Lewis Hamilton ha sido una de las pocas personas en el mundo que ha tenido un 2020 'positivo'. El británico ha cumplido uno de sus sueños de infancia. O, mejor dicho, el sueño de infancia de cualquiera que desea convertirse en piloto de Fórmula 1. Y no se trata solo de llegar a competir en el mundial o de proclamarse campeón del mundo, sino de tener la capacidad, el talento y la constancia para igualar al más grande de la historia, a Michael Schumacher.
El piloto del equipo Mercedes siempre recordará este 2020 por encima del resto. Fue el año del siete, la temporada en la que culminó su heptacampeonato y en la que su casa, la escudería que ha tiranizado los últimos años de la Fórmula 1, batía el récord de títulos de constructores consecutivos. Se podría decir que, aunque complicado, el 2020 ha sido un año especial para ellos, que han sabido ponerle un poco de luz a tanta oscuridad, ante tantas ruinas que se han producido a su alrededor.
Sin embargo, hasta en un año de esplendor y de dominio absoluto, Hamilton ha tenido alguna derrota. Y no ha sido en los circuitos, donde es imbatible y donde promete serlo algún año más todavía, especialmente si consuma su millonaria renovación. Su derrota ha llegado en los despachos y en las muñecas de todos los usuarios de Relojes Hamilton que, evidentemente, no pertenecen a su figura, algo que ni él mismo parecía saber.
Un ego imparable
Hablar de Lewis Hamilton, a pesar de lo que muchos dicen, es hablar de uno de los mejores deportistas de la historia. Merece estar en un club muy selecto junto a los Rafa Nadal, Roger Federer, Cristiano Ronaldo, Michael Jordan, LeBron James, Usain Bolt, Michael Phelps y algún otro. Grande entre los grandes, algo que también es difícil de gestionar. Al británico le ha salido un duro competidor en su propia casa. Su ego, que crece al ritmo que él devora campeonatos y que amenaza con eclipsar la luz con la que brilla.
El inglés sabe que ha sido imbatible este año y en los cursos pasados, por ello corre el riesgo de olvidarse de lo que es perder, algo muy necesario tanto en el deporte como en la vida. Hamilton se sabe y se siente protagonista, por ello en ocasiones peca de querer tener un papel incluso mayor del que le corresponde por su grandeza. Igualar el récord de Michael Schumacher no ha hecho más que afianzar su idea de que es imparable.
Ya esta temporada ha dejado importantes episodios que han puesto en duda la grandeza como persona que debe tener un piloto y un campeón de su talla. Quiso, y casi terminó consiguiendo, convertir la Fórmula 1 en su corralito particular para enarbolar la bandera de la lucha contra el racismo a su antojo, como si fuera algo que tenía que dictar él sin que los demás pudieran hacerlo como creyesen oportuno. Llevó al extremo el tratamiento del famoso 'Black Lives Matter' y terminó haciéndolo un lema suyo y no un lema por la defensa y la igualdad de todos, lo que realmente debería ser. Esto le provocó problemas con algunos miembros de la parrilla que quisieron desmarcarse de esta visión personalista y dictatorial de un conflicto social tan importante.
Sin embargo, esta polémica, que se ha extendido durante muchos meses, no ha sido la única. En estos momentos, Hamilton se encuentra en trámites para su renovación, algo que debería haber firmado ya hace tiempo, incluso por sus propios intereses. Sin embargo, sigue apretando las tuercas a su equipo en tiempos de crisis y pandemia para obtener todo lo que desea, económico y no económico, y mientras juega con la opinión pública a la que un día ofrece sus dudas y otro sus certezas.
Sus últimas salidas de tono, producto también de un ego desmedido, han tenido que ver con su compañero Valtteri Bottas, que a pesar de tener un Mercedes no da la talla para pelear por el mundial con el inglés. El campeón ha utilizado a su compañero para justificar que no es el único piloto que tiene un coche de la casa alemana, pero que es él quien se lleva los títulos y las victorias. Ha sido su forma de justificar que sus hazañas no están, en parte, regaladas. Muchos piensan que su palmarés habla por sí solo, que críticas habrá siempre y que Bottas, más allá de su justo nivel, no tenía por qué salir en la foto del ego de Hamilton.
