Guillermo Molina (Ceuta, 1984) conjuga el verbo italiano -juega en el Brescia- con la dicción de las leyendas. Experimentado y gigante, flota sobre el mito del gran jugador español, con aquel oro en el Mundial de 2001 y esa plata de Roma 2009 como recuerdo imborrable. Su '5', el de Manel Estiarte, el del 'Maradona del agua' -Guardiola dixit-, reluce entre una selección en reformas, con talento joven y músculo añejo. Un equipo, por cierto, que disputa el preolímpico estos días, con Italia, Kazajistán, Sudáfrica, Alemania y Holanda como obstáculos de cara a los Juegos de Río. Pero antes se para a hablar con EL ESPAÑOL.
Empezando por el principio: ¿Por qué le dio por el waterpolo y no por la petanca?
[Risas] En mi caso, todo vino dado por la tradición familiar. Mi abuelo y mi tío habían jugado al waterpolo y yo seguí sus pasos. Además, mi abuelo era el conserje de la piscina donde empecé, y al final una cosa lleva a la otra. Hice otros deportes y quizá pude dedicarme a alguno que estuviera mejor remunerado, pero estoy contento con lo que he escogido y me encanta.
Cuentan que era un poco ‘pieza’ de joven. ¿En qué sentido?
Bueno, como a cualquier persona de mi alrededor, me gustaban las mujeres y salir, pero hay un momento en que uno tiene que decidir si quiere ser un jugador normal o un buen jugador –incluso, si estar entre los mejores–. En ese caso, yo tuve el apoyo de la gente que me rodeaba, del club, de mi familia… Pero he tenido tiempo de hacer de todo: de ir por ahí cuando podía, de competir cuando tocaba…
Estuvo en la plata Mundial de 2001 y en la de 2009. Es uno de los ‘abuelos’ de la selección. ¿Cómo se lleva ser de los más mayores y tener que corregir a los que vienen por detrás?
Yo, la verdad, intento dar pocos consejos. Al final, esto es un proceso: los jugadores jóvenes llegan a la selección, entran en una dinámica de grupo… Y, evidentemente, si puedes ayudar, pues lo haces. Pero también es necesario que ellos fallen para que puedan aprender. Y tengo que reconocer que es bastante sencillo ser de los más veteranos. Aquí siempre hemos convivido buena gente y así sigue siendo.
Lleva el ‘5’ de Manel Estiarte. Guardiola decía de él que era el “Maradona del agua”. ¿Es usted Messi?
Qué va, para nada, Messi… [Risas]. Pero, aparte de eso, sí que Estiarte, Pedro García, Salvador Gómez y muchos otros eran los jugadores a los que admiraba de pequeño. Pero llevo el ‘5’ por casualidad. Me tocaba elegir número y me preguntaron antes, así de simple. Desde entonces siempre lo llevo en honor a Manel y, obviamente, también porque es con el dorsal que me siento más cómodo.
Lleva más de 300 internacionalidades con la selección. ¿Da miedo cuando uno ve acercarse el final?
Da mucho respeto porque cada año sabes que puede ser el último por mil motivos: no le gustas al entrenador, te lesionas, tu familia te aprieta… Pero también tengo que decir que en los tres últimos años estoy disfrutando como no lo hacía desde hace mucho tiempo. Y creo que España (independientemente de que yo esté o no) tiene capacidad para ganar títulos. Y eso es bueno.
Ronaldo decía antes de retirarse que se sentía frustrado cuando quería llegar a un pelota y no llegaba. Y Hombrados, últimamente, también ha declarado que lo peor es cuando un jugador quiere ayudar y no se lo permite su cuerpo. ¿Ha sentido algo parecido?
Son cosas que pasan... Yo lo veo aquí, en la selección. Por ejemplo, yo siempre he sido un buen nadador, pero cuando hacemos las series de natación, ves cómo los jóvenes te aprietan. ¡Y me jode! Pero yo también aporto otras cosas. Y al final, todo ese empuje de los nuevos te sirve de motivación para seguir adelante. Pero sí, me ha pasado lo mismo que a Ronaldo y Hombrados…
¿Y es frustrante?
