Nació en Bescanó, en un pequeño pueblo de los Pirineos catalanes y lleva más de 20 años dedicándose al deporte del kayak. Aniol Serrasolses (1991, Girona) afronta la vida sin miedo y se ha convertido en un referente en todo el mundo en su especialidad. Ha sido campeón del mundo en kayak extremo, pero su verdadero modus vivendi es perderse en la naturaleza desafiando a los ríos más rápidos y las cataratas más altas.
"He viajado por un montón de lugares en el mundo. El kayak es mi gran pasión y es a lo que he dedicado gran parte de mi vida", cuenta Aniol a EL ESPAÑOL. Pensar proyectos y la exploración son las otras partes que más disfruta de lo que hace. Empezó cuando tenía 12 años, quitándose el miedo gracias a su hermano, y desde entonces no ha parado la aventura: a los 21 fue el primero del mundo en desafiar el descenso de la Big Banana (México), la segunda cascada más alta del planeta con 42 metros de altura.
Su último gran reto le llevó hasta el archipiélago de Svalbard (Noruega), en el Ártico. Una foto hizo que ese lugar se grabara en su cabeza y durante dos años, hablando con guías e incesantes búsquedas en Google Earth, encontró lo que quería: un enorme glaciar (Bråsvellbreen) por el que discurrían ríos de aguas bravas hasta caer al mar en cascada. La más alta tenía veinte metros de altura. La aventura ártica de Aniol ve ahora la luz en el documental 'Ice Waterfalls', estrenado en la plataforma Red Bull TV este 8 de mayo.
Lo que se encontraron Aniol y los miembros de la expedición que le acompañó fue más impresionante, incluso, de lo que se esperaban. Su única preparación para el kayak en el hielo la realizó un año antes en Groenlandia, pero uno nunca sabe lo que puede depararle un medio tan inestable como este. Llegar a la cascada costó más de seis horas y 11 kilómetros de caminata cruzando más de 100 ríos. El objetivo finalmente se pudo cumplir y Aniol se enfrentó a la Philip's Ladder (nombre con el que bautizaron a la cascada de 20 metros), completando el salto más alto jamás realizado en una catarata glacial.
Aniol vive en Chile, donde se ha enfrentado varias veces a los rápidos del río Baker. Los de España se le hicieron pequeños demasiado pronto. Junto a su hermano Gerd (también campeón mundial de kayak extremo), lleva a cabo un programa (SBP - Serrasolses Brothers Program) para promover la conservación de ríos y la práctica del kayak entre jóvenes sin recursos. Por unos días frena su extraordinario ritmo de vida y atiende a EL ESPAÑOL para hablar de su más reciente aventura helada.
Pregunta.- ¿Cómo surge la idea de emprender una aventura en Svalbard en búsqueda de una cascada de 20 metros?
Respuesta.- Bueno, siempre me ha gustado pensar proyectos y este de Svalbard nace de una simple foto. Vi ese lugar en una foto (de Paul Nicklen), me quedé impresionado y me pregunté dónde estaba eso. Y ya empezar a buscar el lugar, adquirir experiencia y todos los detalles posibles de dónde yo creía que era. Empezar a trabajar, ir a por ello y convencer a la gente adecuada para que nos ayudaran a poder hacerlo posible, que han sido Red Bull y Prada.
Llevábamos más de dos años buscando el lugar y ultimando todos los detalles, y no ha fue hasta el último agosto que pudimos ir al Ártico y realizarlo.
P.- O sea, sueles guiarte mucho por la curiosidad de descubrir los sitios más recónditos del planeta
R.- Para mí, como kayakista al que le gustan las expediciones y la aventura, es la mejor parte. La de ir a explorar, intentar conocer lugares nuevos, buscar los ríos más espectaculares... Esas pequeñas joyas que hay escondidas por el mundo, ir a conocerlas y a investigar, y a remar.
P.- El hecho de ir hasta el glaciar y subirte al kayak ya sería por sí sólo todo un desafío. Cuéntame esta parte.
