Decidir hacer un deporte, a veces, llega por casualidad. Bien lo puede decir la ya medallista olímpica Eva Calvo (Madrid, 1991), a la que el taekwondo le apareció en su vida porque abrieron un gimnasio cerca de su casa en Leganés donde se empezaba a dar este deporte.
Ella, como su hermana, iba destinada para el atletismo. Entre ambas se convencieron de probar otros deportes y querían algo que tuvieran que ver con las piernas. Pero a Eva le daba algo de miedo. Abierto el gimnasio, había que apuntarse. Su padre tuvo mucho que ver, ya que fue el que vio el cartel y las convenció para que se apuntaran. Ellas también vieron la ocasión de probar algo nuevo.
Desde entonces, Leganés ha sido el punto central de su crecimiento, que ha ido a la par. En los últimos años, el Pabellón Olimpia de la ciudad madrileña ha sido como su segunda casa, donde han pasado muchas horas de su vida porque el sueño olímpico bien lo merecía. Las dos, de la mano, fueron creciendo, hasta llegar a dominar el taekwondo femenino español.
La otra hermana Calvo, Marta, de 19 años, no se clasificó para Río quedándose con la miel en los labios en el preolímpico de enero en Estambul, tras un combate ante la eslovena Anic no exento de polémica. Pero Marta fue a la ciudad brasileña como suplente precisamente de Eva.
Unidas en todo, no solo en el deporte hacen todo igual. Juntas también decidieron estudiar matemáticas, echando la vista al futuro sabiendo que el deporte algún día se acabará. Pero, eso sí, los estudios, poco a poco. Eva Calvo los aportó este año para centrarse en los Juegos. Ahora todavía quedan años para triunfar en el tatami, donde ella reconoció que era una terapia contra la timidez.
De la playa a la plata olímpica
Eva no se cansa de repetir que "es una chica sencilla". Y de Leganés, que siempre hay que destacarlo. Eso sí, la ambición también va con ella. A Río fue con el objetivo del oro, "su sueño tras conseguir el que antes era, llegar a unos Juegos". Su ciclo olímpico bien mereció el premio, tras un ciclo que empezó con la figura de Joel González.
Hace cuatro años, con 21 años, Eva vio los Juegos de Londres desde la playa. En plenas vacaciones familiares, la agenda la marcaba el taekwondo. No se perdía ni un combate y celebró el oro de Joel González como nadie. Para ella, morder este metal que su ídolo sostenía con una amplia sonrisa entre sus dientes era algo absolutamente quimérico.
Se había introducido en el deporte con 15 años, mucho más tarde de lo normal. Su aspecto, delgado y fibroso, la situaba en una categoría extraña (-57 kg) para una joven muy alta (1,76 metros). Pero su progresión fue vertiginosa. Desde que empezó a combatir, destacó en todos los campeonatos en los que participó.
Nunca se rindió. En un deporte tan psicológico como el taekwondo, no existe el fracaso sino el aprendizaje constante. Y Eva evolucionó hasta conseguir su primera medalla internacional en 2013, un bronce en el Mundial de México. Un año después lograría el oro en Europeo de Bakú. En la capital azerbayana logró otro bronce en los Juegos Europeos de 2015, mientras que en el Mundial de ese mismo año, Eva logró la plata en Cheliábinsk. El penúltimo éxito de una de las mejores taekwondistas del momento. El último, por ahora, es esta plata en Río 2016.
Calvo perdió la medalla de oro en el combate final por 16-7 ante la británica Jade Jones, número uno del mundo y actual campeona olímpica, que demostró su condición de favorita ante la taekwondista española. Jones estuvo en todo momento por delante, dominando el combate y dejando sin opciones a Calvo, que se tuvo que conformar con la plata en su primera participación en unos Juegos Olímpicos.
Hasta entonces, la competición de Eva Calvo había sido perfecta durante todo el jueves, día en el que ha disputado todos sus combates, con victorias a la tailandesa Phannapa Harnsujin (5-6), a la iraní Kimia Alizadeh (8-7) y a la egipcia Hedaya Wahba (1-0).