El sueño olímpico de Xak, la cara del breaking: "Ser atleta significa que ahora me pagan por entrenar"
EL ESPAÑOL habla con el bailarín Juan de la Torre sobre el estreno del breakdance en los Juegos Olímpicos y su carrera profesional hasta ahora.
19 abril, 2024 10:00Cuando Juan de la Torre (Lucena, Córdoba; 1987) empezó a practicar breaking era imposible que se imaginara a sí mismo en unos Juegos Olímpicos. Su aka (o alias) es Xak, el apodo con el que lleva bailando desde que le entrara el gusanillo de probar gracias a un compañero de clase. Ahora está a las puertas de saborear el estreno olímpico de su disciplina en París 2024.
Durante años Xak combinó su aprendizaje en el breaking con sus estudios, llegando a la Universidad de Granada para licenciarse en Derecho, y luego su trabajo en el bufete de su madre. Hasta que un día dijo basta y lo apostó todo por la que realmente era su pasión. Con dinero "para dos meses de vida" cambió Lucena por Madrid y empezó su auténtico viaje.
Xak, de 37 años, intentará clasificarse a los JJOO de París en los preolímpicos de Shanghái y Budapest, que se celebran en mayo y junio. Antes de eso, y de la competición Red Bull BC One que se realiza en Madrid este 21 de abril, cita a EL ESPAÑOL en un estudio de baile para hacernos una demostración de breaking y hablar de sus inicios, de prejuicios y de ilusiones.
P.- ¿Qué tal estás? ¿Cómo te sientes de forma a poco más de tres meses para los JJOO?
R.- Me siento bien. También me siento cansado. Han sido años muy duros, de no parar, y ahora toca el último sprint. Cada vez más demandado de un lado y de otro, también los entrenamientos son más demandantes y me siento bien. Estoy haciendo un esfuerzo y un ejercicio de no estresarme demasiado, de no frustrarme porque cosas puedan cambiar de alguna manera en lo que queda. Y esperando a ver qué va a pasar.
P.- Para empezar a recorrer un poco tu viaje en el breaking. Te lo enseñó un compañero de clase. ¿Cómo recuerdas ahora esos días?
R.- Los recuerdo como los mejores. No había ninguna expectativa, todo te daba igual. Simplemente, era una ilusión increíble por cada nuevo movimiento que aprendía. Recuerdo decir tonterías como: 'Cuando sepa hacer el molino ya me quito de bailar' Como si eso fuera lo máximo. Siempre quieres más y más. Pero a los chicos les digo que no quieran estar donde estoy yo porque ya es un nivel de exigencia que a veces roza lo insano, ¿sabes? Recuerdo aquellos días y pienso en un niño jugando, que cada vez que veía un movimiento nuevo era increíble. Era esa dualidad de querer ser como ellos, y no serlo, y ahora siento que soy como los que quería ser, pero no me genera esa satisfacción el ver breaking o que me salga un movimiento nuevo. Es la normalidad.
"Al principio entrenábamos donde fuera: centros okupas, soportales, en el metro..."
P.- Entonces entiendo que no seríais muchos y que tampoco dispondríais de instalaciones adecuadas. ¿Cómo os las apañabais para practicar breaking?
R.- Al principio en Córdoba entrenábamos en la terraza de un colega, luego en un gimnasio de un colegio, en una plaza... Donde pillábamos. En esta etapa, cuando me mudé a Madrid, hemos entrenado desde salas de centros cívicos, incluso en alguna casa okupa que estuviese habilitada como centro juvenil. También en el metro, en unos soportales... Donde fuera. Donde se pudiera, ahí íbamos. Y a día de hoy ya pues en el Centro de Alto Rendimiento en una sala especial para entrenar.
P.- ¿Cómo compaginabas el breaking con otros aspectos de tu vida? Si no me equivoco, trabajaste unos años en un bufete de abogados.