Su último episodio ha tenido que ver con una disputa con una marca de relojes y el uso de su nombre, algo que Lewis pensaba que era de su propiedad, como si fuese algo que llegó al mundo con su nacimiento. Nadie ha tenido la culpa de que él se haya convertido en uno de los mejores pilotos de la historia y que, indirectamente, dé publicidad a una palabra.
El conflicto legal
Hace tres años, en 2017, Hamilton y su equipo emprendieron acciones legales contra la marca de relojes Hamilton, una conocida casa de relojería de lujo. El piloto británico pretendía demostrar que esa marca de relojes que, evidentemente, usa el mismo nombre que tiene el campeón de Fórmula 1, lo hacía para aprovechar su propia marca, su tirón personal, su popularidad. En definitiva, aprovecharse de su éxito para sacar un rédito económico a su costa y sin su autorización.
La intención del piloto de Mercedes y de todo su equipo es que esta popular marca no utilizara su nombre en toda Europa al considerar que estaban mercadeando con su propia persona, algo que le ofendía profundamente. Por ello, decidieron emprender una batalla legal contra la marca en la Oficina de la Propiedad Intelectual de la Unión Europea, algo que se ha extendido durante tres años.
Sin embargo, después de haber puesto mucho esfuerzo y mucho empeño en ganar este litigio, la propia EUIOP, siglas en inglés de la Oficina de la Propiedad Intelectual de la Unión Europea, ha decidido que es la marca relojera quien tiene la razón ya que Hamilton no puede tener un derecho natural sobre el uso comercial de su apellido, ya que es algo que se ha realizado antes de que el propio piloto existiera o tuviera un poder comercial reseñable.
De esta forma, Hamilton ha perdido la batalla contra la marca de relojes que, no lleva su nombre, sino que ya poseía esta denominación mucho antes. Esta lucha ha terminado significando la gran derrota de Lewis Hamilton y todo su equipo en un 2020 en el que se ha vuelto a proclamar campeón del mundo y en el que casi todo habían sido triunfos y hazañas de una leyenda que ha redescubierto la derrota en un terreno donde no lo esperaba.
Los relojes Hamilton
La marca de relojes Hamilton, que nada tiene que ver con el piloto inglés, salvo que en un alarde de locura futura decidiera comprarla para que no le ‘usurpen’ su nombre, es una casa que fue creada en 1892, es decir, 93 años antes del nacimiento del corredor británico. Ha sido precisamente ese el principal argumento que ha aportado la marca de relojes en su defensa en el conflicto con el heptacampeón.
Desde Relojes Hamilton, Hamilton Watch en inglés, aseguraban que no pueden intentar aprovecharse de algo que ya utilizaban casi un siglo antes de que Hamilton naciera y que tampoco pueden dañar su marca cambiando su denominación, algo que afectaría directamente a sus ventas y a su economía. La Oficina de la Propiedad Intelectual de la Unión Europea estuvo de acuerdo en esa afirmación y no dudó en su veredicto.
Si el nombre de Hamilton, una persona de éxito en la actualidad, favorece a la venta de los productos de esta marca, la única responsabilidad la tiene el piloto británico, que ha convertido su propio nombre en algo reconocido en todo el mundo gracias a su tremendo éxito profesional. Este hecho, lo único que puede demostrar o probar es que se trata de una victoria, directa o indirectamente, de ambos, pero no una ilegalidad o un aprovechamiento ilegítimo.
La marca de relojes Hamilton siempre ha sido asociada al lujo y a los productos y clientes exclusivos. Sin embargo, en los últimos tiempos ha cambiado su política comercial y se ha hecho más accesible a un público con un menor poder adquisitivo sin perder gran parte de su calidad y de sus sellos de distinción. Este cambio se debió a la compra de la marca por parte de otra gran empresa relojera, Swatch, que decidió adquirir la compañía de relojes Hamilton para variar su línea de negocio y dinamizarla.
Así ha llegado, en buena hora, la derrota de Hamilton, justo cuando el 2020 deportivo ya agonizaba en los circuitos y tan solo unos días después de haberse proclamado campeón del mundo de forma merecida y por séptima vez. Esta derrota no solo ha afectado al piloto, sino también a todo su equipo y al personal que ha llevado la contienda que, por estar cerca de una celebridad como el británico, se han creído imparables, con derecho a todo y por encima incluso del bien y del mal. Importante cura de humildad para el futuro.
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