El objetivo de la organización de los Juegos Olímpicos de París 2024 se antojaba arduo. Intentaron lo imposible, que el desfile de países por el Sena no se hiciera eterno, y, pese a los intentos, no lo consiguieron.
"Me da la sensación de que Francia quiso hacer un alarde de ostentosidad con la ceremonia inaugural. Se pasaron por alto todas las recomendaciones que rechazaban realizar el acto al aire libre por temas de seguridad. Ahora, como montaje fue espectacular. Los artistas que llevaron de renombre y la puesta en escena fueron increíble", explica Javier Hernanz, exatleta olímpico y actual presidente de la Federación Española de Piragüismo, durante su conversación con EL ESPAÑOL.
Aunque, al César lo que es del César, la segunda parte de la ceremonia, impregnada por la magia del olimpismo, no la opacó ni las fuertes precipitaciones. La Organización intercaló actuaciones musicales de pedigrí con Lady Gaga y Aya Nakamura y redujeron al mínimo el tiempo en pantalla de las delegaciones, tanto que la realización apenas mostró a los abanderados unos segundos.
"Los deportistas, que son el fundamento del deporte han estado tres horas bajo la lluvia y su repercusión televisiva fue mínima. La ceremonia devaluó a los deportistas y les dejó en un segundo plano, aunque hubo detalles muy bonitos como la presencia de Rafa Nadal. Eso hay que agradecérselo", detalla Hernanz a este periódico.
La idea del desfile fluvial fue innovadora, pero la conclusión se asemejó a la misma de cada edición y, en esta ocasión, con la sensación de emoción de los deportistas y aficionados, que es el intangible por antonomasia de la ceremonia, más lejos de lo habitual al no contar con planos cortos.
Desde que inició el desfile quedó claro que había que afinar la vista para divisar a cada deportista. Más todavía cuando realizaban su aparición compartiendo embarcación con más de una delegación. Italia e Islandia lo hicieron con Israel. Como Antigua y Barbuda, Arabia Saudí, Argentina, Armenia y Aruba.
Mientras que otras naciones representadas por un menor número de deportistas fueron exiliadas lanchas de menor envergadura. "En un evento de esta magnitud, los barcos deberían tener uniformidad para ni devaluar a un país ni reforzar a otro. En la ceremonia todas las naciones están a la misma altura, es un momento de universalidad. Fue raro ver embarcaciones de diferentes tamaños, pero no creo que fuera una falta de respeto", detalla Hernanz, participante en tres ediciones de los Juegos.
Cuando Emmanuel Macron, presidente de Francia, y la alcaldesa parisina, Anne Hidalgo, quedaron encandilados con la idea de la ceremonia inaugural, ninguno de los dos elevaron su mirada al cielo. Las precipitaciones fueron protagonistas invitadas a la ceremonia inaugural. "Estaba de los nervios al ver a Marcus Cooper tres horas bajo la lluvia".
Los paraguas y chubasqueros fueron los principales atractivos para los espectadores. Incluidos los miembros de la realeza española. "Como español que soy, ver cómo se mojaban a los reyes y al presidente del COE no me pareció nada bien. Ver a los reyes con chubasquero mientras Macron estaba debajo de la plataforma... hay que tener consideración y se podía haber hecho. Se debía haber tratado con más decoro".
La ceremonia transcurrió entre el vanguardismo y la tradición histórica francesa. "Se puede hacer ese repaso, pero se debe tener en cuenta a los abanderados, que son los deportistas más icónicos de cada país. Hubiese dado más repercusión una ceremonia con mayor énfasis en los abanderados. Lebron James, por ejemplo, ya lo genera".
Sea como fuera, los Juegos Olímpicos ya han comenzado. París muda su piel durante 19 días. Pasará de ser la ciudad del amor al epicentro del deporte por tercera vez en su historia y tras un siglo de espera.