R.- Esa parte de la aventura es la que más me preocupaba, el cómo íbamos a subir arriba del glaciar. Me preocupaba porque sabía que el glaciar era alto. No era algo que pudieras llegar y subirlo escalando porque es un tipo de hielo muy peligroso, que está en contacto con el mar y, entonces, es muy inestable. La opción que nos quedaba era hacer un recorrido muy amplio desde la zona donde no hay paredón e ir caminando hasta la cascada, pero tomaba muchísimo tiempo.
Al final, lo que se hizo fue subir desde el bote con una escalera de doce metros. Una vez subió una persona, caminó al lugar que le pareció más seguro y ahí pusimos un tipo de escalera de cuerda que era nuestro punto de anclaje para todas las veces que quisiéramos subir. Siempre usábamos ese mismo sitio y de ahí nos íbamos caminando a la cascada que nos interesara.
P.- ¿Cómo es hacer kayak en un glaciar y en ese entorno ártico?
R.- El tipo de kayak que nos encontramos en Svalbard era absolutamente espectacular. Si remar es divertido de por sí en cualquier río, si combinas el hielo, cascadas y ese lugar, todos esos elementos, te dan un tipo de 'kayaking' que es increíble. Es totalmente diferente a lo que estoy acostumbrado y las sensaciones fueron buenísimas.
Tienes que entender que los rápidos normalmente se forman por el agua y por las piedras que van chocando y eso crea movimientos. Pero en ese caso, se forman por el hielo; y ese hielo es tan pulido que el tipo de cosas que ves ahí no las había visto en mi vida. Era tan suave y tan, tan perfecto que era como si lo hubieran hecho para que remara. Era absolutamente fascinante, como estar en un sueño.
P.- ¿No te costaba mantenerte enfocado al estar en un lugar tan único?
R.- Descendía y quería estar enfocado, pero a la vez era una sensación de... Uff. Era increíble. Intentaba disfrutarlo al máximo y que no se acabara (risas).
P.- ¿Era una sensación muy diferente a la de otros retos que has realizado?
R.- Este proyecto era único en todos los sentidos. El llegar hasta ese lugar fue extremadamente complicado y el tipo de rápidos que nos encontramos fue totalmente distinto. Además, que también teníamos que lidiar con el hielo, que es un medio bastante inestable, totalmente nuevo para mí, que requirió un aprendizaje para poder manejarnos y estar ahí de forma segura.
Es algo súper completo e interesante para mí, porque cuando has hecho un deporte por veinte años, empiezas a conocer todo lo que hay. Pero que de un día para el otro sea todo nuevo y volver a empezar desde cero, para mí era súper interesante porque me gusta seguir mejorando. Lo que más me gustó fue eso, que todo era totalmente nuevo y esa parte de aprendizaje.
P.- No pudiste practicarlo antes, claro.
R.- En ese caso es un aprendizaje instantáneo. Sólo hay una primera vez, y la primera vez que te metes en un río de estos, en el hielo, quedas fascinado porque realmente es difícil de creer lo increíble que es.
P.- ¿No tenías miedo de lo que te podías encontrar?
R.- Sí, sí, totalmente. Me daba miedo y debe darte miedo, porque todo el tema del hielo es peligroso de por sí en estos lugares. El hielo es bastante inestable. No quieres estar ahí más tiempo del que sea necesario. También puedes tener la mala suerte de que un pedazo de hielo que se ve bien, cuando tú estás pasando por ahí, se caiga.
Intentábamos ser muy responsables con las cascadas que elegíamos, pero al final el riesgo es el riesgo y puedes tener la mala suerte de que te toque. Aun así, hay que decir que lo hicimos todo muy bien. Se tomaron muy buenas decisiones y no pasó absolutamente nada, así que muy agradecido de todo.
P.- Cuéntame ahora el momento del descenso de la cascada de 20 metros. ¿Cómo se vive un momento así?
R.- Esa la viví con mucha anticipación porque veníamos de caminar once kilómetros para poder llegar ahí. Se había movido a todo el equipo para poder grabarlo y yo sabía que tenía una sola oportunidad. Bueno, lo vives con nervios porque quieres hacerlo bien y sabes que hay sola una oportunidad. Traté de disfrutarlo lo máximo, pero estaba tan concentrado en hacerlo bien y en que todo saliera de la forma más correcta que otra cascada la hubiera disfrutado más.
