Tótem: "Objeto de la naturaleza, generalmente un animal, que en la mitología de algunas sociedades se toma como emblema protector de la tribu o del individuo, y a veces como ascendiente o progenitor". Cuando uno de esos tótem, de esos mitos, cae, es sintomático. Y si esa leyenda se llama Pau Gasol, lo es en el mal sentido. A pesar de sus 26 puntos y de convertirse en el cuarto máximo anotador histórico del torneo olímpico de baloncesto, el '4' de España sucumbió ante la pujanza de un nuevo ídolo: Dario Saric. Quien dio la vida a la selección en los últimos instantes del partido ante Croacia fallando un tiro libre y quien se la quitó con un tapón postrero sobre la estrella nacional. Tan contundente como para causar una derrota (72-70) que lleva a retrotraerse a aquel triple de Marko Tomas en 2007 o, incluso, a la famosa 'chapa' del también croata Vrankovic a Montero hace justo 20 años.
Hace tiempo que Croacia no es un rival menor. Ya no es equiparable al equipo que juntó a leyendas como Petrovic, Kukoc y Radja, pero sus mimbres apuntan maneras. El ya mencionado Saric, Bogdanovic, Planinic y Hezonja (aunque un tanto díscolo) prometían una explosión colectiva en cualquier momento. Y qué mejor que hacerlo contra España, vigente campeona continental y favorita omnipresente a la plata olímpica en toda quiniela que se precie.
Pero las preseas hay que ganárselas en la pista. Cosa que, por cierto, los hombres de Scariolo hicieron durante buena parte de su debut en Río. Tanto como para mandar por la friolera de 14 puntos y soñar con una inauguración olímpica más que plácida. De la mano de, como siempre, un sobrenatural Pau y un ilusionante Mirotic, la selección creyó en sus posibilidades.
Sus hombres no notaron en el ambiente un posible mal augurio: aun yéndose España en el electrónico, Croacia siempre volvió. Una y otra vez, la táctica del conejo funcionaba a las mil maravillas a Petrovic y los suyos. Y, poco a poco, surtió efecto en las filas españolas. Llull y el Chacho perdieron su dinamismo, los triples desaparecieron por completo (si es que alguna vez llegaron a hacer acto de presencia del todo) y la buena actitud defensiva menguó.
A su vez, crecieron las ganas de sorpresa balcánicas. Tanto como para darle la vuelta al marcador y dejar la victoria o la derrota en un suspiro. Gracias, sobre todo, a unos últimos minutos volcánicos de Bogdanovic. Tanto cambió el panorama (de blanco a negro) que ni siquiera el triple de Mirotic para soñar con la remontada española cambió la pesadumbre que había empezado a reinar en el banquillo de los nuestros. La cara de Calderón, inédito durante los 40 minutos, fue todo un poema.
Su rostro fue el espejo del alma rota, del campeón derrotado. Y de la forma más dolorosa: cayendo a la lona víctima de un gancho/tapón inapelable. El tropiezo en el debut, las críticas hacia el banquillo, la carencia de tiro exterior, las acusaciones hacia algunos jugadores... Sí, el círculo vicioso de la era Scariolo vuelve a abrirse. Y en el horizonte, Brasil y los viejos fantasmas del 'biscotto'.