A metros del Danubio, Ona Carbonell ha conquistado todos los elementos. No se le ha resistido ni uno. Al ritmo del Padam, Padam, de Edith Piafh, ha cortado el aire con cada uno de sus juegos de piernas y ha interpretado el fuego que la quema. Carbonell baila en el agua, pero su pasión se siente en cada rincón de la tierra. Solo Svetlana Kolesnichenko le ha robado las llaves del cielo. La rusa era inalcanzable. Lo sabía Carbonell. Los sabía Hungría entera.
El jurado ha premiado con una merecida plata la sensibilidad de sus movimientos, su alarde técnico y, sobre todo, su elasticidad, marca de la casa. Sus ángulos, sus giros han elevado un tema con mucha personalidad, con mucha garra, que muerde, que agita, que seduce. En plena armonía con la música, con cada golpe de la canción, Carbonell ha interpretado una historia de amor y ha enamorado al resto.
Carbonell, a sus 27 años, está en el mejor momento de su carrera. Y se nota. A su mayor virtud, la flexibilidad, se le suma una fuerza imparable que salpica sus vibraciones en el agua. La ha potenciado sin parar, con un trabajo metódico de entrenamientos con pesas, fuera del agua con barras y dentro con plomos enroscados en las muñecas y los tobillos.
Con su puntuación, 95 0333 puntos, la de Sabadell se ha convertido en la española con más medallas en Campeonatos del Mundo junto con Gemma Mengual, la gran estrella de la natación sincronizada en España, que ostentaba el récord con 20 metales. Fue la mujer que lideró a la primera gran generación nacional, la primera que se asentó en lo más alto. Andrea Fuentes la sucedió con excelentes resultados, como ha hecho después tanto en solo como en dúo Ona Carbonell, gran exponente nacional en el Mundial de Budapest.
Edith Piafh cantaba "tengo una anotación en el aire que esta latiendo. Latiendo como un corazón de madera", pero Carbonell, con su obra maestra, ha dejado a todos de piedra.