jugadores me veían al otro lado de la red, esperaban un revés fuerte, y hoy eso no pasa”, prosigue el argentino. “Aunque trato de sacar ventaja de esa situación. Lo malo es que si no consigo un cortado ofensivo me ponen a correr muy rápido y no tengo un físico como el de Ferrer o Nishikori, que pueden estar así durante mucho tiempo”, apunta. “Mi juego es distinto”.
En los tres últimos partidos en el torneo, el argentino no ha bajado de un 80% de puntos ganados con su primer saque y ha disparado 40 ganadores con la derecha (por sólo 11 con el revés). Una vez tras otra ha abusado del cortado, un recurso transformado en arma principal por pura necesidad. Además, y sorprendentemente, se ha ido a la red en 74 ocasiones (53 de ellas se volvió con el punto ganado), lo que tiene mucho mérito por su envergadura (1,98m y 97kg), teóricamente un lastre para moverse con agilidad en esa zona decisiva de la pista.
“Ahora mismo, mi juego es la derecha, el saque y el revés cortado”, confirma Del Potro. “Es así por la limitación que tengo en el revés. No me quedan muchas más opciones que apretar con lo que tengo”, insiste. “También estoy subiendo más a la red, demostrándome que soy capaz de hacerlo bien delante”, dice sobre su juego en la cinta. “Trato de entrenar esos golpes, que me permiten ser agresivo. Poco a poco, según voy recuperando mi nivel normal, me queda la opción del cortado para cambiar de ritmo y de velocidad”.
Cuando Del Potro pueda pegar el revés a dos manos sin dolor, libre de miedo, se habrá vuelto un jugador más completo, porque el cortado le ayudará mucho más de lo que lo hacía antes. Mientras, sin embargo, tendrá que seguir explotando la demoledora combinación que ha conseguido con el saque y la derecha y continuar fiándose de su instinto, hasta ahora siempre brillante.
“Conozco a la mayoría de mis rivales”, reconoce el 142 del mundo. “Sé cómo juegan y dónde están sus puntos débiles. Siempre sé cómo tengo que jugar. Me puede salir bien o mal la idea de mandar con mi derecha, pero durante el transcurso del partido uno puede ir viendo cómo modificar la estrategia”, revela. “Los mejores miran muy poco a sus entrenadores, siempre buscan más un apoyo emocional que una táctica. En el tenis de hoy, que es tan rápido, la diferencia pasa muchas veces por otro lado”.