Nueva Zelanda es, casi siempre, el país que sirve para tomar la temperatura al rugby. Ocurre que ahora lo es por necesidades del guión. La razón es obvia: la pandemia que ha asolado a todo el planeta. A día de hoy, las antípodas se han convertido en el laboratorio de pruebas de algunas de las nuevas reglas que se quieren implantar en un deporte que no para de evolucionar desde hace más de un siglo. De momento, sólo son sugerencias y cada federación es libre de asumirlas. El debate ya está en la calle.
De forma un tanto atropellada las novedades que se aplican en Nueva Zelanda en un torneo interno que se disputa desde hace tres semanas se resumen en que si el partido acaba en empate, el primero en marcar mediante drop, golpe de castigo o ensayo, será el ganador. La segunda en que si un jugador es expulsado podrá ser reemplazado por otro a los 20 minutos (antes no se podía) y la tercera apunta a que los árbitros, con objeto de hacer un juego más fluido y dinámico, sean más estrictos en la aplicación de las normas.
Nadie se ha atrevido por ahora a aplicar sugerencias que puedan modificar sustancialmente las normas en las fases de contacto como melés, mauls o rucks. El primer partido disputado con público tras el frenazo que supuso el Covid-19 enfrentó a las franquicias de los Blues contra los Hurricanes. El árbitro, casi nunca protagonista en este deporte, se hinchó a pitar golpes de castigo, en total 30, y se pasó buena parte del partido en actitud dialogante explicando a los jugadores una y otra vez la razón de sus decisiones.
La World Rugby ha redactado una serie de recomendaciones orientadas a preservar la seguridad de los jugadores para cuando este deporte regrese a la normalidad. Y ello sin tener en cuenta que la pandemia no ha afectado a todos los países por igual. Nueva Zelanda tuvo muy pocos casos y, eso, unido a que el rugby es allí una especie de religión y que apenas cuenta con cinco millones de habitantes, favorece mucho el veloz regreso de la competición. En Europa suspiran por poder hacerlo a la vuelta del verano y otros países donde el rugby iba cogiendo impulso como Brasil o Estados Unidos solo los muy osados se atreven a hacer predicciones. Aun así, a nadie se le escapa que el coronavirus ha afectado por igual a todos los deportes y que el rugby es el que mayor número de jugadores concentra en el campo y donde hay más contacto.
"Cada país tendrá que adaptarse a lo que realmente necesita", reflexiona Pedro Montoya, un referente en el mundo del arbitraje nacional. Una lesión de rodilla le aportó del rugby y desde 1996 ejerce de árbitro, incluso a nivel internacional. Sigue en activo, lo que le convierte en una voz autorizada para analizar las nuevas sugerencias. Así, sobre que se dé mayor celeridad a la salida del balón de un ruck, opina que es "beneficioso" para el espectáculo y que serviría también para hacer el juego más dinámico "tipo el que practican en el Pacífico". Aunque elude definirse como un "purista" sí rechaza de plano la eliminación de las melés o que no se disputen. "Sería como quitar una fase a la que, además, muchos entrenadores y jugadores preparan con mimo porque concentra a 16 jugadores y dos medios de melé y te queda un espacio de campo grandísimo para optar por muchas opciones", añade.
Montoya no entiende el rugby sin melés, una fase del juego donde se produce un enfrentamiento "directo" entre los jugadores donde cada uno trata de imponerse "sin recurrir al juego sucio" y que sirve para tener debilitado al rival en otras fases del juego. El árbitro internacional recurre al viejo refrán de "el ataque gana partidos y la defensa los campeonatos", para advertir de los peligros que supone coger prestadas normas, aunque sea de forma temporal, como la eliminación de los reagrupamientos o las melés sin empuje, propios del Rugby League "porque entonces ya estaríamos hablando de otra cosa a lo que en la actualidad conocemos como el Rugby Union".
Lola Gracia, capitana del actual campeón de la liga Corteva Cocos Rugby de Sevilla, considera "inevitable" que ante una situación "excepcional" creada por la pandemia haya que tomar medias "excepcionales" porque lo "esencial" es velar por seguridad de las jugadoras para que cuando se reanude la competición lo haga con "plenas" garantías y de forma segura. Lo que en su opinión jamás puede ocurrir es que el rugby pierda su esencia con la eliminación o limitación de tiempo en algunas fases del juego porque es un deporte de contacto. "Se dijo que a lo mejor desparecían las melés o que iba a disminuir su número en un partido, lo mismo que el tiempo que pueda durar un maul, un ruck o una touch, pero yo creo que el rugby es ya un espectáculo tal y como está concebido", afirma. Otra cosa es que al no ser en España un deporte profesional Lola exija como medida de seguridad que se hagan test "como por ejemplo ocurre en otras ligas profesionales".