Más que frustrante, cuando ves acercarse el final dices: ‘Esto va a doler’.
Y más aún cuando la exigencia es máxima, como cuando se preparan unos Juegos…
Así es. Estar en los Juegos es maravilloso para cualquier deportista. Para nosotros, el nivel de los entrenamientos es más o menos el mismo, pero el objetivo es mucho más grande: son cada cuatro años y tienes que llegar siempre en un momento muy especial. Pero antes tenemos este preolímpico, el más difícil de la historia. Si caemos en él, entonces si puede haber frustración. Al final, cuando estás en los Juegos ya has hecho los deberes y luego ya ocurren las cosas (o no). De todas formas, en el equipo afrontamos el preolímpico como una oportunidad, de manera positiva. Eso hay que tenerlo en la cabeza.
Independientemente de cómo lo afronten, ¿qué posibilidades hay de que estén en los Juegos?
Yo nos daría un 80% de posibilidades. El otro 20% depende de nosotros y de que no la caguemos en los partidos en los que no deberíamos hacerlo (y no hablo sólo de cuartos).
Llegó a dejar la selección y ahora está de vuelta. Durante el tiempo de parón, ¿qué se te pasó por la cabeza?
Bueno, lo que hemos comentado antes de Hombrados y Ronaldo… [Risas] La verdad, llevaba demasiados años sin tener una relajación mental, muchas veces por presión u otras cosas.... Pero para que se entienda. Después de conseguir la plata en el Mundial de 2009, a partir de ahí fue como ir acumulando polvo dentro de una alfombra, y en un momento concreto la alfombra estaba reventada. Yo hablé con Gabi (el seleccionador), se lo dije y él me apoyó. Me dijo que me tomase el tiempo que me hiciera falta. Estuve fuera, jugué en Malta y mientras tanto seguí en contacto con el míster. Estaba fuera y no tenía intención de volver. En aquel momento sólo podía aportar frustración y negatividad al grupo después de cinco años de mierda. Hasta que se dieron una serie de circunstancias para regresar. Dije: ‘Me he limpiado y puedo hacerlo’. Tuve también mi segundo hijo, y todo eso me ayudó a recargarme para estar aquí.
¿Y cómo se sintió al volver?
Muy bien. Al final, esta selección es un grupo fantástico de buenas personas. Yo llevo jugando aquí desde el '99 y todo fue muy fácil. No noté el cambio.
Hubo un momento en el que llegó a pensarse competir con Italia en los Juegos si no le llamaban desde España.
La historia es un poco diferente. Yo llegué a pensar en coger el pasaporte italiano. Ellos, en la Federación, me tienen mucho aprecio y siempre me lo decían, que cogiera el pasaporte. Pero no lo quería para estar con la selección, sino para seguir jugando con equipos de allí. No era un trásfuga, sino más bien lo quería porque en España las posibilidades de trabajar y ser remunerado por hacer waterpolo son muy pocas. Y mi mujer y mis hijos son italianos. Entonces, pensé coger el pasaporte, simplemente.
¿Se valora más el waterpolo en Italia?
Sí, algo más. Aunque yo creo que si estuviésemos en Madrid se nos vería más. No hay nada más que ver la gente que ha venido al media day (la entrevista se realizó antes de que la selección partiera hacia el preolímipico en un día de medios organizado por la Federación con bastante buena acogida).
Donde si se valora bien el waterpolo es en Barcelona. 11 de los 17 jugadores de la selección juegan allí. ¿Dan ganas de pedir la independencia?
No, para nada. Y no todo el mundo la quiere. Pero sí es necesario que nos intentemos modernizar y leer bien lo que pide el pueblo.
Ya por último, y antes de que acaben sus días, ¿cómo le gustaría que le recordaran?
Como un jugador de waterpolo. La verdad, no me quita el sueño cómo me recuerden.
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