"Hablé con ella antes de la final y le dije que mantuviera un poquito la dureza, que siguiera estando fuerte defendiendo con la pierna y, sobre todo, que no fuera para atrás, y al final se nos fue un poquito para atrás en el último instante...". Quien habla es Jesús Ramal, entrenador de Adriana Cerezo (Alcalá de Henares, Madrid, 2003). Lo hace cansado tras un día agotador, pero con una alegría inmesa por lo ocurrido este sábado en el pabellón de taekwondo de Chiba.
La 'niña maravilla', de solo 17 años, es la primera medallista de España en los Juegos de Tokio con su plata en -49kg. y solo tres segundos la separaron del oro. Al otro lado del teléfono, tras la final, estaba Jesús, del Club Hankuk de San Sebastián de los Reyes, con quien trabaja desde los once años, y lo que le salió a Adriana (Adri, como le llama su entrenador) fue decirle "lo siento".
Jesús Ramal no viajó a Tokio por las restricciones, pero ha seguido todos los combates de Adriana por la tele. Hablaban por teléfono antes y después de cada ronda. Y casi que estaba más nervioso el entrenador que la taekwondista, que cada vez que la tocaba salir a pelear lo hacía con una sonrisa de oreja a oreja. Su entrenador pasó la noche en vela por los nervios, tal y como relata a EL ESPAÑOL.
"Hemos hablado todos los días. En especial hoy (en referencia al sábado). A las 1:30 - 2:00 de aquí ya estaba hablando con ella", cuenta. Los días previos la notaba demasiado bien: "Estaba muy a gusto, muy feliz, como si estuviera en su propia casa. Se la veía muy cómoda y eso ha transmitido durante todo momento". Que se lo digan a sus competidoras, que la doblaban en experiencia y veían como la cría española podía con (casi) todas ellas y sin expresar gota de nerviosismo.
Su entrenador dice que estaba preparada y no solo en lo mental y en lo físico. Adriana, pese a sus 17 años, tiene experiencia detrás. No en vano es la actual campeona de Europa en la categoría -49kg habiendo debutado en ella el año pasado. "Estamos en el mejor escenario, ¿no? Y ha respondido".
La conoce como pocos: "Adri es lo que habéis visto. Ella es muy natural. Es así. Esa sonrisa que lleva, ese entusiamo, esa pasión y esa destreza que tiene... Es así todos los días. Es muy exigente con ella misma y exigente con los demás. A mí me exige muchísimo, pero ella es así. Esas ganas de hacer cosas, de entrenar... Esa sonrisa diaria es uno de los motivos por los que nosotros apostamos mucho por ella", señala.
Fue su abuelo Jose el que enganchó a Adriana al mundo de las artes marciales a base de peliculas de Jackie Chan y Bruce Lee. Luego la llevó a un gimnasio sin que sus padres lo supieran. Así, a los 11 años, se puso en manos de Jesús, que se encontró un diamante por pulir ya que sufría problemas de ansiedad por la competición.
"Vino con cierto tipo de ansiedad y un pequeño trauma depresivo", recuerda seis años después de la vez que conoció a Adriana en el Hankuk. "Llevó trabajo. Había que darle confianza, hacerle saber que no pasa nada si se gana o se pierde. Pues como ahora, ¿no? Y no pasa nada. ¿Tú has dado todo? Pues ya está", explica Ramal. Una de las claves fue la meditación, el mindfulness, que la ayuda a centrarse.
Yo la miraba con once años y decía: '¿Y esta renacuaja? Si parece una adulta'
Adriana es y ha sido siempre madurez: "Yo la miraba y decía: '¿Y esta renacuaja? Si parece una adulta'. Si la vieras entonces, no me llegaba ni a la cintura. Yo pensaba: '¿Cómo puede hablar así?'". Lo mismo piensan periodistas y rivales ahora que la han visto debutar en unos Juegos con alegría por disfrutar de la cita en la que estaba.
Quien también alucinaba era la mujer de Ramal: "Si es que le gusta entrenar... Que con esta puedes hacer maravillas porque es que le gusta. Es que ella prefiere ir a entrenar que ir a otro sitio. Es que lo que le gusta es entrenar". Y comenzaron a entrenar con el apoyo de una madre, Mai, "que le hace convencerse y empoderarse y saber que se puede" y un padre, David, que "nos amortigua a todos cuando nos enfadamos y pone paz, orden y lógica a todo". Ellos dos gritaron más que nadie este sábado.
"Nos hemos juntado unos locos", reflexiona Jesús con una felicidad rebosante que se percibe solo con escucharle hablar. El camino recorrido junto a Adriana, pasando por países como Finlandia o Australia, ha merecido la pena y avisa de que lo mejor está por venir: "Ella tiene una meta y es ser la mejor deportista de la historia del taekwondo".
Fue él quien se lo metió en la cabeza, ya que veía que algún día sería campeona de Europa u olímpica "y se terminaba ahí". "Desde el primer momento ya decía: 'Tú vas a ser la mejor de la historia del deporte del taekwondo'. Es una meta muy larga, una montaña muy alta, pero ahora toca escalarla". La plata de Tokio es un sueño cumplido, pero también la primera de muchas más medallas que vendrán. No es difícil predecirlo.
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