Con más de once años de experiencia en la élite del rugby nacional, la apertura sevillana opina que hay que adaptarse "lo mejor posible" a la pandemia generada por el Covid-19 y evitar caer en la tentación de elaborar unas normas que hagan del rugby XV una modalidad similar al seven "donde todos los lances del juego se aprecian de una manera más clara". Para Lola una transformación de las reglas que conlleve la supresión de determinadas fases del juego "sería como hablar de otro deporte distinto al rugby". Ahora bien, si esos cambios demuestran con el paso del tiempo que pueden evitar lesiones "a lo mejor podrían perdurar en el tiempo y dejar de ser temporales".
Roger Ripol lleva dos años como entrenador de melé en el Biarritz Olympique en la PDR2. A su juicio, las sugerencias de World Rugby dirigidas a eliminar las melés o reducirlas al máximo son cuestiones que tienen que ver mucho con el factor televisivo porque "hablamos de fases que ralentizan el juego y el público lo que quiere es juego a la mano y desplazamientos". Ripol matiza que, de momento, se trata de "sugerencias" que cada federación es muy libre de implantar. "Por ejemplo, en Francia no las han aceptado", aclara. La llegada de la pandemia también ha servido, según el técnico catalán, para que las personas que eligen sobre la evolución del rugby traten de hacerlo más dinámico. "Aquí todo va a 10.000 por hora –añade-, y tenemos que adaptarnos rápido para ser un espectáculo que genere dinero".
En Biarritz comparte tareas de entrenador con otros cuatro técnicos: el head coach (principal) y sus asistentes en el juego al pie, en la touch y defensa y en las habilidades (skills). Ripol, que mira de reojo los posibles cambios sin llegar a pensar que el rugby pueda perder su esencia, entiende que se trata de un deporte de "combate" y "evasión" y que si llega cualquier modificación "uno no puede anclarse en el pasado". Un caso especial sería el de los jugadores de primera línea, auténticos especialistas en una melé organizada. Si se introdujeran cambios, el técnico se muestra pragmático: "Pues tendrán que adaptar sus entrenamientos a otras fases del juego donde también son fundamentales como la formación de un maul tras el saque de touch o haciendo picks and go a escasos metros de la línea de ensayo rival". En resumen, para Ripol se trata de ser "positivos" porque las personas que toman estas decisiones "seguro que se basan en estudios que así lo aconsejan".
A un cuarto de hora en coche de Biarrtiz entrena desde hace tres semanas Asier Usarraga, que acaba de ser incluido en la tercera línea ideal del Pro D2 (Segunda División gala) y que la próxima temporada jugará en élite del rugby galo con el Aviron Bayonnais, Aún no sabe si la liga empezará en septiembre y si lo hará con público. Mientras, se da "mucha caña" en los entrenamientos divididos por ahora en grupos de cuatro jugadores corriendo "mucho" y "metiendo horas en el gimnasio". El jugador guipuzcoano piensa que, en principio, la norma de reducir el tiempo para que un placado en el suelo libere el balón favorece a las defensas. Y lo dice un especialista en ese tipo de jugadas por el puesto en que juega. "Haría falta saber ahora cómo aplicarán esta norma los árbitros si es que llega a implantarse porque siempre intentan favorecer el juego de ataque", matiza.
Usarraga se muestra favorable a endurecer las sanciones por los placajes altos ya que "el rugby debe ser un deporte seguro para que se pueda practicar sin problemas". Más reacio es, en cambio, a permitir sólo los placajes por debajo de la cintura "como se está ya haciendo a nivel amateur". Usarraga también es partidario de buscar un "equilibrio" entre la seguridad y el espectáculo en un deporte "donde se ha ganado mucha fuerza y los impactos son más importantes". En el plano didáctico apuesta por ayudar a los árbitros para que apliquen bien las normas algo a lo que, sin duda, ayudaría su profesionalización. "Aquí en el TOP 14 la mayoría son profesionales", aclara. Ello, según el jugador donostiarra, les permitiría evaluar a posteriori su labor e incluso estudiar previamente cómo juegan los equipos a los que va a arbitrar.
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