Pita Taufatofua sale a la pista y saluda al público con una sonrisa Profidén. A ninguna persona le ha cambiado tanto la vida estos Juegos; desde que portó la bandera de Tonga en la ceremonia inaugural del Maracaná con los pectorales untados de aceite de coco le conocen como “el hombre que rompió Internet”. Es la primera ronda clasificatoria de taekwondo en categoría masculina de más de 80 kilos y a su rival, el iraní Mardani, nadie le aplaude. En el pabellón Carioca 3 sólo se escucha un grito: “¡Tonga, Tonga!”.
Taufatofua saluda a la cámara, gesticula con un buen dominio de la escena y camina lentamente hacia el tatami sonriendo. Después se arrodilla sobre el borde, cierra los ojos y musita unas palabras. “¡Vamos, Tonga!”, escucha desde las gradas. Mucha gente no sabía de la existencia de esta pequeña monarquía oceánica compuesta por 177 islas antes de aquella ceremonia inaugural. Quince días después, es una de las protagonistas de los Juegos.
Al abanderado tongano le darán por todas partes durante su primer (y último) combate en el torneo, pero no pierde la sonrisa. El espigado Mardani le coloca dos patadas en la cabeza nada más empezar y el duelo se pone enseguida 0-8. (“Su pierna delantera era mejor de lo que imaginaba”, dirá después). En el segundo asalto aumenta la diferencia a 12. Taufatofua logra el punto del honor y la gente le ovaciona como si fuese Usain Bolt. Después encaja otra patada a la altura del cuello: 1-16.
Si no reacciona antes del fin del segundo asalto, no habrá un tercero (la diferencia supera los 12 puntos, lo que concluye la prueba automáticamente). Pita se encabrita y pasa al ataque: gira sobre sí mismo varias veces en busca de patadas por sorpresa, con la pierna cambiada, pero el iraní (más alto, más veloz) las elude con habilidad. Cuando suena el reloj, ambos bajan los brazos. Se saludan en medio del griterío y Pita regresa al nuevo papel que le reserva la vida a partir de ahora: “Extender nuestro mensaje al mundo”.
“El punto más feliz de mi vida”
“En realidad fue Tonga la que rompió Internet”, dice Taufatofua a EL ESPAÑOL después de perder su combate, completamente empapado en sudor, mientras el iraní pasa sin pena ni gloria por la zona mixta del Pabellón Carioca 3. “Tenía ganas de competir”, dice. “Pensaba que era el mejor del mundo, él me ha demostrado lo contrario... Y muy rápidamente. Empecé muy lento el primer asalto, se puso 8-0 enseguida. Yo pensaba: ¿’qué estoy haciendo’? En el segundo lo intenté, lancé alguna patada, quizá alguna estuvo cerca… Me dieron un punto, el más feliz de mi vida. Pero no pude remontar. Al final ganó el mejor, pero después de ver al público tan contento creo que también tuve mi pequeña victoria”.
Pita lleva 21 días en Río y no ha visto una sola prueba deportiva. “¿Que qué he hecho todo este tiempo? Dar entrevistas y hacerme fotos”, bromea (a medias). “Hemos tratado de mantener los entrenamientos, pero es bastante difícil llegar aquí tres semanas antes de la competición y mantenerse concentrado. Lo logramos... Esta ha sido mi mejor actuación, aunque no tan buena como hubiese querido. Ayer (por el viernes) estaba ligeramente nervioso, pero hoy, al ver al público feliz y pasando un buen rato, me nutrí de su energía, me acordé de que estaba aquí por mi país. Espero representarle, quizá no con una victoria, pero sí de otras formas positivas”.
El discurso del taekwondista más célebre del planeta está plagado de ironía inglesa (como si Tonga, independiente desde 1970, siguiese siendo hoy un protectorado británico) y también de valores olímpicos: convertido en ‘trending topic’ en decenas de países, al luchador se le abren de par en par puertas profesionales impensables hace unos meses. “Me he convertido en mucho más popular de lo que esperaba”, reconoce. “Mucho más... Eso de escuchar a la gente gritando '¡Tonga!' ¿Pero cómo narices sabe la gente dónde está Tonga? Obviamente, algo bien habremos hecho. Para mí los Juegos Olímpicos son eso: unir a gente que no se conoce, de diferentes lugares, religiones y creencias políticas. Al final somos todos humanos. Hacer entender a la gente que el deporte es más que ganar... (Digo esto porque perdí, claro)”.
Cambio de camiseta
Taufatofua ya contó a EL ESPAÑOL en la resaca de la ceremonia inaugural que había notado “más miraditas” esa mañana en la Villa Olímpica. La cosa, al parecer, continuó: “Han sido muchos ‘selfies’, sí…” Hasta tal punto que en un momento dado se cambió la camiseta del equipo con la palabra ‘Tonga’ por una negra, sin mayor información. “¿Sabes? Todo ha sido positivo... Ahora Tonga es una palabra más”.
A sus 32 años, el cambio de vida y trabajo para Pita es inminente. Después de 12 años trabajando en Brisbane (Australia) como asesor para jóvenes ‘sin techo’, se le abre un panorama impensado: “Están pasando muchísimas cosas”, admite “pero no he tenido tiempo de mirarlo bien. Tengo cientos y cientos de emails por responder, tenemos gente gestionando eso. Lo seguro es que seguiré representando a Tonga después de los Juegos”.
“Veinte años de trabajo”
El primer taekwondista olímpico en la historia de su país tiene una oportunidad para seguir compitiendo: que el iraní llegue a la final (lo que automáticamente mete a cualquier derrotado por ese luchador en la repesca). Es, sin embargo, improbable. “La de hoy era mi tercera pelea en tres años: he sufrido lesión tras lesión. Hoy no me lesioné, no tengo excusas: sólo me ganaron. La gente se cree que salí con la bandera y me convertí en ‘celebrity’ de la noche a la mañana por llevar el pecho reluciente, pero, joder, me llevó 20 años estar aquí: huesos rotos, ligamentos rotos, recibir palos. 20 años de trabajo para salir a esa pista y ser elegido abanderado”.
Atrás quedarán su infancia “difícil” y esos años convenciendo (entre otras tareas) a jóvenes para que no se tiren “de una azotea o de un tren”. “Mi objetivo es extender nuestro mensaje, lo que Tonga es, al mundo y unir a las personas. Que vean que los sueños olímpicos se consiguen. Y, por tanto, preparar a los jóvenes, a los que vienen detrás… Es mi responsabilidad regresar y contribuir con lo que tengo para ayudar a alumbrar a la próxima generación, para llegar al próximo nivel. Todo el mundo se merece esta experiencia. Mírame, ¡he perdido y estoy sonriendo!”
El perdedor más feliz de Río 2016 no quiere convertirse, con todo, en entrenador todavía. “¡Aún tengo una o dos peleas dentro de mí!”, advierte. Y otros Juegos… Antes de eso volverá a sentir la nube de la popularidad representando a Tonga (105.000 habitantes) este domingo en la ceremonia de clausura. Algo han preparado en su delegación para ‘surfear’ esta ola: “Estaré allí, y habrá alguna sorpresa, ya verás”.