Mucha gente en España descubrió este jueves la escalada de competición y se quedó pegada al televisor. El culpable fue Alberto Ginés (Cáceres, 2002), que contra todo pronóstico se colgó el tercer oro de la delegación nacional en los Juegos de Tokio. Se podría decir que nació una estrella, tanto por el metal como por la repercusión que cogió su nombre a lo largo del día.
Sus redes sociales se dispararon en seguidores, probablemente más que las de cualquier otro deportista español durante los JJOO. Ha sido una revelación dentro y fuera de la competición, aunque él todavía no asimile lo que ha conseguido. En la historia ya quedará como el primer oro de la escalada en una cita olímpica y con solo 18 años, como refleja su DNI, tiene tiempo para seguir agarrado a la cima.
Pero Alberto es un adolescente normal, más allá de ser desde ahora el 'Spider-Man español'. Tan solo hay que ver su cuenta personal de Twitter, esa misma que se hizo viral de rebote (por su faceta más vacilona) y que ya se acerca a los 100.000 seguidores. Se ha ganado a todos con su naturalidad y la forma de ver la vida como cualquier otro chico de su edad.
Entre otras cosas, lo que se puede sacar como conclusión de Alberto viendo lo que postea en sus redes es que tiene los típicos problemas existenciales que cualquier otro chico/chica con 18 años y que, como todos, sin importar la edad, sufre por desamor. Además, aparenta ser un tipo maduro con sus ideales sociales y políticos claros. Luego es bromista, se sabe reír de sí mismo, y así se ha ganado a todos. Con un puñado de caracteres.
Luego es un campeón, como le quedó claro a toda España este jueves. Capaz de escalar a una velocidad prodigiosa, teniendo margen todavía para mejorar en la fase de bloques y siendo ya uno de los mejores del mundo en la parte de dificultad. Escalar es lo suyo, de eso no hay duda, pero eso no quiere decir que no haya tenido que luchar para cumplir su sueño.
Empezó con tres años
Alberto nació en Cáceres y a los tres años empezó a practicar escalada. Fue su padre, su modelo a seguir, el que le inspiró para compartir su hobby. Su hijo lo llevaría mucho más lejos. La cosa se puso seria y conoció entonces a David Macià, su actual entrenador y también seleccionador nacional, la otra pieza clave en su carrera. Le conoció en una escuela de escalada y empezó a entrenar con él.
A Ginés y Macià les separaban más de 900 kilómetros. Alberto vivía en Cáceres y David en Barcelona, pero empezaron a trabajar a distancia. Si el extremeño quería dar el salto competitivo había que mejorar los entrenamientos y eso solo se podía conseguir currando mano a mano. Y Alberto, con 15 años, decidió dejar su casa e irse a Barcelona, al CAR (Centro de Alto Rendimiento) de San Cugat.
¿Merece la pena?
Irse de casa tan pronto no fue fácil para Alberto, como tampoco lo es pasar tanto tiempo alejado de su familia. El pasado mes de marzo contaba en su cuenta de Twitter lo duro que se le hacía eso, hasta el punto de llegar a valorar si merece la pena perderse la vida de su familia por su pasión: "Parece una gilipollez, pero llevo tres años sin estar en el cumpleaños de mi hermana, veo a mis padres una vez cada muchos meses, a mis abuelos apenas los veo en vacaciones y no recuerdo el último cumpleaños de mis primos en el que estuve", reflexionaba.
No tenemos instalaciones para entrenar. A veces tenemos que pagar entrada en rocódromos
Tampoco es fácil entrenarse en una disciplina tan moderna, aunque a partir de su gesta en Tokio vaya a ganar más adeptos y eso servirá para abrir más puertas a la escalada. David Macià lo contaba tras el oro en una entrevista en COPE: "No tenemos instalaciones para entrenar. A veces tenemos que pagar entrada en rocódromos". Días antes de viajar a Tokio seguía siendo así.
Lo bueno es que tiene a su lado a un genio como es Macià que, en base a sus teorías de entrenamiento científico, ha sabido exprimir el talento de Ginés. Su punto débil era antes la velocidad, que es la prueba que ahora le ha dado el oro olímpico, aunque para entrenar como debe solo hay un muro en España con las condiciones necesarias y está en Pamplona. Que el bloque ('boulder') fuera un dolor de muelas en Tokio no es casualidad, ya que al no haber en nuestro país las instalaciones adecuadas tuvo que dejar más de lado esta prueba durante la preparación.
El éxito no se lo esperaban ni ellos. Primero porque el plan trazado era con vistas a París 2024, pero el chico se adelantó. En 2019, en su primer año compitiendo en la máxima categoría, se dio a conocer: bronce en la Copa del Mundo, plata en el Europeo a la semana siguiente y, un mes después, uno de los veinte clasificados para Tokio 2020 tras obtener el billete en el Preolímpico de París. Para entonces ni siquiera podía tener carnet de coche, que se sacó en enero de este 2021, como él mismo anunció ilusionado en sus redes.
Alberto Ginés no le pierde la sonrisa a la vida. No debe hacerlo a su edad. Al mismo tiempo, tiene una frialdad prodigiosa para competir, ya que lo normal a los 18 años, en tus primeros Juegos y sin ser de los favoritos es que las manos te suden y los nervios te pasen factura. No va eso con él. Su objetivo era tener un puesto en la final y lo ha cumplido con creces. Ahora toda España conoce su nombre y ya para París 2024 no llegará como un desconocido. Lo hará como todo un campeón olímpico.
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