Vicente del Bosque luce en su palmarés un título Mundial y una Eurocopa. También una desastrosa primera fase en Brasil 2014 y una eliminación horrenda en la Euro'16. La cara y la cruz de seleccionador más laureado de nuestra historia al que unos glorifican por sus éxitos y otros crucifican, aunque no lo hacen (sólo) por sus resultados sino porque el Marqués llevaba siempre a los mismos, a los suyos. Un debate eterno, circular y sin fin, exactamente igual que el de Sergio García y la conveniencia de que Thomas Björn le conceda una de las cuatro invitaciones disponibles para formar parte del equipo europeo.
Aunque no lo crean en España hay mucho aficionado al golf y, aunque lo crean aún menos, aquí hay más polémica que en el fuera de juego de un Madrid-Barça. Mucho más cuando se trata del golfista castellonense, una de esas figuras que levanta pasiones y genera rechazo a partes iguales. Los aficionados discuten por él, sobre él y, muchas veces, también con él, que eso no es privativo de los periodistas en la zona de firma de tarjetas.
Precisamente eso fue lo que sucedió durante el jueves del pasado US PGA. Una vez más el de Borriol fue un borde inmisericorde con un compañero plumilla y la caterva de haters se le echó encima.
No hay duda de que Sergio se merece las críticas, que nunca debería comportarse así cuando la pregunta es pertinente, correcta y educada -por mucho que haya momentos y momentos para preguntar según qué cosas- y que las crisis de juego -y las psicológicas que afectan al juego- nunca deberían verse reflejadas en su relación con la prensa o los aficionados. Obviamente nada de lo anterior gustará lo más mínimo a sus patrocinadores, porque maldita la gracia que les hace a los aficionados y eso, quieran o no, seguro que se nota en las ventas por muy pequeñito que sea el mercado patrio.
Dudo, en cualquier caso, que el Andalucía Valderrama Masters que el propio Sergio auspicia tenga el más mínimo problema en colgar el cartel de no hay billetes, aunque por el contrario es lógico intuir que su actitud sí afectará a su presencia en la próxima Ryder Cup. Sobre todo porque esta vez actitud y aptitud están en entredicho. Si bien es cierto que la invitación se gana haciendo birdies y no siendo el más simpático ante los micrófonos o firmando más autógrafos que nadie en el campo de prácticas, la realidad es que la temporada del ganador del Masters de Augusta de 2017 está siendo mala tirando a horrible.
Desde sus dos top-ten en el Valspar Championship y el Mundial Match Play allá por el mes de marzo, el castellonense acumula 8 cortes fallados de 11 torneos disputados. Es más, este fin de semana se ha quedado fuera de los playoffs de la FedEx Cup a pesar de firmar su mejor resultado en los últimos cinco meses. Y si vamos un poco más allá, tales resultados le han dejado en la 23ª posición del ranking europeo que determina cuatro plazas del equipo de la Ryder y en la posición 13 entre los jugadores del Viejo Continente del ránking mundial de los que se clasifican directamente otros cuatro jugadores.
Según esos ránkings, los ocho jugadores clasificados de forma directa para el equipo que se medirá a Estados Unidos en en el parisino Le Golf National durante el último fin de semana de septiembre son el italiano Francesco Molinari y los ingleses Justin Rose, Tyrrell Hatton y Tommy Fleetwood (según el ránking del circuito europeo) y el español Jon Rahm, el norirlandés Rory McIlroy, el sueco Alex Noren y el danés Thornbjorn Olesen (según el ránking mundial). Eso deja cuatro plazas vacantes y muchas dudas en la cabeza del capitán, el danés Thomas Björn, pues sólo a él y a sus vicecapitanes corresponde la decisión de quiénes ocupan esas plazas.
A favor de que Sergio García consiga una de las invitaciones está su registro en la propia Ryder Cup, donde acumula 18 victorias, 7 empates y 20 derrotas en los 45 partidos que ha disputado desde que debutase en 1999 en la famosa Batalla de Brookline -y ya son 8 ediciones presente fallando únicamente en 2010 cuando fue vicecapitán-. Aunque podría llegar a decirse que su idilio con la Ryder va más allá de los resultados, pues lo realmente apreciado de los jugadores españoles es nuestro carácter, aquello que Seve enseñó al mundo y que José María Olazábal y el propio Sergio han utilizado para convertirse a lo largo de los años en líderes indiscutibles dentro del vestuario.
Otro punto que juega a su favor es que tanto el capitán como los vicecapitanes de esta edición -los ingleses Lee Westwood y Luke Donald, el sueco Robert Karlsson, el irlandés Padraig Harrington y el norirlandés Graeme McDowell- han sido en algún momento compañeros de fatigas del castellonense y varios de ellos se cuentan en el círculo de amistades del español.
Eso sí, tampoco hay que engañarse, y si a los miembros del staff se les puede definir de alguna manera es como extremadamente profesionales. Nadie duda de que sus elecciones estarán basadas en criterios objetivos y ahí es donde Sergio García pierde (casi) todas sus opciones. Mirando el ránking mundial, el castellonense tienen por delante al también español Rafa Cabrera-Bello y a los ingleses Ian Poulter, Paul Casey y Matthew Fitzpatrick. Y mirando al ránking continental ocupan posiciones anteriores a él hasta otros 13 jugadores con hombres tan importantes este año como el escocés Russel Knox, el español Jorge Campillo, el irlandés Shane Lowry o jugadores jóvenes ya con experiencia Ryder como el belga Thomas Pieters y otros veteranazos como el sueco Henrik Stenson.
A nadie se le escapa que Poulter, el que todos consideran heredero del espíritu de Seve, será un fijo y que, probablemente Fitzpatrick y Cabrera-Bello ocuparán otras dos plazas. Así que la duda se limita a un puñado de nombres con una trayectoria ascendente contra las opciones de un Sergio García cuya temporada ha dejado mucho que desear en cuanto a juego y actitud, pero que tiene a su favor llamarse como se llama y ser quien es, que ya es mucho decir.