R.- Los años de la carrera fueron, básicamente, no tener mucha vida de universitario. Era ir a la universidad a estudiar y luego entrenar. Así días en bucle y los fines de semana competíamos. Como que no tenía esa vida de universitario de salir mucho de fiesta. Igual por eso no bebo, no fumo ni nada, porque nunca he tenido esos hábitos. Siempre he estado enfocado en entrenar. Y luego, más tarde, cuando ya acabé la carrera y empecé a trabajar, era hacer una jornada laboral de ocho horas que tenía el despacho y luego irme a entrenar dos-tres horas por la noche. Acababa a las 20:00, hasta las 23:00 estaba entrenando y volvía a casa. Cenaba y me acostaba. Y otra vez en bucle. Era un poco así... un pluriempleo.
P.- Cuando lo apuestas todo por el breaking, ¿lo hacías con la certeza de que podrías vivir de ello?
R.- Al contrario, tenía la certeza de que iba a ser muy difícil (risas). Recuerdo que yo estuve unos años de pasante. Eso significa que estoy aprendiendo el oficio. Trabajaba en el despacho de la familia y en mi casa me daban alojamiento, comida y todo. Si necesitaba algo, lo pedía a mi madre, que era mi jefa, pero no tenía un sueldo al uso. Y fue con mi primer sueldo por los servicios en el despacho con el que me vine a Madrid. Me acuerdo que tenía dos meses de vida. Yo hice mis cálculos y pensé: 'Con esto puedo vivir dos meses aquí'. Necesitaba generar una estabilidad en esos dos meses y la pude generar para seguir adelante, y llevo ya siete años.
P.- ¿Cómo lograste esa estabilidad de la que hablas?
R.- Lo primero fue haciendo shows. Tenía una amiga que era la directora artística de una discoteca y llevaba espectáculos, y todos los jueves iba. Luego también me ayudó una creación artística que hubo en Matadero, para la que me llamaron, y éramos tres bailarines. Eso me dio también otro empuje y que en esa época me empezaran a llamar mucho para ser juez y dar talleres por Europa. Era una bola de nieve que se iba haciendo más grande.
"¿Que yo deje de ser artista por ser un atleta? Yo sé lo que soy y lo que no soy"
P.- Cuando supiste la designación olímpica del breaking, ¿qué significó para ti? ¿Te sorprendió?
R.- No era algo que me sorprendiera que el breaking pudiera estar en los Juegos porque ya lo había visto con grandes marcas detrás y en un entorno muy profesional. No era tanto el hecho de que el breaking estuviera en los Juegos como que el breaking fuese deporte, todo lo que conlleva eso y el cómo puede influir. Por ejemplo, simplemente el hecho de que si consigues X resultado puedes acceder a becas, una beca que igual es un sueldo. Ostras, no me están pagando por ganar sino por entrenar. Es un cambio de paradigma total.
P.- Tu vida, entonces, cambió casi por completo hace tres años.
R.- Muchísimo, sí.
P.- Cuéntame cómo es tu preparación para los Juegos Olimpicos.
R.- Es muy diferente, pero no en cuanto al grado de cómo me lo tomo. Da igual donde compita o en qué plataforma baile. Es lo mismo y hago lo mismo y voy a ser el mismo. Me da igual que sea una discoteca superoscura o que un escenario enorme de diez metros con diez mil personas. Voy a hacer lo mismo. Sí que es diferente todo lo demás: qué pasa entre una competición y otra, cuánto tiempo hay entre una competición y otra, qué se te exige, cómo son los entrenamientos... Eso requiere que haya un equipo muy fuerte detrás de ti. No estás ya tú solo y si no me apetece ir, no voy. No. Hay un equipo que, si estás mal físicamente o mentalmente, te tiene que ayudar a estar óptimo. Si estás mal a nivel técnico, de que algo está fallando y no estás dando con la clave, dar esos ajustes. Y no sólo eso , sino que ellos trabajen de una manera holística, porque nada tiene sentido si los profesionales trabajan de manera independiente. Eso es lo más diferente, lo que cambia el paradigma y el enfoque desde el que lo haces.
P.- ¿Todavía hoy recibes comentarios negativos sobre que se considere al breaking un deporte olímpico?