Es espectacular las vistas que tienes cuando estás saltando, que ves el mar, el Ártico, y la sensación de estar en el aire, llegar abajo y ver que todo está bien y abrazarte con tus amigos. Espectacular. Fue un sueño que llevaba mucho tiempo tratando de conseguir y que se dio perfecto.
P.- ¿Te sigue impresionando al verlo con el paso del tiempo?
R.- Yo lo he visto tanto que ahora que ya no me impresiona. Digo: 'Estuvo buena esa cascada' (se ríe). Pero sí, hay que mirar hacia atrás y ver el proyecto en sí. Ha sido increíble y hemos hecho algo que no se había hecho.
Hemos recorrido unos ríos en el Ártico que recién están partiendo porque estos ríos se están agrandando, cada vez son más poderosos y bueno, es un comienzo de algo que se viene. Hemos tenido la gran suerte de que hemos podido hacerlo y ha sido una experiencia buenísima.
P.- ¿Cómo valoras el desafío ya pasado el tiempo?
R.- Yo lo valoro de forma muy positiva. De hecho, no pensaba que las cascadas iban a ser tan buenas. Pensé que tendría menos agua, que el hielo no estaría tan descongelado y que, entonces, los ríos serían más pequeños. Y lo que nos encontramos ahí fueron ríos bastante grandes y cascadas absolutamente perfectas.
Sí que uno se queda siempre con las ganas de haber hecho más, porque no eran una, dos o tres cascadas. Había muchas. Como kayakista y fanático que soy de los saltos y de todo esto, obviamente me quedé con más ganas de explorar, de hacer esta, la otra, unas más grandes que había... De la forma como soy, nunca voy a estar completamente satisfecho. También sé que lo más probable es que no pueda volver nunca ahí, entonces siempre te queda esa espina de ojalá haber hecho más. Pero estoy muy satisfecho de lo que se hizo.
P.- De todos los retos que has afrontado dirías que este era de los más peligrosos, ¿no?
R.- Yo creo que sí, porque normalmente cuando voy a remar yo tengo el control. La mayor parte tengo el control de lo que pasa. Tengo la experiencia y la capacidad de tomar decisiones y de más o menos saber lo que va a pasar. En este caso del hielo seguía teniendo el control de la forma en cómo iba a remar, cómo iba a hacer las cosas, pero el elemento del hielo va bastante aparte.
Tomas buenas decisiones de no meterte en esa cascada porque tiene un crack que puede romperse todo el hielo, pero al final estás a merced del hielo. Eso no me gustaba tanto, no tener el control total de lo que iba a pasar, y la única forma de minimizar riesgos ahí es no estar más tiempo de lo necesario. Haces la cascada y te vas y sales de la zona de peligro.
P.- ¿Esas decisiones las tenías que tomar al momento o las estudiabais antes de alguna forma?
R.- Las cascadas las elegíamos desde el bote que teníamos. Volábamos un dron y estudiábamos todo el perímetro para ver hasta qué punto estaban los cracks, qué profundos eran y qué tan cerca estaban de la cascada. Una vez visto esto, tomábamos decisiones basadas en las grietas y decidíamos. Después lo que era todo el río hacia arriba. Eso también hay que estudiarlo. Si en tres kilómetros igual había cuarenta rápidos, tenía que memorizar y aprendérmelo para poder navegar bien hasta llegar a la cascada.
P.- ¿Ya estás pensando en próximos desafíos o te lo has ido tomando con más calma después de este increíble proyecto?
R.- Esto no para. Hay que pensar el próximo y tengo varios proyectos que he estado dándole vueltas. Nada seguro, pero el próximo tiene que estar al nivel de este, por lo que hay que pensar algo bien curioso. Eso es lo que más me gusta a mí: idear proyectos, mantenerme activo y pensar siempre.
A continuación, el documental íntegro 'Ice Waterfalls' (Red Bull TV):