Puro nervio y pasión, Jorge Martín (29 de enero de 1998, Madrid) ha tenido que aprender a gestionar en la vida esa explosividad de la que presume en la pista tras sacrificar la protección de su núcleo familiar en su casa San Sebastián de los Reyes, junto al circuito del Jarama, para poder crecer como piloto y persona en Andorra, donde se mudó solo cuando cumplió 18 años.
Una vida llena de sacrificios con un único objetivo: proclamarse campeón del mundo. El español ha cumplido el sueño por el que ha trabajado desde que era pequeño y ha entrado en el olimpo de MotoGP al proclamarse campeón del mundo en el circuito de Barcelona-Cataluña, donde se ha disputado la última cita de una temporada tan igualada en la que Pecco Bagnaia ha luchado hasta el final por revalidar la corona de campeón.
El italiano se ha impuesto en la carrera, sumando su undécima victoria del año, pero la tercera posición del español le ha permitido alcanzar la corona de campeón de la clase reina y unir su nombre a los de Álex Crivillé, Jorge Lorenzo, Marc Márquez y Joan Mir para convertirse en el quinto español campeón en la clase reina.
“Sólo puedo dedicárselo a todas esas personas que me han apoyado desde que era pequeño. No he tenido un camino fácil porque somos una familia humilde, pero a base de esfuerzo he conseguido el sueño de mi vida. Este año me he quitado el miedo a perder y he aprendido a correr para ganar”, ha expresado Martinator, apodo al que recurrió su padre Ángel en 2018 tras arrastrar múltiples lesiones.
"Hasta la vista, baby", la mítica frase de la película Terminator, ha sido la introducción a una celebración en la que Jorge Martín se despide de Ducati como campeón para recalar la próxima temporada en Aprilia tras sumar tres victorias (Portimao, Le Mans y Mandalika) en la carrera de los domingos, 11 segundas posiciones y un total de 16 podios.
Sabía que tenía que correr como él sabe, pese a que una novena posición le bastaba. Por eso se colocó detrás de Pecco Bagnaia desde la primera curva hasta que Marc Márquez le superó al inicio de la segunda vuelta. Instalado en la tercera plaza, comenzó a sentir al peligroso Enea Bastianini hasta que la llegada de su amigo Aleix Espargaró, que se convirtió en su fiel escudero cargado de agresividad y pasión para ver como su amigo del alma se convertía en campeón del mundo el día de su retirada de la competición.