Carla Suárez (Las Palmas, 1988) dijo adiós a los Juegos Olímpicos tras caer derrotada ante la checa Pliskova. La tenista española, aún con opciones en el cuadro de dobles acompañada de Garbiñe Muguruza, no pudo consumar lo que se apresuraba como una sorpresa. Forzó el tercer set cuando todo parecía sentenciado y acabó su último duelo olímpico en solitario con orgullo y honor. Dos palabras que en el último año se han convertido en la definición perfecta de la canaria.
La vida de Carla cambió el pasado mes de septiembre. Mientras el planeta peleaba contra una pandemia, Suárez recibía la confirmación de que, además, se le había detectado un Linfoma de Hodgkin. Ella lo definió en su día como una "realidad complicada". Esperaban por delante seis meses de quimioterapia y muy poquito tenis. Tocaba jugar el partido más difícil que había tenido hasta el momento, dejando en el aire esa retirada que tenía pensada en 2020.
"Sí que me gustaría -volver a jugar-, pero es algo que no me planteo ahora mismo. Voy día a día, tengo muchísimos meses por delante y no sé cómo va a ser mi evolución. Es algo que está ahí y puede ser una posibilidad", relató a EL ESPAÑOL al poco de conocerse la noticia de su enfermedad. La nueva Carla no quería fijarse planes, pero en caso de haberlo hecho difícilmente llegarían a salir tan bien como han resultado.
Llegó abril y las palabras más esperadas se produjeron: "He superado un Linfoma de Hodgkin". La sonrisa que nunca perdió lucía todavía más. Desde marzo, consciente de que había opciones de volver a competir, siguió un plan específico de entrenamiento. Y se fijó volver en París, con varias fechas marcadas en el calendario que si todo iba bien podría cumplir. Entre ellas, los Juegos Olímpicos.
En territorio nipón no ha bajado los brazos. Tanto que tiene opciones de seguir adelante con Garbiñe Muguruza en los dobles. Pero, más allá de ese respaldo mutuo con la también internacional española, Carla Suárez ha logrado decir adiós al circuito individual de la mejor manera. Ganando el primer partido a Ons Jabeur en dos sets y forzando la tercera manga ante Pliskova. Las lágrimas al abandonar la pista regresaron, pero consciente de haber logrado lo que hace meses parecía imposible.
De París a Londres
Tokio no ha sido la única ciudad que, aunque en este caso sin público, ha visto cómo Carla Suárez siempre tiene algo guardado. Antes fueron escenarios de la pelea constante de la española tanto París como Londres. Porque, casualidad o elección propia, la de Las Palmas regresó por la puerta grande: en la tierra batida de Roland Garros.
Atrás quedaba septiembre (cuando se le detectó el cáncer) y abril (cuando dio la noticia de que lo había superado). Ahora toda la atención estaba en golpear la bola con la misma fuerza que a la enfermedad. Era junio y Carla tuvo su plaza en Roland Garros. Stephens sería su rival y el público francés el admirador de su incansable pelea. Caería derrotada, pero forzando el tercer set y despidiéndose para siempre de la tierra gala.
Apenas un mes después, Carla continuó con su ruta de homenajes. Y esta vez en otra pista emblemática como la de Wimbledon, donde nada más y nada menos tenía que jugársela contra Ashleigh Barty, número uno del mundo a quien el ranking no impidió sumarse al aplauso hacia Carla. Porque la española, como en París, se negó a irse por la puerta de atrás y forzó el tercer set ante la estrella australiana. Tras caer en esa última manga, Suárez abandonó el césped ante una ovación en pie de todo el público.
El culmen de la canaria ha llegado en Tokio. De nuevo, con tres sets en un partido donde no partía como favorita. Y, además, rodeada de toda una expedición olímpica española. Por delante está el reto con Garbiñe, pero atrás queda un tramo final de carrera difícil de mejorar. El verdadero oro de los Juegos se lo ha llevado ella.
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