Sigo triste.
Veo de nuevo con tristeza, como el mundo del deporte está dividido. Diría incluso, no sólo el del deporte.
Una vez más, en un fin de semana lleno de emociones, sentimientos y pasiones movidas todas ellas por la fuerza de LA ILUSIÓN, acaba desencadenando una batalla de descalificaciones, insultos e incluso violencia verbal, entre dos bandos de una misma comunidad.
Al nacer, la pureza de la inocencia, hace de un niño un diamante en bruto capaz de ilusionarse con la caricia de la madre, el guiño del padre o el abrazo del hermano. Cuando nos vamos haciendo mayores, estas pequeñas cosas, gestos, los acabamos denominando “cualquier cosa”.
Esa inocencia innata, intrínseca en el ADN de aquel que aún no ha vivido nada capaz de negársela, o cuanto menos cuestionarla, hace que el cajón de las ilusiones de ese pequeño individuo, esté lleno de todo aquello que, por “cualquier cosa” que parezca, no lo es.
A partir de aquí, las circunstancias de la vida de cada uno de nosotros, marcará sin duda, la trayectoria y el destino al que nos tendremos que enfrentar.
Y en esta trayectoria, en este viaje a través del tiempo, ese circuito lleno de curvas, rápidas, lentas, difíciles unas y más fáciles otras, al que llamamos vida, tendremos la oportunidad de aprender, siempre de la mano de la experiencia, todo lo necesario para gestionar de la mejor manera todo aquello que nos va sucediendo.
Todo aquello que aprendemos, no es otra cosa que las experiencias vividas por aquellos que ya las han vivido, transmitidas a aquellos que aun no las han vivido. Esas mismas, u otras similares. Sin tener en cuenta, el factor individual y por tanto único de cada individuo que las vive.
Todos nacemos inocentes y todos tendríamos que tener el derecho a que se nos transmita aquello que otros ya han vivido.
Hoy, de nuevo, insisto, estoy triste.
Se está castigando, de manera injusta y cruel, a dos personas, dos grandísimos deportistas, al que se les ha privado de ese aprendizaje al que todos tendríamos que tener derecho.
Hace ya muchos años, que la figura de la madre y del padre, aquellos que mas aman a sus hijos, no está cumpliendo de manera efectiva, con sus supuestas obligaciones dentro de la familia del motociclismo.
Hace ya demasiados años, que aquellos responsables de velar por la seguridad y los intereses de aquellos que más aman, han dado las llaves de la educación y de la formación, a quién debería haber sido única y exclusivamente, maestro de su propio talento y aprendiz de aquello que desconoce.
Lo que hoy sucede, no es otra cosa, que la consecuencia de aquello que no se ha enseñado.
Con el agravante para mí injusto, de que a quien ahora juzgan, critican y linchan, no es al responsable, sino al niño, al que lleno de ilusiones y talento, nunca, jamás, se le ha dicho, que aquello que ha hecho, nunca, jamás, debió hacerlo.
Sin normas, sin un reglamento claro que defina lo que está bien y lo que no, jamás se podrá enseñar al piloto aquello que puede hacer y lo que no.
En una palabra, sin normas claras, no hay educación posible.
- Sete Gibernau