R.- Sí, sigue habiendo. Hay parte de la cultura de la escena que no lo ve o no lo acepta como deporte. Yo ya dejé de entrar en ese debate porque no es un debate sobre si esto es una silla o no. La definición de deporte, aunque esté muy clara en el diccionario, no es tan clara en el día a día. Deporte sería una actividad física esté reglada bajo unas normas, en un contexto competitivo. Se supone que esa es la definición, y en esa definición entra el break completamente. Si hay una persona que entiende que una actividad que tiene unos valores mucho más subjetivos, artísticos, etc. no entra dentro de la categoría de deporte, pues también me parece bien que lo piense así. Esto es algo de cómo defines o etiquetas las cosas. Yo soy de letras y no hago mucha interpretación (risas). Si eso es lo que dice el diccionario, es deporte, y punto. No hago más cuestiones. Que yo deje de ser artista o sea menos artista por ser yo un atleta... Eso es un problema interno de cada uno y yo no lo tengo. Yo sé lo que soy y sé lo que no soy.
"La gente prefiere relacionarse con alguien que tenga un estilo de vida más estable que el mío por mi profesión"
P.- ¿En tu camino te has encontrado, digamos, mucha toxicidad por dedicarte a algo que no entra en lo que la gente entiende como común?
R.- Pues mira, sinceramente, no. Lo que más siento que afecta en mi día a día, aunque pareciera que no, es que hay mucho más prejuicio cuando intento relacionarme con alguien a nivel emocional o personal. Hay mucho ese punto de 'ah, ¿eres artista? Eso es muy inestable'. Puede parecer algo muy cool, pero a la hora de que alguien se relacione contigo, a nivel pareja o el que sea, prefiere otro tipo de vida de que alguien que no esté tan enfocado, sea tan ambicioso o viaje tanto sino que tenga un estilo de vida más estable. En el mundo artístico de pronto pegas subidas, pegas bajadas... Esa disparidad es lo que he visto que me ha podido generar más problemas en mi día a día porque, a nivel externo, todo el mundo le ve guay.
P.- ¿Qué es lo que más te gusta a ti de lo que haces?
R.- Lo que más me gusta es que cada día es igual, pero diferente. Yo soy mi jefe, y es verdad que tengo que seguir unas pautas y cumplir unos objetivos, pero cuando yo voy a la pista, la pista es mía. Eso es bonito. Es bonito también en la cultura en la que estoy el compañerismo que hay, se genera esa hermandad, se genera ese ayudarse el uno al otro. Siento que estoy con mi amigo haciendo algo que me llena, algo que me enriquece, que me desarrolla y también me gusta las herramientas que me da para el futuro.
P.- ¿Te obsesiona estar en París y la medalla o con qué expectativas te gustaría llegar, en caso de clasificarte?
R.- Yo siempre voy a tope, pero sin pensar mucho en expectativas. Yo siempre voy al máximo, no sé hacerlo de otra forma, pero no pienso mucho en 'tengo que...'. También se puede ir a una cita con una expectativa, eso lo arruine todo y deje de ser dinámico, orgánico y bonito. Si yo voy a una competición pensando en 'voy a hacer esto, me va a salir así, voy a ganar y voy a coger la medalla', para mí es como... Si ya lo has hecho, aunque sea en tu cabeza, todo lo que pase va a ir a peor porque te estás imaginando la mejor situación posible. Yo no soy así, creo que lidio más poniéndome en lo peor y, una vez que ya me he puesto en lo peor, sólo puede mejorar todo.
P.- ¿Qué le dirías a la gente que puede esperar de la competición de breaking en París?
R.- Creo que lo que el break le pueda aportar a los Juegos es frescura. No se parece a ninguna otra disciplina y cada uno de nosotros somos diferentes. Bailamos de una forma, somos de una forma, vestimos de una forma. Es frescura, lo entiendas más o lo entiendas menos. Puede que el ojo inexperto a veces pierda detalles de lo que está ocurriendo, no como en otros deportes que hay un marcador clarísimo, pero el disfrute de lo que vas a ver y el cómo se están midiendo unos con otros o cómo uno se ha cansado y de pronto saca esa energía extra va a ser muy fresco.